Le cuesta asignar días concretos hasta a los recuerdos más próximos o quizá prefiere mirar al futuro. Las últimas ocho temporadas han pasado demasiado rápido. Tanto como el rato que compartimos en la visita de los Thunder a Nueva York con Kevin Durant: el heredero de Kobe, el aliado de Ibaka. Un jugador total, a veces malhumorado, pero siempre carismático al que espera un trozo de la historia de la mejor liga del mundo.

Sólo algunos de los más grandes y algunos de los más controvertidos personajes de la historia han sido capaces de nombrar heredero. Kobe Bryant en su peregrinaje de despedida del baloncesto lo hizo regalándole sus zapatillas: “Sé el más grande” era el mensaje que escribió en ellas para el hombre de las dos caras.

Fue hace apenas unas semanas en Oklahoma City con motivo del último partido del laker en cancha de los Thunder. El Rey de la NBA abdicaba en el hombre que le defendió sin pudor al conocer su decisión de retirarse: “Espero que le mostréis ahora algo del respeto que le habéis perdido en los últimos tiempos”, advertía Kevin Durant a la prensa americana en un arrebato propio del Mr. Hyde de la novela de Stevenson. “Sólo dije lo que pensaba. Realmente no tengo problemas con ellos”, afirma ahora señalando a un grupo de reporteros estadounidense que le observa a una distancia prudencial.

El mismo hombre capaz de declarar “no apostéis por nosotros. No gustamos a la prensa, así que no estamos entre los favoritos para optar al título” en referencia a una supuesta animadversión de los medios de comunicación hacia su equipo, ofreció un armisticio cuando la situación empezaba a encallarse: “No os creáis que odio a toda la prensa. Es simplemente que a veces no estoy de acuerdo con lo que escribís”. Para aclarar ahora: “Algunos sólo buscan titulares, pero aquí cada uno hace su trabajo y el nuestro es ganar partidos. Eso es lo realmente importante”.

Aparece el Dr. Jeckyll

Desde niño, cuando iba a la escuela, su madre le inculcó que sobre todo debía ser buena persona y estar agradecido a los que le ayudaron. Por eso lleva el número 35. En honor a Charles Craig, su entrenador de la escuela “que no pudo pasar de esa edad y al que siempre recordaré. Mi madre me enseñó casi todo lo que sé. Siempre le estaré agradecido” reconoce.

Y es que bajo esa fachada de tipo duro se esconde una sensibilidad especial enfocada a los más necesitados. “Es algo que debemos a la sociedad. Tenemos una responsabilidad porque nuestros actos influyen a mucha gente”, reconoce ajustándose unos pantalones forrados de hielo que parecen no afectarle.

Kevin Durant, junto a su gran referente: su madre. Ronald Martinez Getty Images

Pese a lo que quiere aparentar tiene sentimientos. Siguiendo la estela de otros referentes en sus comunidades, como Pau Gasol, Kevin Durant ha encontrado la forma de utilizar su imagen, y no sólo por los 285 millones de dólares que firmó con Nike.

Hace apenas un mes, coincidiendo con la Navidad, el joven Keaton Barron, de 5 años, llegaba al Energy Arena de Oklahoma con un sueño escrito sobre un cartón. Acaba de superar la última fase de quimioterapia de un cáncer contra el que lucha desde 2012. En su pancarta podía leerse: “Lista de propósitos: 1. Vencer al cáncer. 2 Planificar un viaje a Disney. 3. Conocer a Kevin Durant”. Al acabar el partido estaba abrazando a su ídolo. El mismo que, tras enterarse del caso en Facebook, no dudó en enviar sus zapatillas a Brooke, una joven de 17 años, enferma de fibrosis quística con el mensaje: “Estoy usando estas zapatillas esta noche y te las envío firmadas. ¡Eres una inspiración! Sigue con tu lucha”. La respuesta no se hizo esperar: “Gracias por compartir tu tiempo y tu talento. Pero lo más importante: gracias por ayudarme en mi viaje para crear conciencia sobre la fibrosis quística. Has traído una sonrisa a mi cara y la alegría a mi corazón sabiendo que con cada ‘me gusta’, ‘comentar’ o ‘compartir’ en tus redes sociales estamos más cerca de encontrar una cura”.

Durantula, el mago de la lampara

Y es que además de aspirar al trono de mejor jugador del mundo, tras ser el que más puntos anotó en un partido oficial para su selección -38 ante Lituania en la semifinal del Mundial 2010 de Turquía- este campeón del mundo (2010) y olímpico (2012) quiere “repetir el próximo verano y de paso conseguir que se calle Serge de una vez” -bromea mientras Ibaka jalea un touchdown de las clasificatorias para la Super Bowl-.

“Míralo. Sigue teniendo la ilusión de un niño. Hace unos años tuvo una oportunidad. Había esperado ese momento toda la vida y lo aprovechó de verdad. Ha sabido trabajar para hacerse un nombre en la liga y cada año que pasa es mejor jugador… Sobre los Juegos,ahora estamos a otra cosa... (hace una pausa) Pero, claro, cuando lleguen iremos a por todas y será un placer volver a jugar contra España. Siempre estáis ahí, ¿no? Así que espero estar en el equipo y que nos encontremos en Río…”.

En lo que lleva una ventaja considerable a sus perseguidores, Stephen Curry y LeBron James, es en la lucha por convertirse el jugador más global. Porque Durántula, que así le llaman, ya ha trascendido al deporte.

Con 13 millones de seguidores en Twitter y otros siete en Instagram ha sabido combinar exposición y monetización para ser uno de los atletas con más ingresos. Su sociedad con el empresario Jay Z -marido de la cantante Beyoncé- y su firma RocNation lleva más de 35 millones de dólares extra al año a sus bolsillos tras la firma de una serie de acuerdos de patrocinio y proyectos empresariales que abarcan desde la creación de una línea de ropa interior hasta ser una especie de mago de la lámpara en el nuevo anuncio de una marca de cromos.

“Es algo divertido y que me gusta hacer sobre todo cuando no estoy jugando porque, además, pone las bases para tener un futuro cuando se acabe esto. Pero durante la temporada NBA mi foco está sólo en el baloncesto. Es sólo una especie de complemento. Las personas crecen y necesitan hacer otras cosas”, reconoce.



Y es que debe estar centrado ante los rumores que no cesan desde que se dio a conocer que el próximo verano será agente libre. Le gusta que en ciudades como Nueva York los aficionados de Brooklyn -que podrían estar planeando una oferta mareante- celebren más sus canastas que las de los Nets, aunque puntualiza que “en el último cuarto cuando el partido se estaba jugando animaron a su equipo. Es normal, pero te reconozco que siempre es especial venir a Nueva York. Caminar por el Barclays Center o por el Madison y sentir el calor de estos fans es increíble”.

La antorcha de una cámara impacta de repente en sus ojos. Recuperan ese brillo especial. Su lado oscuro se esfuerza entonces por reaparecer. Estaba recordando con cierta emoción “cuando jugaba con Kobe Bryant en los videojuegos. Debía tener 10 años o así. ¿Cómo no va a ser especial compartir quinteto con él en el AllStar?”. Pero en una sociedad donde la agresividad es un valor al alza se entiende que varíe el discurso al recordarle como las botas del ídolo colgaban de su mochila el día de la abdicación. Con una mueca de complicidad mientras se acerca el resto de la prensa susurra “no se lo digas a nadie. No quiero que esta gente me mire como un blandengue".

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