Homenajes, inspiraciones, plagios. Se ha hablado muchas veces sobre apropiarse de las ideas de otros ya sea para hacer tributos o para sorprender a propios y extraños con una genialidad. Los nombres de muchas de las bandas más conocidas del mundo están implicadas en acusaciones de plagio o simplemente versiones de canciones memorables. Por todos son conocidos los casos de Led Zeppelin (incluso tomando música y letra de la canción original), Oasis (a mano armada) o el Creep de Radiohead. Por el talento que demostraron durante su carrera en sus otras composiciones resulta incomprensible.

Como no podía ser de otra forma, en la historia de la música de este país tenemos también unas cuantas inspiraciones no reconocidas que son bastante descaradas. Tanto la evocación estética como la musical ha sido en muchos casos excesivamente llamativa comparándolas con sus influencia extranjeras. Ahí están Hombres G que parecían homenajear a Beach Boys, Amaral con PJ Harvey y una infinidad más.

Sin ir más lejos y por lo que nos trae hoy aquí, hace dos semanas salió a la luz una canción llamada Maldito, de The Parrots con C. Tangana, que tras su aclamado álbum El Madrileño venía a colaborar con un grupo de rock de la escena de la capital.
Sin paños calientes la canción coge directamente el riff de guitarra y el punteo del comienzo de una de las canciones de culto más reverenciadas de los últimos tiempos: Marquee Moon, de Television. Por no cambiarle no le cambian ni el tono.

Respeto o apropiación

Esto despierta debates eternos. Si es un homenaje, ¿qué más da? ¿No se dedica Tarantino a darnos películas en las que todo nos recuerda a algo y se dice que son un homenaje al cine? ¿Es en el fondo este tipo de homenajes -en el que se cogen canciones de otros con pequeñas modificaciones- realmente un ejercicio de respeto y no de apropiación?
El hecho de que este debate se genere en torno a los derechos de la música y no suceda tan habitualmente con los derechos de explotación de una patente de propiedad industrial demuestra mucho qué es lo que piensa una sociedad en la que el único que está generando dinero de forma respetada es aquel que pasa 8 horas en una oficina, en un andamio o detrás de la barra de un bar.
Como la música no es algo considerado más que ocio en este país, qué más da lo que se haga con la música del resto: no es suya, es de todos. Pues resulta que lo primero que hay que hacer para llevar a cabo un homenaje en el que tomas algo tal cual sin reinterpretarlo de forma legal es pedir permiso al compositor, lo segundo que aparezca en los créditos (qué oportuno que ahora Spotify los incluya en su aplicación para ver cuándo aparecen mencionados los homenajeados) y lo tercero que se lleve parte de los royalties que genera la canción. Exactamente igual que si fuera parte de una patente realizada por Astra Zeneca o Pfizer.

Qué fue de la creatividad

Muchas veces pasa por mi cabeza qué habrá ocurrido con la creatividad de gente que ha demostrado ya muchas veces su talento -como pueda ser Noel Gallagher- para tomar una canción, letra incluida, y firmarla él mismo. Realmente habría que ser más creativo y no estar mirando qué es lo que se puede tomar de otras creaciones para que dé pie a hacer un nuevo hit. Me hace sentir como de vuelta a la famosa historia de Zetta, los móviles extremeños que consistían en una pegatina sobre un Xiaomi chino.
Gente que te descubre algo que ha creado otro llevándose su pequeña parte y sin reconocer la autoría original. Mientras el historial de unos es sobradamente conocido en este país, tenemos a The Parrots descubriéndonos Marquee Moon o Dead Ghosts (otro grupo canadiense al que la escena madrileña reverenció y homenajeó en los últimos años) y a Sen Senra enseñándonos el disco Blonde de Frank Ocean (basta comparar Un Puñado de Sensaciones con Nights del americano, sin ahondar en la estética y el estilo que resulta más que parecido), sólo por nombrar algunos casos contemporáneos.
Realmente digo todo esto a pesar de que a mí me gustan en gran parte estos homenajes no solicitados ni reconocidos, de hecho, aprecio las canciones de Led Zeppelin mucho más que las originales. Pero la música desde mi punto de vista se basa en la creatividad, y si no es así hay que solicitar y pedir permiso a los compositores. ¿Cuál debe ser la gloria de hacerte pasar por el creador o de creerte más listo que el resto, de creer ser el único que reivindica una música que no te pertenece? 

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