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Antonio cobraba 1.200 euros al mes por trabajar como entrenador personal en un gimnasio. Eran jornadas largas, con horarios partidos, sesiones que a veces no se presentaban, techos salariales que no dependían de su esfuerzo y poco margen de crecimiento.

Hoy, solo unos años después, factura más de 100.000 euros al año con su negocio de entrenamiento online. Lo cuenta él mismo en una entrevista publicada por el canal Academia Entrenadores Online.

Un testimonio que no solo pone cifras a un cambio radical de modelo, sino que también ayuda a entender por qué cada vez más entrenadores deciden dejar el presencial y dar el salto al mundo digital.

Como muchos en su sector, Antonio empezó trabajando en gimnasios de barrio. Clientes uno a uno, rutinas personalizadas, muchas horas de pie y la sensación constante de estar ocupado todo el día sin que eso se tradujera en ingresos proporcionales.

"Estaba todo el tiempo cambiando horas por dinero. Si un cliente no venía, perdía el ingreso. Si quería ganar más, tenía que añadir más sesiones. No había otra", resume en el vídeo.

Fue en esa rutina donde empezó a ver el límite del modelo: si no entrenaba físicamente a alguien, no cobraba. Y aunque el trabajo le gustaba, las condiciones no le permitían proyectar ni libertad ni estabilidad.

Imagen interior de uno de los gimnasios de la cadena Basic Fit.

Cambio de mentalidad

La decisión de dejar el presencial no fue impulsiva. Antes, Antonio se formó, observó a otros referentes del sector y estudió cómo estructurar un servicio online sin caer en el error de replicar el modelo clásico a distancia.

El punto de inflexión fue entender que el entrenamiento digital no va de vender "sesiones sueltas por Zoom", sino de construir un servicio premium, con acompañamiento integral y un objetivo muy concreto.

"No trabajo con todo el mundo. Trabajo con un tipo de cliente específico, con un problema muy claro y unas metas definidas.

Eso me permite ofrecer algo de mucho más valor, con seguimiento real, planificación, comunicación continua y resultados medibles", explica.

Su tarifa estándar ronda los 800 euros por cliente. No vende entrenamientos al peso, sino programas de varios meses. Y ese modelo, lejos de reducir su cartera, le ha permitido multiplicar su facturación sin depender de la presencialidad.

Más ingresos, menos horas

Hoy Antonio gana al año lo que antes no alcanzaba ni en cinco. Y, aunque asegura que no trabaja menos, sí lo hace con otro enfoque.

"Ya no estoy atado a un lugar físico ni a un horario partido. Tengo estructura, procesos, y puedo trabajar desde donde quiera", detalla.

La clave no fue solo cambiar el canal, sino especializarse, comunicar bien su propuesta y dejar de competir en precio. Es decir, actuar más como un negocio que como un profesional que depende de su tiempo disponible.

Detrás de esa transformación hay muchos aciertos, pero también errores. Antonio admite que al principio cometió los clásicos fallos: querer gustar a todo el mundo, tener miedo a posicionarse en un nicho y caer en la trampa de "bajar precios para llenar la agenda".

Meses de incertidumbre

En la entrevista, también reconoce que el paso al modelo online no fue sencillo. Hubo meses sin apenas ingresos, dudas constantes y mucha presión interna. "No tener un sueldo fijo da vértigo. Pero también te obliga a moverte y a pensar como empresario", reflexiona.

Lo que más le costó fue aprender a comunicar su valor. Dejar de hablar solo de ejercicios y empezar a contar qué transforma realmente la vida de sus clientes. En su caso, no vende fitness, sino confianza, orden y resultados visibles en un área muy específica del bienestar.

Para lograrlo, se apoyó en formación específica y en sistemas como los que ofrece la propia Academia Entrenadores Online, donde aprendió a captar clientes sin anuncios caros y a generar contenido que atrae al público adecuado.

Un modelo cada vez más replicado

El caso de Antonio no es único, pero sí poco común. Mientras muchos entrenadores personales siguen estancados en salarios de entre 1.300 y 2.000 euros al mes, él ha roto el techo del sector sin necesidad de abrir su propio gimnasio ni contratar personal.

Lo ha hecho desde casa, con un portátil, un enfoque claro y una metodología que prioriza valor percibido frente a volumen de sesiones. Es un camino que requiere paciencia, estrategia y mentalidad, pero que cada vez más profesionales del fitness están dispuestos a recorrer.

"Hoy tengo libertad horaria, puedo viajar, dedicar tiempo a mi familia y seguir ayudando a personas de forma real", concluye. "Y, sobre todo, siento que estoy construyendo algo mío".

Su historia no es una excepción mágica. Es la prueba de que con especialización, estructura y un cambio de enfoque, el entrenamiento personal también puede ser un negocio digital rentable y sostenible.