El proceso de creación de una película es un proceso solitario, que depende de la fuerza de voluntad de cada artista. Una tarea que es un trabajo en sí. Sentarse en una silla. Escribir. Borrar. Volver a escribir esa escena que no funciona. A veces incluso empezar de cero. Una labor ardua que en España no tiene la consideración que debería. ¿Quién paga ese trabajo de un año o dos en el que una película nace?, ¿cuánto reconocimiento tienen los guionistas que luego vendieron los derechos de una película por cuatro duros después de pasar años trabajando en ella?

Para evitar esta situación de desamparo la industria lleva años pidiendo que se recuperen las ayudas al desarrollo. Una inyección económica que permite que un creador se dedique a trabajar en su proyecto de forma remunerada para proteger su calidad y la dedicación íntegra al mismo. De momento siguen siendo un sueño, aunque hay instituciones que entienden la importancia de ese apoyo en los primeros pasos y empiezan a crear proyectos para acompañar a los artistas, tutorizarles y, además, darles una compensación económica.

Así funciona el programa Residencias de la Academia de Cine de España, que -con la colaboración del Ayuntamiento de Madrid- comenzaba a andar en septiembre de 2019 con 15 proyectos elegidos -finalmente han sido 16 ya que uno de ellos ha sido elegido para otra residencia en Cannes- para esta primera edición. Hay series, películas, documentales… todos se han juntado en un grupo de trabajo que desprende energía y ganas. La crisis del coronavirus les ha pillado a medias, cuando los guiones ya estaban avanzados, pero todos ellos siguen trabajando desde casa, se reúnen de forma virtual y siguen teniendo las tutorías con sus mentores.

Los alumnos de Residencias en la biblioteca de la Academia (antes del confinamiento)

Esa es otra de las claves de este proyecto, que no da una ayuda económica y deja al creador en su casa, sino que le da un entorno, clases, y tutores como Pablo Berger, Anna R. Costa, Carla Simón y Fernando Colomo. Les enseña a presentar su trabajo ante productores y les reúne con ellos. Algunos, incluso, ya se han interesado por varios de los guiones en los que trabajan los elegidos de esta primera edición que tendrá segunda parte con un aumento considerable del presupuesto destinado para ello y que también será apoyada por el consistorio madrileño tal como confirmó la vicealcaldesa Begoña Villacís hace unos meses.

Pau Teixidor, Mónica Demes, Guillermo García López, Amaya Villar Navascues, Pedro Aguilera, María Antón Cabot, Txema Torres, Ana Serret Ituarte, Pedro Collantes, Beatriz Herzog Ruiz de Alegría, Marta Nieto, Lorena Iglesias, Víctor Alonso-Berbel, Andrea Jaurrieta, Diego Pinillos y Óscar Vincentelli son los elegidos de esta iniciativa que coordina Inés Enciso. Entre ellos hay nominadas al Goya, actrices que saltan a la dirección. Novatos y directores con más experiencia que han creado una piña que se ayuda y acompaña. Suyos son los 15 proyectos que encandilaron al comité de selección de esta primera edición.

El momento de escribir es el más difícil y si no tienes una ayuda cómo vives… hay que dar valor a ese proceso, porque crear necesita tiempo y eso no suele estar remunerado

La coordinadora del proyecto, Inés Enciso, subraya la importancia de ese “apoyo al desarrollo” que cree que es la gran fortaleza del programa. “No sólo en lo económico, pero es que en el proceso de creación muy pocos apoyan económicamente y estás en la soledad de tu casa, con tu ordenador escribiendo y luego ves si una productora se interesa. Nosotros entramos desde el principio, desde que ese proyecto es una sinopsis o un tratamiento, y les acompañamos nueve meses. Se ha creado una sensación de hermandad, se apoyan muchísimo. El hecho de tener mentores como estos, formación constante… cubre muchas carencias y necesidades de esa primera fase de creación”, cuenta a EL ESPAÑOL.

Enciso confiesa que en su planteamiento original, esta iniciativa cuadraba más con “un perfil emergente”, pero que al ver los proyectos que llegaban se dieron cuenta de la importancia de esta residencia. “Entre los proyectos había ganadores de un Goya, gente que era su segundo o tercer largometraje o ganadores de la Concha de Plata en San Sebastián, lo que evidencia que hay una carencia y una falta de recursos en este sentido”, explica y reconoce que ella fue la más optimista en esa fase inicial en la que predijo 300 solicitudes. Llegaron más de 1.000.

En ese comité de selección estaba Carla Simón, que ahora también actúa de tutora de los elegidos. Califica esa experiencia como “loca y muy bonita”, porque a ella le encanta “leer proyectos de otra gente”, y especialmente cuando está en medio de un proyecto, ya que se encuentra preparando su esperadísimo segundo filme que llevará de nombre Alcarrás. Al principio le dio pudor eso de “tutorizar” a gente que incluso había dirigido más películas que ella, pero se dio cuenta que la mejor forma de afrontarlo era como si fuera “una conversación”. “Yo leo lo que ellos han escrito y comentamos, decimos las cosas en voz alta y eso hace que se den cuenta de cosas. Es una tarea más de acompañarlos. Para mí lo más importante es entender qué quieren hacer y comentarlo, no decirles esto vendería más, sino entender qué quieren contar.

Ella sabe que el proceso de escritura es “muy solitario”, y que cuando uno se atasca ya no ve lo que “está bien o mal”. Por eso cree que la oportunidad de estos elegidos de que sus compañeros se lean su materia y hagan “de frontón” es alfo mágico. Por eso subraya que hay que hacerlo aunque se tenga experiencia, porque siempre funciona. “Yo tiendo a hacerlo con mucha gente”, cuenta Simón que también valora el hecho de tener una rutina y salir de casa en ese proceso creativo, además de, por supuesto, “que es remunerado”. “Es clave, porque el momento de escribir es el más difícil y si no tienes una ayuda cómo vives… hay que dar valor a ese proceso, a ese tiempo, porque crear necesita tiempo y eso no suele estar remunerado”.

Hablan los alumnos

Andrea Jaurrieta estuvo nominada al Goya a la Mejor dirección novel hace dos años por Ana de Día, y con su segundo proyecto de largometraje, Nina [en mi principio está el final], ha entrado entre los elegidos para esta Residencia. Se enteró por Facebook, y se metió en casa para plasmar en un dossier una idea que tenía flotando y que entregó un día antes de que cerraran el plazo. Su película es un western moderno, “sin caballos”, como ella aclara entre risas, y que cuenta la historia de una mujer que vuelve a su pueblo para vengarse de una persona.

Este proceso se le está haciendo corto, y cree que es una iniciativa importante que debe perpetuar en el tiempo “por dos motivos”, primero por el alivio económico que supone esa ayuda que, aunque “no sea muy alta y todavía hay que compaginarlo con otros trabajos”, ayuda; y segundo por el apoyo continuo, el feedback de los compañeros, las ganas de trabajar y la formación constante.

Los creadores de las Residencias el día de su presentación junto a Mariano Barroso. Alberto Ortega Academia de Cine

Destaca el curso de 'pitching', donde les han enseñado a vender su propio proyecto, “porque no sabemos nada de marketing y somos unos patanes vendiéndolo” o los consejos legales sobre derechos y contratos, “cosas que no sabemos porque somos una generación que nos dan un paquete de pipas y consideramos que al menos vamos a poder hacer una película”. Sabe que esto se acaba, que los procesos son largos y que todavía queda para poder rodar ese western para el que en una reunión con productores hasta sacó una pistola. Debió funcionar, porque ya han prestado atención por él.

También lo han hecho por La hierba es negra, la mini-serie de seis episodios con la que entró en la Residencia Beatriz Herzog Ruiz de Alegría, que tras más de diez años en el departamento de ficción de Atresmedia trabaja en un “drama social y emocional vertebrado como un thriller” que contará la historia de amor “en el pasado entre una chica y un chico trans” que viajará al presente para investigar la desaparición de él. Una ficción con la que pretende mostrar “los estigmas sociales, penales y jurídicos” del colectivo y “el activismo transfeminista urbano de los últimos diez años en Madrid.

Nos enseñan asuntos legales sobre contratos, derechos... cosas que no sabemos porque somos una generación que nos dan un paquete de pipas y hacemos una película

Una historia que sería impensable en una televisión en abierto, pero que sí puede tener cabida en una época donde el gran “consumo de plataformas ha dado lugar a posibilidades de nicho que viajan a nivel mundial”. Mientras disfruta de lo que llama “un año mágico” en donde destaca el grupo que se ha creado, donde no existe la “competitividad” y la “formación que te hace volver constantemente sobre tu proyecto para aplicar esas cosas de forma casi inconsciente”.

El documental también tiene espacio en este proyecto. Entre los elegidos esta Esperando a ajo, un “documenta de creación con toques de ficción” que pone el foco en la obra y la vida de Ajo Micropoetisa, desde sus poemas a su trayectoria en Madrid. Es el trabajo de Txema Torres, que había trabajado con Isaki Lacuesta y en la televisión, pero que espera que este sea su primer trabajo como director. Un proyecto que llevaba tiempo en su mente pero que se enfrentaba a un problema: él vive en Sabadell y Ajo en Madrid, así que esta iniciativa cuadraba a la perfección con este documental.

De estos nueve meses destaca el trabajo con los tutores. El suyo es Pablo Berger, que le ayuda con los tempos del filme. “La mentoría es muy potente, te reúnes cada tres semanas con ellos y el proceso ha consistido, primero, en conocernos. En que él entienda lo que quieres hacer y que tú le entiendas a él”, cuenta Torres que hace hincapié en que ellos no se comportan como “una autoridad suprema que te dice lo que está bien y lo que está mal, sino que te acompañan, y eso es muy bonito”. Ellos son parte de esta primera clase de alumnos de una iniciativa de la Academia de Cine que se ha visto también afectada en su desarrollo por el coronavirus, pero que ni aun así ha parado y que ya prepara los mimbres de una segunda edición más ambiciosa. Ahora hará más falta que nunca.