A Farruquito le pasa como al Parrita: cuando lo parieron, ya salió cantando y bailando. Tiene la estrella esa, Juan, tiene ese toque de no se sabe dónde, de no se sabe qué: una gracia, un ritmo, un desgarro, una vocación poética al hablar -con destellitos lorquianos, si se pone-, un sentir apretaísimo, una pureza artística y una curiosidad vital que le lleva a patear los caminos, a mezclarse con las gentes, a jugar con todos los mundos.

Viene de saga larga, Farruquito, viene de estirpe con poderío flamenco: viene de una casa con las puertas abiertas donde siempre hay un plato más de comida para el que se presenta. Viene de una familia hospitalaria, de una madre que es tremenda titana -Rosario La Farruca-, de un tablaíto en el salón del hogar cuando era niño, mirándose en los espejos mientras taconeaba con rabia antigua. Amigos por todas partes. Más hermanos que los de sangre a un lado y al otro del planeta.

Dice que es un artista antisistema. Dice que cree más en dios que en la política. Dice que si España se pareciese más al pueblo gitano, las cosas nos irían más bonitas: porque nunca ha visto a una abuela gitana morir sola en un asilo, porque nunca ha visto a un gitano cobrarle el alquiler a un amigo suyo por quedarse en su casa un tiempo. Defiende el matriarcado gitano y asegura que aún padece racismo en aduanas y centros comerciales, donde le miran con sospecha. 

Él sabe de lo que baila: a los cuatro años, el crío ya lo petaba en Broadway. Poco tiempo después actuó en la película Flamenco de Carlos Saura. Ha dedicado la vida a su lenguaje favorito, que es éste: sentir el flamenco como una filosofía de libertad, y todo a pesar de conocer en primera persona la sombra de las rejas -de ese tema, lo deja claro, prefiere no volver a hablar, que ya dolió bastante-. Hoy presenta en el Teatro Real Farruquito y amigos, un espectáculo genuino, conmovedor, auténtico y muy personal donde cuenta con la presencia de su madre y de su hijo -Juan El Moreno-, además de con el grupo Retama, el bailaor Antonio Canales, el toque de Antonio Rey y el cante Pepe de Lucía.

¿Qué has aprendido del arte desde que te estrenaste con cuatro añitos en Broadway?

Más bien, yo soy como soy gracias al arte: cuando uno se enamora del arte siendo tan pequeñito, eso marca tu personalidad. Si no fuera flamenco, sería una persona totalmente distinta. Yo tengo que agradecérselo todo el arte y a las personas que me ha hecho conocer. Personas de distintas culturas, de distintas ideas, que no tenían nada que ver conmigo pero que a través de la música y del flamenco se han hecho mis hermanos. Eso es lo más bonito que ofrece el flamenco.

¿El talento nace o se hace, Juan?

Las dos cosas. Naces con una sensibilidad que te la da dios, o tus padres, o tu gente, y a lo mejor te atrae el arte, la música o el flamenco y se convierte en tu lenguaje. Te atrae tanto que necesitas compartirlo con los demás. Ese impulso es innato. Ahora: hay gente que nace con sensibilidad pero no la trabaja. El talento es el equilibrio entre el don y el trabajo.

¿Cómo es tu día siendo flamenco?

Es una forma de ser, es como ser hippie. Tú no puedes ser hippie sólo unas horas del día, porque es tu filosofía de vida. Y te digo: ser flamenco sin bailar y sin cantar es posible, ¿eh? ¿Qué quiere decir eso? Pues que es una forma de ser, somos como el pueblo gitano. El origen del flamenco es el pueblo gitano: nos gusta mucho la familia, la naturaleza, nos gusta compartir nuestras cosas, nuestro arte, nos gusta conocer gente para alimentarnos, nos gusta beber de otras fuentes y de otras músicas. El flamenco necesita expresarse, mezclarse. Luego cada uno es de su padre y de su madre. Yo soy igual que cualquier persona, me levanto y llevo a mis niñas al colegio, y luego me voy al Mercadona, pero lo mismo estoy allí y me dice mi mujer que vaya a por yogures y no me entero porque estoy pensando en una letra o un ritmillo.

En este espectáculo en el Teatro Real actúas con tu familia y amigos y os definís como hippytanos, ¿qué tiene Farruquito de hippie y qué de gitano?

De hippie tengo la libertad con la que me gusta expresarme y la libertad con la que me gusta vivir. Evidentemente, tengo que estar agarrado al sistema… pero no estoy yo muy a favor del sistema, ¿eh? Hay cosas que nos ordenan la cabeza y nos desordenan el alma. No sé decirte, yo soy antisistema porque siento que hay cosas que no pueden tener reglas, como la música y el amor. Eso no debería tener una hora ni unas normas. Luego existe la profesión, claro, pero eso es otro tema. Y gitano soy del todo, de diez o doce generaciones, y orgulloso de serlo, pero siempre siendo compatible con el siglo XXI.

¿Cómo puede hacer un artista para insonorizarse del sistema? ¿Se puede vivir de verdad al margen de la rueda?

A mí no me gusta hablar de política, sobre todo porque no la entiendo, y menos la de nuestro país.

Esa no la entiende nadie, Juan.

Pues eso. Pero sí te digo que el artista es antisistema haciendo arte, porque el arte no va con el tiempo, ni con la política, ni con las modas, ni con el interés propio. Va de repartir emociones a los demás. Sin público un artista no es absolutamente nada. Si esa reflexión nos la llevamos a la política o a cómo se trata la cultura en este país o cómo convivimos en una misma tierra -porque todos somos terrestres y humanos-… mira, en este país se discrimina al que tiene una clase más baja o al que tiene menos poder, pero eso en el flamenco no pasa. Si la política aprendiera del flamenco o de la manera de vivir de los gitanos, España iría mucho mejor, viviríamos en un país con mucha más igualdad. Yo estuve en Israel, en un pueblo que se llama Kibutz, y allí todos trabajaban para el pueblo y el pueblo les ponía casa y transporte y comida asegurada. ¡Si el mundo entero fuese así, podríamos dormir con las puertas abiertas!

¿Has sufrido racismo?

Y lo sigo sufriendo, vaya, a pesar de ser una persona conocida.

¿En qué aspecto?

Pues a lo mejor voy a pasar por una aduana y pasan tres rubitos delante de mí y nadie les dice nada y a mí me cogen y me cachean de una manera diferente. Te das cuenta de que te tratan así por el color de tu piel. Pero mira, el flamenco ha conseguido que una etnia minoritaria como los gitanos pasen de ser discriminados a ser admirados en todo el mundo precisamente por su arte.

¿Qué tienen que aprender los payos todavía de los gitanos, qué no han entendido sobre su vida, su cultura y su sentir?

Una de las cosas que tienen que entender los payos de los gitanos o de las etnias minoritarias es que somos menos. Pa’ lo bueno y pa’ lo malo. Somos menos, así que no pueden atribuirnos a nosotros el tópico de que somos incultos… vamos, simplemente por estadística, no es posible que entre los gitanos haya un número mayor de incultos que entre los payos. Esto no es ni una opinión, es lógica pura. Hay más payos incultos que gitanos, porque los gitanos estamos hechos de arte. Así nos lo han inculcado nuestros mayores. Venimos de familias donde los nuestros han tenido mucho contacto con la naturaleza, han trabajado en el campo, con los animales… han tenido luego un amor incondicional a sus niños…

Un pueblo que tiene ese contacto con la naturaleza, con los animales y con los niños, ¿qué va a tener de malo? ¿Tan avanzados que estamos hoy, que cuidamos más a un perro que a una persona, cómo no nos damos cuenta de los valores del pueblo gitano, señores? Son unos valores muy bonitos. Yo no he visto a ninguna abuela gitana morir en un asilo ni he visto a un gitano cobrarle el alquiler a un familiar suyo por quedarse en su casa el tiempo que haga falta, pero los payos sí. Hay infinidad de humanidad y de generosidad en el pueblo gitano, pero siempre salen los mismos tópicos: el desorden y la incultura. No, señores, así quedan cuatro gatos que son los que salen en el escaparate y dan mala imagen a todo el pueblo gitano. Decir que un gitano es inculto es como pensar que uno de Bilbao es etarra por ser de Bilbao, ¿sabes lo que te digo?

Rosario La Farruca y Juan, el hijo de Farruquito.

También está el estigma del machismo en el flamenco, aunque verdaderamente todos los géneros musicales se han visto contaminados por él y justamente en el flamenco ha habido grandes voces femeninas y grandes matriarcas con muchísima presencia. ¿Cómo lo ves tú?

Eso es así: en la historia del flamenco, los cantaores más importantes siempre han sido cantaoras. Pero no solamente en cante, en baile también. Si te pones a ver un poco la historia, ves que las primeras gitanas que fueron a Nueva York con el flamenco fueron las gitanas de Granada que venían de las cuevas del Sacromonte. El baile por excelencia antiguo del flamenco lo difunden las gitanas, las mujeres. Yo lo del estigma es que no me lo explico, porque en ninguna otra etnia se tiene el matriarcado que nosotros tenemos. Nuestras mujeres, nuestras madres, nuestras abuelas, son igual de importantes que nuestros padres, nuestros abuelos y hermanos.

Mira, mi madre empezó a dar clases en nuestra misma casa. Puso allí una tabla para que yo ensayara y se acabó convirtiendo eso en una clase, allí en nuestro saloncito con espejos en las paredes. Y consiguió que viniera gente de todas partes del mundo. Y luego ya ves tú cómo es mi madre: le daba pena todo el mundo y les acababa poniendo de comer a todos porque no soportaba ver cómo sólo se comían una manzana esperando su turno en su clase. Venían japoneses, americanos, franceses… yo he crecido comiendo en mi casa con gente de todas las culturas, las tradiciones, las ideas y las religiones posibles.

De hecho tengo dos hermanos míos que son judíos, son de Israel, y yo me quedo en su casa cuando voy allí y ellos en la mía cuando vienen, y uno de sus niños es mi ahijado. ¿Por qué te cuento esto? Porque un pueblo nómada como es el pueblo gitano no puede ser machista, porque se ha encontrado en el camino con tantísimas personas que se le ha abierto mucho la mente y está muy capacitado para respetar a todo el mundo y todas las culturas.

En España sí me doy cuenta de que la mujer está dolida, y yo lo entiendo, porque se la ha tratado muy mal, pero tampoco por eso se puede señalar a cualquiera de machista a la primera de cambio. Ni todas las mujeres son feministas ni todos los hombres son machistas. Cuando generalizas, te equivocas.

Padre e hijo.

¿Qué has aprendido de tu madre, Rosario La Farruca, y qué de tu hijo, Juan, que también te acompañan en este espectáculo?

De mi madre, muchas cosas. Es una luchadora con muchísima personalidad, con un carácter tremendo, siempre defendiendo a los suyos a muerte. Ha sacado los dientes cuando ha tenido que sacarlos. La casa de mi madre siempre ha sido la casa de todos, de toda la familia, de todos los amigos. Es muy generosa, muy hospitalaria con todo el mundo. Si la gente va a tu casa, es por algo, y eso lo ha creado ella. Tiene 58 años…

¡Qué joven!

Sí, pero créeme que en el baile esa edad ya no es de joven. El baile flamenco es muy sacrificado, las rodillas y las articulaciones sufren muchísimo. Ella ha tenido altibajos en su carrera, no ha tenido la continuidad que se merece por muchas circunstancias, pero su mérito es que siempre le echa talante y dice “¿cómo? ¿Qué es lo que hace falta?”, y dice: “Pum”. Y de mi niño qué he aprendido… pues ya ves, los niños son lo más bonito del mundo. Son el color, la ilusión, el jugar. Yo está feo que lo diga, pero soy el payaso particular de mis niños. Esa es mi verdadera profesión, lo del baile es una tapadera. Me encanta jugar con ellos y con mis sobrinos cuando todos los mayores se ponen a hablar en la barbacoa.

Eres un niño más.

Lo soy. Con los adultos me aburro.

¿Has sentido alguna vez el prejuicio homófobo de que los artistas hombres bailarines son leídos como gays -lo sean o no- sencillamente por no ceñirse al canon de masculinidad tosco y rudo, distante, inmóvil?

Pues es interesante eso que dices, pero es verdad y es algo muy antiguo. Vamos, que para ser gay no hay que ser bailarín, que el panadero también lo puede ser y muy bien que hace, pero es interesante la apreciación, porque no todos los hombres tienen un baile macho. Muchos hombres bailan como una mujer y de ahí la deducción de que es gay. Las mujeres suelen mover más los brazos, las manos, las muñecas, y por eso esos gestos se ven femenino. ¡Pero esto es danza, que no es ni macho ni hembra! Es propio del movimiento. Un pájaro no se mueve igual que un reptil, ¿no? El contoneo de una mujer y sus formas no son las del hombre, ¡ni el sentimiento! Cada uno baila como siente.

Has seducido al fotógrafo Richard Avedon, al diseñador Antonio Miró, la revista americana People te ha llegado a elegir como una de las personas más bellas del mundo… ¿Para qué sirve la belleza, Juan? ¿Te sientes guapo?

Los americanos son lo más exagerado del mundo, más que los andaluces (ríe). Son cosas que vienen en el camino y te sacan una sonrisa y te ayudan a ser más conocido y a poder desarrollar tu arte para más gente, pero a mí me motivan las críticas que hablan de mi profesión y no de nada más. Cualquiera puede ser muy bello en cualquier momento. El arte no es representar las cosas bellas, sino bellamente las cosas.

¿Crees más en dios o en la política?

Creo más en dios que en la política, y es por algo muy sencillo: porque para mí dios es amor, es hacer el bien, es no ser egoísta, es mirar por los demás… ese es el dios en el que yo creo, no en el anciano éste que viene montao’ en un caballo blanco. No creo en esa imagen. Creo en el dios que está en cada uno de nosotros, que hace que pasen cosas que no están en nuestra mano pero que hemos creado con fe y con amor.

¿Tú rezas, Farruquito?

Sí, y pido salud para los míos y para todo el mundo, le pido a dios que guarde a mi familia… pero poco más, ¿eh? Más bien le doy gracias todo el rato. Yo duermo mal y me despierto muchas veces en la noche, y echo una mirada a mis niños y a mi mujer y miro el teléfono por si me ha llamado alguien de mi familia y doy gracias inmensas de que estén todos bien.

Tres generaciones flamencas en el Teatro Real.

¿Crees que los andaluces tenemos que reivindicar más Andalucía? Otra comunidad bastante marginada y denostada… tomada siempre a cachondeo, sí, pero con una exportación de poetas y flamencos y artistas que da miedo verla.

Ya ves. Creo que la unión hace la fuerza. Al final se ha conseguido que el flamenco sea patrimonio inmaterial de la humanidad. Lo que pasa con Andalucía es que cuando nos interesa decimos que somos de Andalucía pero cuando nos vamos fuera… nos domestican. La gente prefiere comprar en el chino que en la tiendecita de la señora del barrio. Y los chinos vienen aquí a sacar dinero y luego se lo llevan a China. Eso es lo que nos pasa a nosotros con la cultura, que no la cuidamos nada.

¡Si el flamenco hubiese nacido en Nueva York, seríamos los reyes de la música! Pero en España cualquier niño -aunque su estilo sea cante lírico- tiene que grabar un tema de reguetón para que le escuchen en el mercado, ¿tú te crees que eso es normal? A mí eso me parece una pena. Y eso lo permitimos nosotros, que somos los consumidores. Si el Sálvame Deluxe no tuviese tanta audiencia ya habría desaparecido, pero ah, la tiene: la culpa de las marginaciones no la tienen solamente cuatro políticos, sino nosotros con nuestras decisiones.

El niño Juan, hijo de Farruquito.

Sabemos que el flamenco es estar reunido, cantar y bailar con los nuestros, disfrutar de la vida, celebrarla o llorarla, pero siempre con pasión. ¿A qué hora ha terminado la fiesta más larga de tu vida?

La fiesta más larga de mi vida terminará cuando me muera. La gran fiesta de mi vida es mi vida. Yo vivo así, aunque no cante o no baile, estoy en mi fiesta.

Tú has sido muy profeta fuera de tu tierra: en EEUU te han hecho la ola. ¿A ti te gusta decir “viva España” y llevar la bandera, o te dan miedo las connotaciones que a veces se le colocan a estos símbolos y expresiones?

Eso es como todo: yo no soy fascista por decir “viva España”, pero es que tampoco me sale mucho decirlo, en el sentido de que no me levanto por la mañana diciendo “viva España”. Yo digo “viva España” cuando estoy fuera, pero cuando veo lo que hacen aquí con el arte se me quitan las ganas de tó’ y digo “me cago en la mae’ de España”. Depende de lo que estés sintiendo y sufriendo en ese momento.

Si apreciásemos más lo nuestro no tendríamos tantas crisis económicas, ¡con el talento que hay aquí…! Yo pienso que nos falta un poco de organización y de aprender a ver lo que tenemos. Los árboles no nos dejan ver el bosque, me cago en la mar. Se desprecia al arte en España. Si los españoles nos miráramos como una familia, como nos miramos entre nosotros los gitanos… todo sería mucho mejor.

Tienes un toquecillo comunista tú, ¿no?

Yo no sé si soy comunista, soy artista y soy gitano y me encantaría que el mundo funcionase de forma más natural, con más cariño y menos interés.

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