Se ha producido un golpe de Estado en Estados Unidos y la democracia liberal ha caído. La República federal ha pasado a convertirse en la República de Gilead. Los hombres tratan de instaurar una versión extrema del patriarcado donde a las mujeres se les prohíbe leer, no tienen el control del dinero ni pueden trabajar fuera de casa. Han sido categorizadas; reducidas prácticamente a objetos, recipientes corpóreos al servicio de los hombres. Cada una cumple una función, pero las más codiciadas son las criadas: aquellas que son fértiles y pueden engendrar niños. Ellas son esenciales para el nuevo régimen, pues la tasa de natalidad ha caído de forma alarmante.

La escritora canadiense vio con 32 años de antelación que el rechazo al islamismo y la misoginia serían los ingredientes perfectos de los políticos para hacerse con el poder

“Fue después de la catástrofe, cuando le dispararon al presidente, ametrallaron el Congreso y el ejército declaró el estado de excepción. En ese momento, culparon a los fanáticos islamistas”, escribe Margaret Atwood en las páginas de El cuento de la criada (Salamandra). La escritora canadiense vio con 32 años de antelación que el rechazo al islamismo y una buena dosis de misoginia podían convertirse en los ingredientes perfectos de los políticos para alcanzar el poder. Precisamente, los dos rasgos que caracterizaron la campaña de Donald Trump en su toma de la Casa Blanca.

Ahora, como presidente de EEUU, Trump libra una batalla contra los inmigrantes y la prensa; algo que también aparece recogido en la obra de Atwood. “Empezaron a levantarse barricadas y a aparecer los controles de identificación (…) El Canadá de aquella época no deseaba enemistarse con su poderoso vecino y organizaba redadas y extraditaba a los refugiados”, como está ocurriendo hoy en día en distintas partes del mundo. “Se instauró la censura para la prensa y hasta se cerraron algunos periódicos aduciendo razones de seguridad”. Una pelea que Trump tiene casi a diario con los medios de comunicación, a los que acusa de publicar noticias falsas y de desinformar a la población.

“Lamento que en esta historia haya tanto dolor. Y lamento que sea en fragmentos, como alguien sorprendido entre dos fuegos o descuartizado por fuerza. Pero no puedo hacer nada para cambiarlo”; así está escrita la novela, de una forma fraccionada y desgarradora, dando saltos en el tiempo continuamente. La protagonista de la historia es Defred (Offred en la versión original: un apelativo compuesto por el nombre de pila de un hombre, Fred, y el prefijo ‘of’ -de- que denota posesión), que es quien da su testimonio en primera persona. Quiere dejar constancia del sometimiento al que se enfrentan las mujeres en la República de Gilead, del totalitarismo impuesto, del infierno en el que viven.

Violaciones, vejaciones

Ella, como criada, no puede mirar directamente a los ojos a sus semejantes (sean hombres o mujeres). Está prohibido por ley. Sin embargo, puede ser violada por el Comandante al que ha sido asignada, al que pertenece y quien dispone de ella a su antojo. En este sentido, en la teocracia que se ha instaurado, la Biblia se sigue al pie de la letra: “Y viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y dijo a Jacob: “Dame hijos, o me moriré”. Y Jacob se enojó con Raquel, y le dijo: “¿Soy yo, en lugar de Dios, quien te niega el fruto de tu vientre?”. Y ella dijo: “He aquí a mi sierva Bilhá; únete a ella y parirá sobre mis rodillas, y yo también tendré hijos de ella””.

Y así, Defred es violada cuando se acercan los días en que tiene más probabilidades de concebir. Formando un trío con la Esposa del Comandante, quien le agarra de las muñecas y se recuesta debajo de ella mientras Defred es penetrada, subiéndose la falda, en el borde la cama. El Comandante de pie. Ella convertida en un objeto sexual y el sexo reducido a un mero intercambio de fluidos exento de todo placer. “Somos matrices con patas, eso es todo: somos recipientes sagrados, cálices ambulantes”.

Las mujeres viven en un régimen de terror y si intentan subvertir el orden establecido son condenadas a recoger los desechos tóxicos generados por la sociedad

Pero las vejaciones no quedan ahí. Las humillaciones a las que se somete a las mujeres en la sociedad descrita por Atwood son múltiples: han quedado relegadas a las tareas domésticas, tienen prohibido comunicarse, se ven obligadas a llevar un hábito determinado en función de su categoría en la escala social, no pueden demostrar afectos ni emociones... Viven en un régimen de terror y si intentan subvertir el orden establecido son enviadas a las Colonias, un lugar de destierro en el que quedan condenadas a recoger los desechos tóxicos generados por la sociedad. Toda sombra de empoderamiento de la mujer ha sido aniquilada.

También se llevan a cabo ejecuciones públicas y los cuerpos de los ejecutados, hombres y mujeres, quedan expuestos en el Muro de la Universidad de Harvard, a los ojos de todo el mundo. Como una muestra más del poder del régimen sobre la vida y el destino de los ciudadanos.

Estreno en televisión

Margaret Atwood terminó de escribir esta historia en 1984, cuando vivía en Berlín Occidental, ciudad que en aquella época todavía estaba rodeada por el Muro. Allí la autora experimentó “la cautela, la sensación de ser objeto de espionaje…”; aquello sirvió de caldo de cultivo para dar forma a su distopía, que se publicó en 1985 y alcanzó un éxito inmediato.

La obra, que ha sido adaptada como ópera y como ballet, se convirtió en película y se estrenó en 1990, aunque con un reconocimiento discreto por parte de la crítica. La productora Hulu la ha llevado a la pequeña pantalla y en España está disponible en la plataforma HBO. La propia Atwood hace un cameo en el primer capítulo.

La convulsión política en EEUU; la llegada de la nueva primera dama, Melania Trump, que ha asumido un rol muy diferente del que tenía Michelle Obama, la hipersexualización actual. Todos estos ingredientes han vuelto a poner de actualidad El cuento de la criada, un libro que es una vacuna contra la misoginia y “contra del uso de la religión como fachada para la tiranía”.

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