Los verdugos no entienden de sentimientos. Simplemente cumplen con su cometido, sin importarles condenado, circunstancias o escenario. Se abstraen de todo y de todos con una única misión: ajusticiar a la víctima. Y en eso, Tyrese Rice es el mejor. Al menos, cuando del Real Madrid se trata. Vista casaca israelí o rusa, el equipo blanco siempre está entre ceja y ceja del base norteamericano.

Puede que la rebelión perpetrada con éxito por el '0' del Khimki y todos sus compañeros en el Palacio madrileño (82-85) empezase a planearse por culpa de Sergio Rodríguez. Quizá el canario cometió una osadía al tildar de “primera final del año” el nuevo encuentro continental del Real Madrid. También tirando de suposiciones, esas palabras pudieron servir de resorte para que Rice empezase a oler la sangre desde Moscú.

Las asistencias fueron su guadaña en la primera parte. Aún a cara descubierta, el Khimki proponía y Rice disponía. Como en la ida en tierras rusas, el equipo de Rimas Kurtinaitis volvía a hacer gala de un control excelso del 'tempo' del partido. El protagonismo era para los Shved, Koponen, Vyaltsev o Davis, surtidos de balones por su 'playmaker'.

En el bando local, lucían los habituales Reyes, Llull y Sergio Rodríguez. Por ellos y por la defensa, el Madrid no pereció antes de tiempo. Y eso que la batalla mental a punto estuvo de estar perdida del todo, con 10 puntos abajo y la parca sobrevolando la capital en el segundo cuarto.

Aun así, hubo resquicios para la esperanza hasta el final. La etiqueta de segunda peor defensa de la Euroliga adjudicada por las estadísticas a los blancos desapareció del mapa. O, al menos, lució sin tanto brillo como en anteriores ocasiones. Gustavo Ayón, que volvió a tirar del carro bajo el aro tanto con puntos como con rebotes, fue el puntal del Madrid atrás. Y, sin embargo, la defensa no ganó partidos, como suele hacer casi siempre.

De nuevo, la paradoja del verdugo. En la segunda parte, Rice no se escondió. Se cubrió el rostro y empezó a buscar víctimas desde el triple. Como la empresa iba a ser más fácil en compañía, se asoció con Sergey Monia para ganar efectividad. El capitán del Khimki, muy predispuesto, le complementó a la perfección desde el 6,75.

Uno de los grandes caballos de batalla del Madrid en lo que va de curso pudo ser, curiosamente, su salvador. Y es que ninguno de los Sergios se amedrentó tomando el perímetro por hábitat natural en los momentos decisivos. Con equilibrio o sin él, como el 'Chacho' en una suerte de malabarismo aéreo, los triples aparecían a la hora de la verdad.

Sin embargo, ni la defensa ni el acierto en el tiro fueron suficientes ante el peor de todos los males del Madrid este miércoles: la fragilidad mental. Remar contracorriente todo el partido fue el mayor lastre en cada ataque de los pupilos de Laso. La diferencia se redujo a cuatro, a tres, a dos e incluso a un punto. Sin embargo, el Khimki seguía tirando y defendiendo mejor cuando peor venían dadas.

Los rusos no habían dejado de manipular ni un segundo la psique local, con éxitos clarividentes en la línea de tiros libres y en el arbitraje. Ni el Madrid estuvo acertado con los lanzamientos de personal en varios momentos clave ni los colegiados rehuyeron el protagonismo que les tocó asumir. Había una barrera psicológica gigantesca entre ambos equipos. Invisible, pero muy patente en cuanto se intuía cualquier atisbo de remontada.

Así, el Madrid no pudo evitar asemejarse a una matrioska minúscula, incapaz de alcanzar la dimensión de la muñeca más grande de la colección, representada por el Khimki. El quiebro de cintura de Shved a Rudy Fernández durante el último período pudo ser la mejor fotografía para el encuentro. Otra pudo ser la que dejaron los últimos segundos del partido, con el Madrid reboteando hasta tres veces a la desesperada para lanzar de la misma manera dos tiros de trágico final.

Ambas ejemplifican la lucha imposible de un rehén, el madridista, incapaz de cambiar la condena de muerte ya redactada por el verdugo ruso desde el salto inicial. Esta vez, ni siquiera el justiciero del Madrid, Carroll, acudió al rescate en el Palacio, donde la crisis, al menos en el ámbito europeo, ya resulta inevitable.

Ficha técnica

82 - Real Madrid (22+20+21+19): Rudy (9), Reyes (10), Ayón (14), Carroll (10) y Llull (13) -equipo inicial- Maciulis, Nocioni, Taylor (2), Rodríguez (17) y Tompkins (7).

85 - Khimki Moscú Region (24+20+22+19): Rice (18), Koponen (6), Monia (11), Honeycutt (2) y Davis (9) -equipo inicial-, Shved (13), Augustine (12), Dragic (4), Vyaltsev (6) y Todorovic (4).

Árbitros: Sasa Pukl (SLO), Eddie Viator (FRA) y Piotr Pastusiak (POL). Sin eliminados.

Incidencias: Partido correspondiente a la sexta jornada del Grupo A de la Euroliga disputado en el Palacio de Deportes de Madrid (Barclaycard center) ante 9.310 espectadores. Se guardó un minuto de silencio por los atentados terroristas de París del pasado viernes.

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