Sitapha Alfred Savané (1978, Dakar, Senegal) constituye lo radicalmente opuesto al tópico del deportista egocéntrico, ajeno a la cultura y al mundo que le rodean. Bajo la influencia de sus padres, ambos diplomáticos, la política siempre ha estado entre sus mayores intereses, al igual que la lectura, los negocios y los idiomas. Ahora, el pívot africano ha vuelto a Gran Canaria tres años después de su partida, aunque lo considera “un regreso a medias”.

Su etapa en el Joventut de Badalona “ha constituido un enorme legado” y le ha permitido resurgir en el “ocaso de su carrera”. Savané no es el mismo que se fue, pero el compromiso de lograr una sociedad más justa y mejor sigue muy latente en él. Queda reflejado en cada una de sus declaraciones a EL ESPAÑOL antes de medirse al Real Madrid en la capital este domingo (19:30, Canal + Deportes).

¿Tuvo oportunidad de visitar los barrios más afectados por la crisis de Badalona, que tanto han salido a relucir con elecciones de por medio?

Efectivamente, he podido acercarme a la realidad de muchísimas personas de allí a través de ONGs con las que he llegado a colaborar. Una realidad que no me imaginaba con respecto a la vida en Cataluña.

Conociendo circunstancias tan difíciles, ¿no piensa que, a veces, los deportistas son más privilegiados de lo que deberían?

Eso se puede pensar, pero, para bien o para mal, eso no lo decide el propio deportista. Vivimos en una sociedad capitalista donde también se podría decir que no es justo que un banquero cobre muchísimo más que un profesor a nivel de lo que aporta. Lo mismo pasa con un barrendero o con un policía, pero sabemos que los salarios se mueven por la ley de la oferta y de la demanda. Lo que sí creo es que los deportistas hemos de ser muy conscientes de la posición privilegiada que tenemos. No sólo a nivel económico, sino también a la hora de poder disponer de foros donde se pueda escuchar nuestra voz.

¿Entonces ve lícito utilizar el deporte como instrumento para fines políticos?

Desde luego que sí. Creo que, en general, el deporte aporta muchísimo a nuestra sociedad, especialmente por muchas actitudes que tenemos ahí. Es una pérdida enorme no invertir mucho más en ello.

Cuando a uno le quieren tanto en un sitio como a usted, ¿significa que, siendo buena persona, todo lo demás merece la pena?

Creo que sí. En general, la gente no te suele tener mucho aprecio si no eres buena persona. Más allá de eso, creo que ha habido un vínculo muy especial entre la afición de Gran Canaria y yo. Me gustaría pensar que ha sido fruto de mi trabajo. También de que, aparte del baloncesto, siempre me he intentado involucrar en la sociedad donde he vivido y ayudar en todo lo que he podido a los que menos tienen.

Si estuviese en su mano decidirlo, ¿qué haría para que los más necesitados mejorasen su situación?

Utilizando el ejemplo de Senegal, el más importante para mí y de los que más urgen, creo que lo más necesario es la creación de empleo para la juventud. Así se evitarían fenómenos como el de los cayucos o la inmigración masiva que se vive a día de hoy. Si la mayoría de nuestros jóvenes tuviesen un trabajo digno, no tendrían que irse a ningún sitio ni dejar atrás a su familia y seres queridos. Cuando eso cambie, habrá que ver las circunstancias de cada país. Hay unos pocos que tienen muchísimo y una mayoría que lucha cada día para sobrevivir.

Dijo que se ve más como ministro que como entrenador al concluir su carrera deportiva. ¿Cómo actuaría si acabase siéndolo?

Dependería de aquello de lo que fuese ministro (risas). Tendría que ser de algo de lo que me enterase, por ejemplo en mi país. A partir de ahí, creo que un ministro tiene un trabajo de líder y de mánager. Depende de los técnicos que seguramente mejor le puedan aconsejar.

¿El sacrificio es el único camino posible para el éxito, como predican usted en la cancha y Aíto en la banda?

Creo que sí. El trabajo duro, para mí, da mayor seguridad que depender sólo del talento. Éste, a veces, no es suficiente, y eso lo vemos en el deporte y en la vida. Lo que más seguridad me da antes de un partido es saber que he entrenado lo mejor posible, que he hecho todo lo necesario para llegar en plenas condiciones, y hacerlo bien.

A sus 37 años, sigue en plena forma. ¿Todo es proponérselo o mente y físico son los que le llevan en volandas?

Hay un poquito de todo. No nos vamos a engañar, no creo que cualquiera sea capaz de lograr los mismos resultados. Yo siempre me he cuidado muchísimo, a la vez que la gente más joven, pero hay una parte mental muy importante. Una cosa es saber lo que hay que hacer y otra, tener la disciplina para hacerlo.

¿Hay muchas diferencias entre el Savané que llegó a España hace quince años y el de ahora?

Muchísimas. Sería muy triste que no hubiese habido un crecimiento en lo personal. Creo que se ha dado por los años, pero también por todas las experiencias que he vivido tanto en Canarias como en Cataluña. Han hecho que cada vez me considere una persona más comprometida, con las ideas más claras sobre las carencias y desigualdades en este mundo y con el objetivo de poner de mi parte para mejorar esto.

¿Qué cambiaría usted para que África pudiese mirar de tú a tú al resto del mundo, sin complejos ni menosprecio?

Lo primero que digo siempre es que la solución tiene que venir de los propios africanos. Hay varias generaciones, como la mía, que han tenido la oportunidad de estudiar en grandes escuelas y países extranjeros. Han tenido experiencias fuera, viendo lo que se ha hecho bien y mal, y ahora han vuelto para trabajar en África, ayudando a esos países a salir adelante.

Yo tengo en casa el ejemplo de mi hermano. Estudió en Estados Unidos, empezó a trabajar allí en diferentes empresas y luego volvió a Senegal y montó su propia empresa. A día de hoy, tiene a muchísima gente trabajando a su cargo. Esos son los pasos que me gustaría seguir. Además, él trabaja en el ámbito social directamente.

Cuando Savané contempla los problemas recurrentes con inmigrantes y refugiados, ¿qué siente?

Impotencia. Veo muchas de las reacciones que hay, egoístas en mi opinión, y casi me hacen perder la fe en el ser humano. Cuando ves imágenes de lo que está ocurriendo en Siria y no te sale del corazón decir: “Mira, sea lo que sea lo que yo pueda hacer, estoy dispuesto a hacerlo”… Entiendo que es normal que se mire primero por uno mismo para poder ayudar, pero seamos honestos: por mucha crisis que haya habido, nos acercamos a los dramas que vive la gente que viene aquí como refugiados, y eso nunca hay que olvidarlo.

Muchas veces, nos quedamos en nuestro mundo y tenemos quejas legítimas, pero dentro de nuestra realidad. En el momento en el que te pones a comparar al que no tiene dinero para unas botas y al que no tiene para comer y punto, te das cuenta de que aún puedes ayudar algo. Desde luego, nuestros gobiernos pueden, más cuando se han gastado millones en salvar bancos.

Baloncesto, España y futuro

¿No cree que la ACB se asemeja un poco a la política española? Ustedes y otros equipos como Unicaja o Valencia pueden dar un golpe sobre la mesa de la autoridad preestablecida por Madrid y Barça. Igual que Podemos y Ciudadanos con el PP y el PSOE.

No lo había mirado de esta forma, pero efectivamente. La pregunta es quiénes seríamos nosotros, si Podemos o Ciudadanos (risas). Hay varios equipos con ganas de tutear a los de arriba, sabiendo las enormes diferencias que hay a nivel económico, y más en nuestro caso. La ilusión es lo principal para alimentarse en el día a día y encontrar éxitos en el futuro.

¿Cómo cree que se podría asaltar el duopolio de los grandes?

Lo primero es tener una plantilla larga para poder aguantar su nivel de exigencia durante 40 minutos. En general, el Madrid o el Barça logran ganar de 40 a los equipos entre comillas más pequeños al final del partido. Aprietan y es muy difícil. Creo que el Gran Canaria tiene la plantilla más larga de su historia y está en nuestra mano conseguir jugar al máximo en cada momento de los partidos.

¿Le queda la espinita clavada de haber pasado por algún gran club europeo o de haber probado suerte en la NBA?

La verdad es que no. Yo, y más con 37 años, soy más de mirar el lado bueno de las cosas. Estoy más que contento con todo lo que tengo y con lo que he logrado en esta vida. Nunca se puede tener todo. Si yo me quejo de no haber jugado en un Barça o en un Madrid, otro mirará mi carrera con envidia. Antes que llegar a eso, yo me siento muy orgulloso de todo lo logrado y de lo que queda por lograr.

¿Y qué me dice de haber sido internacional con España después de nacionalizarse? Nivel tenía.

Habiendo jugado con Senegal anteriormente, no sé si hubiese sido posible, pero nunca me lo he planteado. Yo mantengo la tradición a mis raíces senegalesas y la selección de allí tiene más necesidad de buenos jugadores que la de España, que va sobrada a estas alturas.

Después de tanto tiempo viviendo aquí, ¿qué diría que es lo mejor y lo peor de nuestro país?

También he vivido en Estados Unidos, y la manera de afrontar la vida en España se acerca más a la mía como senegalés. No soy de los que piensan en dejar de disfrutar de la vida sólo para ir detrás de lo material, aunque a veces quizás podamos caer en el extremo opuesto. En España, la gente nunca pierde de vista el hecho de disfrutar de la vida. Por otro lado, creo que la cosa puede mejorar muchísimo en el entorno profesional. Cuando toca trabajar, hay que centrarse en el trabajo, y luego hay tiempo para tomarse un café y hacer todo lo demás.

Por último, ¿preferiría ganar un gran título en el mundo del baloncesto o protagonizar una medida diplomática muy aplaudida?

Desde luego, daría la prioridad a ayudar a mejorar la vida de muchas personas antes que a cualquier título de básquet. Protagonizar una medida diplomática muy aplaudida puede significar mucho dentro de la ONU, pero bien poco para la gente de a pie.

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