En los años sesenta Italia perdía uno de los mosaicos que embellecían los grandes barcos del emperador Calígula en el lago sagrado de Nemi, cerca de Roma. La pieza fue hallada décadas después en Nueva York, usada como mesa de té, y ahora ha sido recuperada gracias a una serie de casualidades.

El vestigio fue presentado este jueves en el Museo de las Naves de Nemi (centro) ante la presencia del director general de Museos de Italia, Massimo Ossana, y de Roberto Riccardi, comandante del cuerpo de Carabineros para la protección del patrimonio, entre otros.

El regreso de esta pieza a Italia pone fin a toda una odisea que comenzó cuando se perdió su pista en los años sesenta. El mosaico perdido de Calígula data del siglo I d.C, época en la que vivió el polémico emperador, nacido en el año 12 y asesinado en el 41 por sus propios guardias pretorianos en el monte Palatino, tras menos de cuatro años en el poder que quedaron para la historia.

El mosaico perdido de Calígula expuesto desde este jueves en el Museo de Nemi.

La pieza formaba parte de la decoración de los dos grandes barcos que mandó construir en el lago de Nemi, un cráter volcánico próximo a Roma y que en la época del Imperio albergaba un santuario de la diosa Diana, según explicó en la presentación Massimo Osanna.

Las naves, en realidad auténticos "palacios flotantes", fueron el símbolo definitivo del polémico tercer emperador de Roma, del hijo del mítico Germánico, y demuestran en nuestros días "la grandeza de la ingeniería naval romana", añadió el experto.

No obstante los barcos acabaron hundiéndose entre el fondo del lago y tuvieron que pasar veinte siglos, hasta la década de 1930, para que fueran recuperados del lodazal. Expuestos entonces en un museo, sucumbieron a las llamas de la Segunda Guerra Mundial.

Entre los restos que se salvaron estaba este mosaico de teselas verdes, blancas y rojas, muy bien conservado, y al que, como ocurre muchas veces en la historia, se le acabó perdiendo la pista.

Redescubrimiento

Años después la historia de este buscado vestigio se ubica en la ciudad de Nueva York. La anticuaria Helen Fioratti, nonagenaria de orígenes italianos, ojeaba un libro escrito por el arquitecto romano Dario Del Bufalo de 2013 cuando reconoció un objeto muy familiar.

El precioso mosaico que ella usaba como mesa para tomar el té se parecía mucho al resto arqueológico que se mostraba en aquella página, explica a Efe De Bufalo. En realidad Fioratti, según explica el escritor, había comprado en la década de los sesenta esta pieza, hecha con la verdosa piedra serpentina y el rojizo pórfido, a la noble familia Orsini, entonces propietaria de la zona del lago de Nemi.

De este modo logró llevársela consigo a Nueva York escondida en la maleta de un amigo diplomático y, sobre ella, tomó el té y charló con su marido durante años. El mosaico se convirtió en un bien tan preciado para la pareja que Fioratti rechazó el millón de dólares que el museo Metropolitan de Nueva York le ofreció por él en los años ochenta.

Detalle del mosaico perdido de Calígula expuesto desde este jueves en el Museo de Nemi. EFE

Hasta que un día de 2013, en la presentación en la Gran Manzana de un libro de Del Bufalo sobre el pórfido, la anticuaria reconoció su preciada mesa. Dos ligeras marcas en sendos círculos de pórfido permitieron constatar a Fioratti y Del Bufalo que aquella era la buscada pieza.

Italia resolvía entonces el misterio del "mosaico perdido de Calígula" y recuperaba una pieza de valor incalculable de su propio patrimonio histórico. Y de este modo comenzaba las labores para llevarlo de vuelta al que debía ser su hogar, el Museo de las Naves de Nemi, a orillas del lago: "Es fundamental que los objetos vuelvan a su contexto", asegura Osanna, que dirigió en el pasado el yacimiento de Pompeya.

Con su inauguración este jueves, y tras haber sido expuesto previamente en la residencia presidencial italiana, el Palacio del Quirinal, el mosaico se puede visitar por primera vez en un museo, claro está con las pertinentes medidas contra el coronavirus. Un "final feliz" para Del Bufalo, artífice involuntario de este esperado y feliz hallazgo.

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