David Broncano es, tal vez, el último romántico. Dice que no concibe dormir acompañado “sin una pizca de amor”: “Hay noches del 15% de amor, de 30% de amor, pero no del 0% de amor. El sexo sin amor me parece gravísimo”, contó en una entrevista-encerrona en Hoy por hoy. La hizo por teléfono, desde la cama, porque no se despertó a tiempo, y la venganza fue deliciosa. A Broncano se le puede considerar un artista total porque ha creado su propio lenguaje, como ya hicieran Juan Ramón Jiménez o Chiquito de la Calzada: "pachacho" -"payaso"-, "jíbiri" -"maquinar, trampear, tramar algo"- o "amochar" -"quedarse pajarito", "palmarla"-. 

Nunca ha probado el café, y el alcohol sólo apenas, asomando los labios al vaso, como un niño grande vestido con traje y zapatillas. Es más de gazpacho que de salmorejo, más de Colacao que de Nesquick. Duerme en calzoncillos, se mueve en moto eléctrica -con la bici ya lleva cuatro infracciones- y es del Atlético de Madrid -como su padre-, aunque la única vez que ha empapelado su habitación con pósters, el elegido fue Laudrup. El primer disco que se compró fue de Extremoduro -quién le iba a decir que iba a acabar entrevistando a Robe sobre sus pocos recuerdos de la década de los ochenta-. El segundo, las Spice Girls, pero desliza que fue un regalo. Ya. 

Juega a la consola, ama el tenis, el esquí y el alpinismo; y allá en las montañas a ratos se juega la vida mientras en Movistar cruzan los dedos porque su niño bonito no la penque. No es un maldito, no es un chuloplaya, no se las da de rockstar de la comedia patria: David Broncano es un tipo apasionantemente sencillo, sin poses, sin afición a la elocuencia estupefaciente, sólo un adicto a los zumos de frutas con la ocurrencia siempre cerca, con la sorpresa cortita y al pie. No va de afters. No le interesa la ropa de marca y habla en catalán en la intimidad, como Aznar, porque le gusta “cómo suena”. Dale un torrezno o una concha Codan y el día le pintará mejor. 

Broncano en la escalada.

Cuando Broncano nació, un 30 de diciembre -Capricornio de libro- de 1985, la UNESCO confirmaba el casco histórico de Santiago de Compostela como Patrimonio de la Humanidad; los españolitos hacían huelga general contra las reformas al sistema de pensiones de Felipe González; las mujeres ingresaban por primera vez en la Policía Nacional y se reabría la verja con Gibraltar. El cómico sacó la cabeza en Galicia, pero se fue pronto a vivir a Orcera, un pueblecito de Jaén de 2.000 habitantes. Es el mayor de dos chavales: su hermano Daniel es clarinetista de la Real Orquesta Filarmónica de Londres. Él toca la batería. Juntos montaron, en 2013, el festival Música en Segura de la Sierra, que ya va por la sexta edición: poca broma. Estudió Publicidad y algunas asignaturas de Física, porque sí, porque le apetecía, y se fue a Madrid con un arito en el lóbulo izquierdo y los vaqueros rotos a buscar aventura.

Quequé: "Este hijo de puta va a dar que hablar"

Ahora lo peta en La Vida Moderna y en La Resistencia, donde sus entrevistas jugando en el filo se han convertido en una institución: ríete tú de Jesús Quintero -Risto no entra en el pódium-. En el plató nunca sucede nada anquilosado, nada ultraguionizado ni pretendidamente sofisticado. La Resistencia es ese lugar donde se conoce a la gente por lo fundamental: sus tonterías; sin grandes diatribas filosóficas ni insufribles speechs culturetas. Su amigo Quequé cuenta a este periódico que él le conoció porque fue al cásting de Estas no son las noticias. “Hasta ahí no le conocía de nada. De hecho, de ese cásting sólo conocía a Dani Rovira, y, visto con perspectiva, era un cásting de la hostia. Broncano era un niño Mowgli, recién salido de Jaén. Había grabado a lo mejor dos monólogos para Paramount Comedy y me sorprendió. Me gustaba por su desfachatez”, recuerda. 

Trío de ases.

“Coronas estaba en ese programa, y él y yo éramos como los teleñecos gruñones del palco. Llevábamos unos años en esto y éramos un poco cínicos, pero vimos a Broncano actuar y defender lo suyo y dijimos… está claro que este hijo de puta va a dar que hablar”, comenta. Se hicieron muy amigos, hasta que un verano, dos o tres años después, se le ofreció hacer un programa y le llamaron a Ignatius y a él. “Era para seis especiales de verano y mira. Se fue liando”. Era La Vida Moderna. 

Dice Quequé que se enamoró de Broncano porque ante todo es cómico, “y eso lo valoro mucho, porque hay muchos cómicos que anteponen otra cosa a ser cómico, como la ciudad de la que son o la ideología”. “David quiere hacer reír a la mayor cantidad de gente posible. Está tan comprometido con la comedia que a veces es un poco kamikaze. Mira, pienso en el chiste de Lorca [se refiere al programa donde Broncano le hizo Grinder al poeta], que te puede gustar más o menos… yo en mi programa no lo hubiese hecho, por ejemplo, pero me encanta que él lo haga”. 

Baila mal, canta peor y es un "yonqui" del deporte

Quequé defiende “ese cafrerío bien entendido”. Le cuesta seleccionar anécdotas con Broncano. “Las guays no son publicables”, ríe al teléfono. “Nos hemos descojonado mucho juntos, hemos convivido mucho y hemos viajado mucho. Uno de los mimbres del éxito de La vida Moderna es que somos muy amigos y nos podemos putear sin problema, queriéndonos mucho”. ¿Un defecto? “La impuntualidad. Le pegaría una paliza”. ¿Qué hay de su familia? “Conozco a sus padres y son una gente estupenda. En el programa tuvimos a su madre el 8-M, la llamé para preguntarle si David había sido educado en el heteropatriarcado, y me dijo que no, que ella había intentado que no fuera así”.

Los chavales de La Vida Moderna.

Comenta que su colega “baila realmente tan mal como parece, es como estos muñecos que se ponen al fondo en los estadios y que hacen movimientos rarísimos con el viento, y luego tiene otro problema al cantar”: “Tiene el oído de madera. No entona ni de coña. Como mucho rapea”. Recuerda su poca afición por los libros y el cine, “pero le gusta esto que ahora llaman urban, y el rock, sobre todo”. 

“Hay que ir quitando este cliché de que los cómicos son siempre gente desfasada, que vale que quede gente como yo, de vida disoluta, pero David nunca ha querido hacerse un personaje con eso: no bebe, pero algo sale por las noches y le gusta pasárselo bien y bailar mal, está muy metido en los deportes, y el tío arriesga… es un yonqui, es un yonqui”, bromea. “Luego la gente dice que no sabe hacer entrevistas, pero a mí me parece que nos da momentos televisivos impagables, como con Albert Pla. En La Vida Moderna recuerdo cuando vino Andrea Levy y la recibimos al grito de ‘fascismo del bueno’. A mí me gusta mucho su estilo, que es más charla que entrevista”. Él lo llama “sal a jugar al patio con Broncano”.

La pasta, el ateísmo y la libertad

Se acuerda de que un día, hace muchísimo tiempo, se pusieron los dos a comentar que les extrañaba mucho que en España nunca se hablase de dinero, porque en Inglaterra hay periódicos con secciones enteras dedicadas a que la gente revele su parné. “Yo creo que todo esto es por el catolicismo. Y David no es católico, ni yo tampoco, pero bueno, lo tenemos dentro. Hablábamos entonces sobre cómo sería tener a Antonio Banderas delante y preguntarle por la pasta. Ahora se ha convertido en su pregunta estrella y está muy bien, porque en España parece que tener dinero es sinónimo de ser culpable de algo”.

Broncano y Quequé.

¿Qué hay de la libertad ideológica a la hora de hacer bromas? “Hacemos lo que podemos”, dice Quequé mientras aspira el cigarro, con cierto cansancio. “Lo que podemos y hasta donde podemos. Me encantaría que España fuese como EEUU, donde no te llama todo el puto mundo cuando haces un chiste sobre ellos. Aquí te llama todo dios, todo el espectro político, el de Endesa y el vecino de enfrente. Por dios, dejad de llamar. Si queréis que haya comedia libre, dejad de llamar”. 

Pinacho: "Un día se va a quedar tonto de verdad"

Cuenta Álex Pinacho, el community mánager de La Resistencia, que Broncano “madruga mucho para irse a la montaña siempre que hay nieve, y es mucho de pirarse a sitios como el Círculo Polar Ártico”: “Se la juega, ¿eh? Un día se va a quedar tonto de verdad”, bromea. “Pero luego sí que está pendiente de las redes, inevitablemente, otra cosa es que adopte un perfil más discreto. Yo a David le conocí cuando estaba trabajando en la radio, en La Ventana, y hacía una obra de humor. Cuando surgió lo de La Vida Moderna me hizo una entrevista de lo más sobria y formal, lo que viene a ser una reunión de trabajo”. Señala Pinacho que no están todo el día “en el desparrame”: “Luego David es un tío cabal. A él le fluye mucho la comedia, pero no tiene constantemente ese tono que vemos en La Resistencia, sino uno bastante más relajado. No está todo el día jíbiri, ¿sabes?, aunque a veces se espera todo el rato eso de él y es un poco estresante”. 

Broncano de joven.

Recuerda un viaje que hicieron a Dublín. En el avión de vuelta coincidieron con dos colegios. “Era una cantidad bestial de niños detrás de él, era un poco loco. Más bien incómodo. Pero él siempre es muy amable con la gente, a pesar de que venía cansado de grabar, de currar… pues se paraba con la horda de chavales a sacarse fotos”. 

Cuenta que, aunque no comparten el grupo de amigos íntimo, Broncano no puede salir “a Malasaña ni a sitios así, simplemente porque ya no puede disfrutarlo, no por desprecio a la gente, sino por su propia intimidad y espacio”. “En La Resistencia a veces se juega a ocultarle cosas, porque el mejor Broncano es improvisando. Se busca que sea natural, que sea fresco. Sabe más o menos el guion pero no se le cuentan detalles sobre cómo se va a desarrollar una sección, por ejemplo. Nunca sabe lo que va a hacer Ponce. Y es verdad que llega tarde por definición. Al vuelo de Dublín que te contaba llegó al límite, me consta que ha perdido varios vuelos”. 

Los zumitos, el Tinder y las entrevistas tensas

¿Qué hay de las entrevistas incómodas y comentadas en redes, como la de La Zowi? ¿Lo pasa mal? “Bueno, se habló mucho de esa entrevista y yo creo que tampoco está mal, sólo que era una chica que no está habituada a los círculos de entrevistas. David nunca va a la defensiva, pero creo que como ella no le compraba ningún chiste, él se enmarañó. Es como: ¿quieres barro?, pues bajamos todos al barro. Y todo se atasca. Es gracioso eso, esa incomodidad es bonita”, reflexiona. “Ya a nivel personal, lo he hablado con él y no lo pasa realmente mal. Es consciente rápido de cuando entra en barrena y va frenando”. ¿Es cierto eso que dicen los haters de que hay cierta superioridad intelectual por su parte? “Bueno, es que él es muy rápido. Yo por el tono ya se lo noto, por el brillo de la voz sé cuándo está cómodo y cuándo se libera totalmente del guion, que es lo que más le mola”.

Broncano.

Siempre le ve llegar con sándwiches, con zumitos y plátanos. Escucha Antrax y juega a la consola. Explica Pinacho que les hace maldita la gracia la coña de algunos usuarios de “El Tinder de Broncano”, es decir, la acusación coñera de que algunas entrevistadas hermosas sean vistas por cierto sector del público como potenciales ligues. “Pensar eso es de subnormales. Hay mucha gente que lo comenta en Youtube, pero son de perfil Forocoches. Nos hartamos de traer a campeonas en su actividad y lo único que dicen es si está buena o si Broncano se la folla: es infundado y da penita, no es representativo de nuestro público”. Su público, dice, es “gente de entre 20 y 40 años, y yo diría que más bien de izquierdas, de mentalidad progresista, sin duda; pero a veces la cosa se abre y llegamos a gente que, de verdad, no entiendo cómo nos sigue con las barbaridades que dicen”.

Los ofendidos: la plaga

¿Líneas rojas sobre las que no hacer comedia? “La única es la ley. Por suerte tenemos bastante libertad. Yo llevo las redes sociales y jamás nadie me ha dicho que no pueda publicar algo. Ya te digo que el único límite es la legalidad, esto de: eh, si queremos seguir haciendo esto, mejor que no nos metan en la cárcel. Lo único que me dijo Broncano cuando empecé fue: ‘No hagas nada anticonstitucional, pero haz lo que te salga de las narices’”, ríe. “En La Resistencia se le da prioridad al envoltorio más que al mensaje, al chiste por encima de todo. No buscamos posicionarnos con ninguna causa. Si intentásemos hablar en serio, estaríamos perdiendo el tono”. ¿Qué hacemos con los chistes de Ortega Lara y la polémica con Iggy y su monólogo censurado? “Es un tema muy sensible y no queremos que los jueces se agobien con esto. El límite es la ley”. 

También hubo un sector de la izquierda que arremetió contra el chiste de la playa de Lesbos. “Yo no entro al trapo, pero me hace gracia que el otro día se hacía un chiste sobre las violaciones en el Vaticano y nadie se ofendía. Ojo, y es un chiste también sobre el sufrimiento de menores, pero la imagen de Aylan se ha popularizado tanto y es tan visual que molestó más. La gente en redes sociales quiere hacerse la justiciera, pero de forma intermitente”.

Pepe Colubi: "Es un gran sobremesero"

Pepe Colubi cuenta a EL ESPAÑOL que Broncano “le parece un genio, único y necesario, además de muy generoso”: “Es generoso porque reparte juego, porque confita talento y porque está extendiendo un género que tampoco teníamos tan conseguido en España, que es el late night. A mí sus entrevistas me parecen excepcionales. Siempre recomiendo buscar la de Krahe en La Vida Moderna”. ¿De qué hablan? “¡De nada! Pero imagina la combinación… incluso empiezan a hablar de beber o no beber alcohol. Es una conversación brillante. Broncano tiene mucho bagaje, sabe de todo, es un cómico con estudios, con muchísima cultura general. Bromea siempre al borde, juega con las tarjetas, tiene muchos datos y no sabe cómo arrancar… es genial creando esa tensión”, explica.

Broncano y Colubi.

“Todos sabemos, aunque el entrevistado no nos interese en principio, que con Broncano va a pasar algo, aunque después no pase nada. Pero sabe imprimir esa indecisión. Se salta un montón de reglas de amabilidad, por ejemplo, a la hora de despedir la entrevista. Tiene una cualidad que en este caso es virtuosismo, y es una absoluta falta de empatía con el entrevistado, en el sentido de que le da exactamente igual la fama que tenga. No se corta en hacer preguntas tan incómodas como la de la pasta”. 

Colubi cree que Broncano es un gran rupturista de las reglas. “El hecho de que Piqué, con todas las peticiones que tiene, fuese a hablar con él y el show que generaron esos dos cracks… fue un momento histórico de la televisión”. Pepe le conoce desde hace años y ya quedó conquistado con su faceta como stand up. Luego fue a Ilustres Ignorantes e hicieron bastantes bolos juntos. “No es un tío competitivo, al revés. Pero hoy hay cómicos que están siempre como en una carrera. Tú generas un chiste al lado de Broncano y sabes que en su cabeza hay diez o doce chistes nuevos bullendo. Es muy genuino, muy rápido. Crea su propio lenguaje, su background autorreferencial, como las bromas con Excálibur”. Destaca también que es un gran “sobremesero” y subraya que su única ideología “es la convicción de que el humor es todo, la vida, y su única manera de editorializar”.