Esta entrevista empieza en el segundo vermú, como las expiaciones dialécticas. Abel Azcona es un artista extremo y herido de vida, por eso expresa el mundo en su versión más descarnada y honesta: se le nota hasta en la forma de alzar los ojos, de entrelazar los dedos, de desnudarse verbalmente. Se despioja de dolores, se estudia, se escruta, se expone, se aprende. Hijo de prostituta y prostituto travestido -en ejercicio trans para entender a su madre-, niño abusado, adolescente brillante e incómodo que arrastraba viejos patrones, adulto consciente de sí mismo, creador punzante y sangrante como una raspa en el ojo. 

Charlamos sobre sexo con el hombre que denuncia hilvanando hostias consagradas -y construye la palabra “pederastia”-, el ateo insoslayable, el ser extraño y lúcido que sólo sabe nadar a contracorriente, que sólo sabe vivir en el filo. 

¿Qué es el sexo para Abel Azcona y qué importancia tiene en la vida? 

Ha sido algo que he tenido que trabajar durante años, porque fue algo muy negativo en mi experiencia vital. He tenido que empoderarme, trabajar mucho personalmente y hacer un proceso de larga duración con una temporada totalmente asexual por “miedo a”. Ha llegado un momento en el que he aprendido a conocerme, a hacerme fuerte y a utilizar la sexualidad de forma positiva, incluso placentera. 

Háblame de esas experiencias malas que tuviste. 

Estoy marcado por el abuso sexual infantil que sufrí de los 3 a los 5 años. No algo explícito: era una persona que te humillaba, te tiraba del pene; una prostituta del entorno intrafamiliar. A partir de ahí detecté en mí un diagnóstico: la repetición de patrones a través de historias adversas. Entonces lo que yo hacía con 8, 13, 15 años, era irme a sitios donde sabía que había “vicio” y repetir patrones de abuso. Por ejemplo, a los 14 años me iba a zonas de cruising y me dejaba tocar por viejos de 70. Ahora por suerte controlo más la situación, pero también sé que aquello era abuso sexual infantil por mucho que yo me dejara y yo fuese voluntariamente: era un niño. Esas repeticiones del patrón me ha costado mucho dejarlas. Tengo una familia de adopción que lo ha negado siempre todo. De hecho, hace poco, en una conversación con mi madre adoptiva por teléfono, me reconoció que sabía algunas cosas que nunca me había dicho. Fue como que vi la luz, porque siempre ha sido como…

Abel Azcona. Clara Rodríguez.

Lo has vivido de alguna manera solo, en tu cabeza. 

Sí. Y tenía terrores nocturnos de niño. Soñaba con abusos sexuales siendo niño y luego, al día siguiente, pensaba que lo había vivido de verdad. Tenía que estar con medicación. Fue muy jodido. 

¿Cuáles eran tus pensamientos entonces y cuáles lo son ahora respecto a ese drama? ¿Cómo te lo explicas a ti mismo?

Cuando hacía esas repeticiones era muy complicado, porque me dejaba totalmente tocado. Yo vivía en la performance como vivo ahora: me hacía daño a mí mismo para luego intentar colocar, pero no colocaba las cosas del todo, porque evidentemente no tenía los conocimientos necesarios, ni las aptitudes, ni los recursos. Ahora tengo la suerte o la desgracia de que trabajo con el sexo públicamente en la performance y mucha gente de mi entorno está concienciada con el tema. Creo que he conseguido crear una especie de equilibrio afectivo-sexual medianamente estable. 

Todos somos un poco inestables. 

Sí, y yo el primero, pero en las relaciones personales afecta mucho lo sexual. Uno de mis mayores problemas durante años con mis parejas ha sido que el sexo sólo me gusta los primeros meses. Luego hay un momento en el que no quiero. 

¿Rechazo?

Sí, por la repetición del patrón, siento que es abuso de nuevo. Con todas mis parejas me pasa a los nueve o diez meses del comienzo de la relación. Al año dejo de tener sexo y se acaba rompiendo la pareja. Me ha pasado como 16 veces.

¿Hay algún método para que eso no suceda?

Romper la pareja. Yo no tengo problema, porque no tengo necesidad de tener pareja. No creo en las parejas, de hecho, no creo en el concepto del amor romántico, me parece dañino, me parece muy de Vox. Pero claro, lo que me pasa es que no tengo padre, no tengo madre, no tengo nada, y al no tener nada llega un momento en el que busco un vínculo de alguna forma. Tengo conexiones insanas con mis parejas, porque creo que las convierto en algo más de lo que debe ser una pareja. Obviamente, aunque no crea en el amor romántico, tengo relaciones tóxicas como todo el mundo. Tengo un discurso y unas ideas hiperfeministas pero la propia experiencia me hace decirme “si necesitas alguien al lado es porque respondes a patrones que tienen que ver con el daño psicoafectivo”. Por eso antes de empezar con una persona saco toda mi mierda: siempre aviso y explico todos mis procesos, y a todo el mundo le parece una pasada, pero claro, cuando se meten dentro no es tan fácil.

Abel Azcona. Clara Rodríguez.

¿No sigues enamorado de alguna de esas relaciones? 

Enamorado no. Yo no me he enamorado nunca. 

¿Nunca?

No. ¿Qué es el amor?

Dímelo tú.

Para mí el amor es un trastorno del apego. Es una forma más de expresar que la vida es muy complicada y tenemos un montón de taras. Por eso llega un momento en el que encuentras a una persona en la que sientes que puedes arraigarte y transmitir todas esas taras mutuamente y hacer una especie de mejunje ahí chungo. Es un trastorno porque se nos ha vendido como algo ideal, como algo perfecto, y hemos construido una sociedad capitalista y patriarcal que tiene que ser edificada en pareja, porque si no eres un paria. Esto no funciona. De hecho, ahora somos muy rápidos. Las parejas se separan enseguida y el 80% se divorcia. 

¿Qué importancia tiene la belleza?

Yo creo que la belleza es como el amor en ese sentido, pertenece a una subjetividad. Y es lo más bonito, que las cosas sean subjetivas. La belleza es absolutamente subjetiva. De hecho, yo tengo unos cánones de belleza muy particulares. Lo que a mí me gusta para la mayor parte de mi entorno no sería bello, pero quizá esa es la gracia que le encuentro. Tengo unas filias un poco complejas. 

Pero tú eres canónico. 

Eso ya no lo sé, no me voy a meter, que bastante complejos he tenido. 

¿Cuáles son tus cánones?

Tengo temporadas muy raras. Por ejemplo, cuando viví en Brooklyn me gustaban las mujeres negras y gordas. Me encantaban. Con cuatro copas me atrae casi todo. No hay mayor problema: me he ido de borrachera, y si me gusta alguien lo subo a casa, y si me apetece follo y si no, no, si ese día tengo movidas mentales en la cabeza igual no puedo. A veces me apetece y me deja de apetecer. Tengo la cabeza loca, y a veces no gozo. Yo soy la típica persona que nunca me llevaría a casa. 

¿Cómo afectan las drogas al sexo?

Pues depende. Si vas drogado desde las siete de la tarde y acabas ligando a las siete de la mañana no se te va a levantar. A mí me pasa mogollón lo de ir a hoteles y que luego no se me levante. Pero bueno, ya que estás te quedas a dormir y ya echas el mañanero, que siempre funciona. 

¿Cuál fue tu primera experiencia sexual consentida y deseada? 

Con 19, que supongo que es tarde. Con 14 y 15 había hecho cosas, sexo oral, etc, pero la penetración fue un día antes de cumplir los 19 con una pareja que tenía. Su abuela estaba en una residencia y fuimos a su casa, que era la típica casa medio abandonada con los muebles tapados con sábanas, era horrible, me acordaré siempre de ese lugar. 

¡Es teatral! 

Si, pero… (risas). También recuerdo una experiencia con 16. Mi familia adoptiva me había comprado una cama-barco y la chica estaba arriba esperándome, pero yo estaba muy nervioso, me ponía el condón y cuando subía ya se me había bajado. ¿Sabes esas camas que subes por una escalera y bajas por un tobogán? Ella estaba tumbada en plan estrellita… yo muy torpe. Así que después de la quinta pensada lo dejé para más adelante. 

¿Qué carencias ves en la educación sexual de los niños? 

Mira, dimos unas conferencias en Suiza a favor de hablar de la violencia sexual también a los niños. Yo creo que un niño desde los 6 o 7 años ya tiene derecho a conocer lo que es el abuso sexual, para protegerse. A un niño se le puede explicar perfectamente que tenemos penes, vaginas, que se lubrica, que se da a luz, porque la carga sucia del sexo la ponemos nosotros. El sexo no es enfermo ni vergonzoso. Los niños ven los Simpsons: ven borrachos, ven sexo, ven de todo. Es mejor que esa información le llegue de manera adecuada por parte de los adultos.

Abel Azcona. Clara Rodríguez.

¿Cuánto en el sexo es política?

Es complicado, porque yo creo que todo es política. Hasta la imbecilidad es política. Si eres tonto o imbécil hay ahí un trasfondo político para que hayas llegado a ser tan ignorante o mediocre. En el momento en el que nací de una prostituta que intentó abortar, nací como sujeto político. Mi vida es política. El sexo es política porque vivimos en una sociedad en la que la sexualidad se ha visto como algo malo, tenemos influencias muy fuertes de la iglesia católica, que se basa un poco en jodernos el placer, en decir que la mujer es el demonio, etc. La culpa que nos ha dado la religión conlleva muchas cosas nocivas: tenemos que crear morbos sanos, quitarnos toda esa herencia de mierda. 

¿Y en cuánto a la problemática de la prostitución: eres abolicionista o regulacionista? Tú que la has vivido tan de cerca… 

Soy absolutamente abolicionista. Me atacan mogollón pero he sido hijo de una prostituta y también prostituto. He trabajado en el arte con la prostitución, conozco mogollón de gente en mi entorno que ha vivido eso y sé que es una herencia de algo que si se hubiese trabajado bien, no ocurriría. Si no hubiese este catolicismo, este machismo, si no se usase a la mujer como objeto… no estaríamos en una situación como ésta. Si no fuese por este capitalismo tan voraz no se podría codificar así el cuerpo. 

¿La prostitución es síntoma de una sociedad enferma?

Sí. Conozco prostitutas que se sienten empoderadas y según ellas están muy felices, dicen que quieren ser prostitutas, etc. Pero en cuanto rascas un poco el discurso chorrea, siempre son las mismas frases y los mismos códigos. Conozco a Amarna Miller, y ella ya, por ejemplo, ha salido del porno y va cambiando el discurso. Al final todas quieren salir, van abriendo los ojos. 

En cierto momento crees que van despertando.

Sí, estás metido ahí hasta la cocina… llega un momento en el que te empoderas hasta en eso, pero claro. A ver, si esa persona considera que eso es sano y que quiere utilizar su cuerpo como le dé la gana, adelante, pero también hay pederastas que piensan que es sano violar niños, porque están empoderados en eso. Uno es un factor personal y otro u factor externo, no es lo mismo, pero la prostitución no deja de ser un abuso sexual. Yo ahora cojo y violo a una persona y le puedo poner mil euros o una pistola, hay muchas formas de coacción. El capitalismo ha hecho que parezca mejor poner los mil euros que la pistola. pero si necesitas esos mil euros es porque el sistema ha hecho que estés en una situación de precariedad, de vulnerabilidad. Seguro que si una prostituta tiene dos mil euros al mes en el banco no hace eso ni de coña. Evidentemente, el sistema tiene que cambiar por otro lado.

Abel Azcona. Clara Rodríguez.

¿Cuál fue tu experiencia como prostituto?

Fue en Colombia. Intento contarlo siempre desde la humildad porque soy consciente de que mi situación es una situación de poder. Al final soy un hombre blanco y hetero, y eso es una puta mierda, porque intento plantear un discurso muy subversivo y tal, pero al final la vida te lleva por unos caminos que no sabes. 

Ya, pero tú no puedes evitar ser lo que eres. Lo importante es que hagas un buen trabajo desde ese lugar. 

Ya, pero si yo soy una prostituta transexual y me empodero, pero la gente no sabe lo que eres, tienes una situación de poder: te puedes ir a casa, puedes decir “no” cuando quieras, tienes dinero en el banco… desde esa humildad yo quería una vivencia. No fue exactamente un proceso de transexualidad ni de prostitución: fue más bien un trabajo de empatía con mi madre, porque es lo que conozco y de lo que puedo hablar. Ese proceso ‘trans’ no es trans a mujer, es trans a mi madre. Yo tenía su nombre de prostituta: Vicky, Victoria. Era lo que yo buscaba. Aluciné mucho en Colombia, vi que muchos hombres se iban con prostitutas trans y te pedían que fueras hiperfemenino, pero luego me pedían que me quitara la peluca. Esas situaciones son estudios sociológicos que hago en primera persona, me empodero en ellos y aprendo, ya que estoy tan pasado de rosca y soy capaz de meterme ahí. A veces me quedo peor de lo que estoy, pero ya sé vivir en esta especie de limbo y ahí funciono. 

Hablemos de tu performance mítica sobre la pederastia. ¿Molestó a gente que tú quisieras?

El juez me dice “no, es que querías ofender”. Y yo pienso: “Igual sí”. Passolini decía esta frase maravillosa: “Ofender es un derecho, ser ofendido es un placer”. Yo lo pienso así, y eso se traslada a lo sexual: hay morbo en la ofensa. Hay cosas en el sexo que te ponen porque te ofenden. La fuerza, las palabras, las situaciones de poder, el daño (un poquito o un mucho)… siempre que sea consensuado, lo que sea.

Pero, ¿no se ofendió entonces alguien que tú amases?

Es que yo no amo a casi nadie, casi ni a mí. En ese sentido yo lo entendía como parte de la pieza. Pero vi dos mil personas en la calle echándome agua bendita, con cruces de madera… “Abel, vuelve, dios te ama”. Era una situación onanista. Eyaculaba conmigo mismo. Me parecía arte puro todo. Yo soy un performer de mierda al lado de ellos. Moló.

Abel Azcona. Clara Rodríguez.

¿Qué es lo que los hombres heterosexuales desconocen del placer femenino?

Es que si te defines como hombre heterosexual ya no es que desconozcas el placer femenino, es que desconoces la vida, en general. Los hombres nuestro mayor placer lo tenemos en un sitio al que los hetero tienen pánico: el placer anal. Yo puedo hacer que un hombre hetero eyacule en un minuto, sin el pene duro, sólo tocándole en cierto sitio y haciendo un pinzamiento. Ese orgasmo es increíble, es un orgasmo con profundidad, dicen los sexólogos. Es una calentura que empieza a vibrarte el cuerpo, eso con el pene no sucede. 

¿Hay algo homofóbico en ese rechazo al ano?

Evidentemente homofóbico, tardofranquista, cristiano y un montón de términos. El ano es el pozo del demonio. Tengo suerte de que en mi entorno de amigos heterosexuales hay mentalidades muy abiertas.

¿Cuál es la diferencia sustancial entre tener sexo con una mujer y tener sexo con un hombre?

La mente. Tu construcción.

¿Se ha sacralizado mucho la penetración?

Sí. Yo el tema del pene lo he intentado trabajar de forma diferente. En un libro digo que yo tengo un vagina alargada. Siempre he intentado deconstruirlo: yo por ejemplo no tengo un pene grande, tampoco te voy a decir pequeño, pero entre pequeño y grande, más bien pequeño. Pero es curvo y va directamente al clítoris. En España parece que no puedes oír a un hombre decir que tiene el pene pequeño. Hay un discurso muy aprendido. Yo en este sentido siempre he sido muy público. De hecho se liga más diciendo que tienes el pene pequeño que diciendo que lo tienes grande: lo tengo comprobado.

¿Hay diferencia entre la forma de practicar sexo de las personas de derechas y las de izquierdas?

Hombre, sí. Yo cuando más salido he estado siempre me he follado a gente de derechas. A los de nuevas generaciones de Pamplona me los he tirado a todos. Eran quince, pues a los quince. Y a dos parlamentarios del UPN del Opus. Al europarlamentario del PP. Los más fachas, fachas, del Opus de Pamplona son prácticamente todos homosexuales. Todos casados y con hijos. Todos me odian pero me ven en un bar y se toman cuatro vinos criticándome, y yo voy borracho y me los tiro. Son así. Me da morbo. Ahí la conducta es mucho más animal: como su raciocinio es contrario a lo que están haciendo, les sale la parte más primitiva. Y si eso lo sabes controlar puede dar frutos. Hay algo de abuso sexual, tal y como lo manejan ellos. Lo viven de una forma muy animal, muy chunga.

¿Y la gente de izquierdas?

Son bastante malos folladores. Cuando el discurso es muy liberal, el sexo es muy racional, demasiado atado. Muy típico, muy respetuoso. Y el sexo tiene que ser consensuado pero se debe perder un poquito el control. 

Que no parezca esto un examen de álgebra. 

Exacto. Evidentemente hay que preguntar y tiene que estar consensuado, pero se tiene que ir un pelín. Con gente conocida, claro. 

¿Cuál es el/los mayores tabúes sexuales que perviven en la España de 2019?

Yo me muevo en un entorno muy liberal y no me he encontrado muchos tabúes. Tengo la suerte o la desgracia de que tengo un posicionamiento muy claro y público. Esto ha hecho que tenga un entorno comprensivo. Pero sí: el terror anal, el terror al placer, la filia trans, la mujer sumisa, un montón de cosas. Yo he tenido dos parejas trans, y me parece que con todo genital te lo puedes pasar de puta madre. Con todo te lo puedes pasar bien, pero te tienes que deconstruir. Le damos una potencialidad a los genitales que no tienen. El morbo es externo.

Abel Azcona. Clara Rodríguez.