Contemplar en las Colecciones Reales españolas los lienzos de desnudos mitológicos de Tiziano y Rubens, y hacerlo con el respaldo de ser el pintor de cámara, casi intocable, fue lo que envalentonó a Diego Velázquez a acercarse a un tema tabú, con tantas restricciones morales en la España inquisitorial del siglo XVII, como las carnes femeninas. En este contexto, el sevillano trazó una de sus obras cumbre, la Venus del espejo, un cuadro plagado de misterios que aparece por primera vez referenciado en 1651 entre los bienes de Gaspar Méndez de Haro, marqués de Eliche y sobrino del conde duque de Olivares.

Si bien siguen siendo una icógnita tanto la fecha de ejecución como la verdadera identidad de la mujer que inspiró a Velázquez para retratar a su particular Venus, el lienzo del autor de Las meninas aterrizó unos años más tarde, en 1688, en la vasta colección de arte de la Casa de Alba. Y allí estuvo hasta 1802, fecha de la muerte de María del Pilar Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo, XIII duquesa de Alba; un momento de fuga de tesoros que todavía escuece en el seno de la noble familia.

Porque lo cierto es que el repertorio de cuadros y documentos históricos iniciado por el Gran Duque de Alba sufrió importantísimas pérdidas tras el fallecimiento de la modelo, amiga y ¿amante? de Francisco de Goya, como la Venus del espejo —que en 1905 fue adquirida por la National Gallery de Londres— o la Madonna de Alba de Rafael, también conocida como La perla, que hoy en día se exhibe en la National Gallery of Art de Washington. Algunas de las obras fueron expropiadas por orden de Manuel Godoy, figura preeminente del gabinete de Carlos IV, y otras fueron legadas por la duquesa a sus sirvientes y amigos

'Venus del espejo', de Velázquez. National Gallery

En una entrevista en RNE con motivo de la apertura al público del Palacio de Liria, el actual duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, ha recordado estas pérdidas sufridas por la Casa en 1802 a consecuencia de la polémica gestión de Cayetana, cuyo retrato es la obra más emblemática de su pinacoteca privada. "Era una mujer frívola que tenía muchos prejuicios en contra de quien le iba a suceder, el duque de Berwick, y fue mala época para la Casa. Esa es la realidad", ha disparado, recordando asimismo que la XIII duquesa de Alba no tuvo hijos y por lo tanto no desciende directamente de ella.

"Fue un personaje muy interesante, simpático, pero no fue buena para la Casa. Vendió cuadros y en su época se fueron obras como la Venus del espejo o la Madonna de Alba de Rafael. Dejó un Goya, pero dejó de dejar obras muy importantes", ha añadido el duque, quien en 2016 vendió al Museo del Prado por 18 millones de euros una obra maestra de Fra Angelico, La Virgen de la granada, y un año antes trató de subastar en Christie’s por 21 millones de euros una carta de Cristóbal Colón a su hijo. La operación fue frenada por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid al considerar la misiva no debía salir de España por su “evidente importancia histórica y cultural”.

'Madonna de Alba', de Rafael.

Duquesa de leyendas

Nacida el 10 de junio de 1762, María del Pilar Teresa Cayetana de Silva fue una figura icónica de la sociedad española de la época. Mujer culta, curiosa y refinada, su madre, María del Pilar Ana de Silva y Sarmiento, y su abuelo, Fernando Silva Álvarez de Toledo, XII duque de Alba, le brindaron una educación intelectual. A los 12 años fue casada con su primo José María Álvarez de Toledo y Gonzaga, XV duque de Medina-Sidonia, que era un joven distinguido, cultivado, melómano y muy vinculado con la realeza por su amistad con don Gabriel, el más querido de los hijos del rey Carlos III de España. 

Según José Manuel Calderón, director del Archivo Histórico de la Casa de Alba, la duquesa "era una mujer atractiva y de carácter abierto y reunía a su alrededor en el recién terminado palacio del Barquillo o en el palacete de la Moncloa, una corte de literatos, artistas, actores y actrices". Aunque no tuvo descendencia, adoptó hacia el final de su vida a una niña negra; y además de su legendario y fabuloso amorío con Goya —de ahí que se haya barajado también la hipótesis que Cayetana sea la mujer de La maja desnuda—, resulta excéntrica su rivalidad con la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV.

Se disputaron, en primer lugar, el amor del conde italiano Juan Pignatelli, que a su vez era hermanastro de la duquesa y un embustero que se aprovechó de ambas damas. En una ocasión, la reina le regaló al varón una cajita de oro con diamantes que este a su vez obsequió a la duquesa. Para compensarle el presente, Cayetana le entregó a su amante una sortija que el donjuan rebotó a María Luisa de Parma. La humillación para la duquesa fue total cuando en un besamanos a la monarca hubo de plantar sus labios en el anillo que le había concedido a Pignatelli. Su venganza consistió en entregar a los sirvientes de la monarca copias de una cadena de reloj que le había regalado la reina de Francia. De película.

Pero el tema de la herencia, como bien ha recordado el actual duque de Alba estos días, es la faceta más controvertida de su vida. Todo ello avivó la leyenda de que podía haber sido envenenada por sus sirvientes, a los que legaba en su testamento muchos de los tesoros de la colección, pero la exhumación de sus restos determinó que había fallecido a causa de una meningitis. Lo que nunca se podrá borrar de su legado, más allá de creerse a los detractores o partidarios, es que la muerte de la XIII duquesa de Alba significó la dispersión y pérdida de la mayoría de la preciada pinacoteca: según algunas fuentes, de los más de 3.000 cuadros que conservaba la Casa solo resistieron una treintena.

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