El colmo de los colmos: que España sufriese su primera derrota en este Eurobasket femenino sin ningún tipo de consecuencia (primer puesto del grupo asegurado y, por tanto, pase directo a cuartos de final). También que la anfitriona, una República Checa ya eliminada, celebrase su victoria, primera del torneo, como si esta le hubiese dado el oro continental (no es broma: hubo abrazos, pancartas y sonrisas al final del partido). Ni una cosa ni la otra importó demasiado. A partir del jueves, cuando las nuestras ya busquen el pase a las semifinales, esto será otro cantar (67-63).

No poder festejar con un triunfo las 259 internacionalidades de Laia Palau (ya es la jugadora que más veces ha competido con España) no genera ningún tipo de sinsabor. No cuando las dos líderes de la selección, Alba Torrens y Sancho Lyttle, siguen en un estado de forma envidiable. No cuando Laura Nicholls aprovechó el compromiso ante las checas para dejar claro que ella también importa, y mucho, en nuestra pintura. No cuando, desde el banquillo, llegan soluciones frescas como las de Leticia Romero y Laura Gil. No cuando la capitana Palau sigue haciendo méritos para que la gente, al contrario de lo que ella piensa, la recuerde dentro de 15 años.

El partido olía a victoria cómoda española. Simplemente no lo fue porque a las locales les dio por ponerse serias a última hora, con todo perdido ya en el campeonato. Fue la victoria de la honra para ellas. Ay si a Katerina Elhotova le hubiese dado por anotar tanto desde el perímetro en los partidos anteriores. O si Kia Vaughn hubiese estado por la labor de mostrarse tan arrolladora por dentro cuando todavía había esperanza para la anfitriona. Menudo duelo de titanes con Lyttle en el último cuarto, digno de mención. Ninguna quiso ser menos que la otra.

Y no hay que olvidarse de la otra hermana Elhotova (Karolina), de Zaplatova y tampoco de Hanusova. A poco que ellas también hubiesen estado finas cuando debían estarlo, hablaríamos de una República Checa muy distinta. Pero no, lo hacemos de un equipo que dio por bueno, incluso puede que hasta por extraordinario, un duelo totalmente intrascendente. Sí que hay que reconocer una cosa: lo que a las checas les supo tan bien, hasta de forma excesiva, a las españolas les sentó como un tiro.

No sólo por haber hecho un buen partido, que también, sino porque las chicas de Lucas Mondelo no quieren perder ni a las tabas. Ya lo dejó bien claro Marta Xargay. Por mucho que no disputase ni un minuto para reservar energías de cara a lo importante, se hizo sentir como si los hubiese jugado todos. Qué manera de apoyar a las compañeras, de partirse la cara desde el banquillo. Eso demuestra lo que es esta España: una familia en la que el sufrimiento de una se convierte en el sufrimiento generalizado.

La derrota no puede ser más engañosa, porque la actitud sobró en las filas españolas. Ahí queda el dato, por ejemplo, de los más de cinco minutos totales en los que República Checa estuvo sin anotar en el segundo cuarto. Y, desde luego, cómo dieron la cara Torrens y Lyttle en los últimos minutos, con todo por decidirse y como si de verdad hubiese algo en juego. Vaya con los números de la dupla en esta primera fase. En puntos y en rebotes, porque, sí, Alba también brilla en esa faceta. La verdad es que es muy difícil no confiar en estas chicas de cara a las eliminatorias, aunque las cosas se torciesen este lunes. Si ya juegan al máximo de sus posibilidades en los meros trámites, ¿qué cabe esperar de lo serio? A descansar dos días y confianza por las nubes para lo que vendrá. Si España sigue brillando así, volverá a caer medalla.

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