De Jaén para el mundo. Pamela Palenciano es una fiera hecha mujer: cálida, discursiva, temperamental, llana, empática. Se quita uno a uno los pelos de la lengua y derriba los clichés del amor romántico en su exitoso monólogo No sólo duelen los golpes, a la vez que enseña a los jóvenes a detectar los primeros síntomas de maltrato. Ella lo vivió en primera persona. No mama sólo reflexión y referencia intelectual: cree en hacer feminismo desde el cuerpo, cree en tratar la necesidad urgente que demanda el corazón y la carne, cree en juntarse en los barrios y en educar cogiendo al crío de la mano, no confiándole su futuro al trabajo del colegio y el Estado.

Asume que todos somos machistas y que sólo puede salvarnos la deconstrucción, la renuncia de nuestros privilegios. Sostiene que el feminismo debería incluir en su agenda los derechos de los niños. "Vivimos en una sociedad maternofóbica donde las criaturas molestan, ¡hasta en los aviones! Los tenemos relegados, apartados, metidos en parques. Tenemos que pensar en ellos también", relata. Una de sus máximas es no juzgar a otras mujeres, ni siquiera a las partícipes de la misoginia. Se lía un cigarro en una terraza de Vallecas y escruta el mundo con sus ojos muy claros. Lo explica sencilla y valiente. Claro que si es amor -como dice el título del libro que cuenta su historia, editado por Alfaguara y escrito por Iván Larreynaga- no duele.  

Fuiste maltratada de los 12 a los 18 años.

Yo viví una primera relación de noviazgo y pensé que lo que pasaba era normal: yo detectaba que eran peleas de los dos, pero en el momento no lo viví con violencia. Noto la diferencia ahora, cuando hablo con las chicas de los institutos, que en lo que yo les cuento ya detectan la violencia. Con el tiempo en terapia descubrí que la que dejé de hacer cosas era yo, que la que tenía miedo era yo, que la culpa de todas las peleas era mía.

Te dejaste de poner falda, dejaste de salir con tus amigos.

Todo. Dejé taekwondo, dejé de ir a los viajes de fin de curso, dejé los scout, dejé hasta de hacer actividades en la parroquia. Yo he mamado, igual que tú, un modelo de amor en el que las chicas aprendemos a “dejar de hacer”, porque cuando estás con alguien es una fusión. Yo en esos seis años vi que las peleas aumentaban cada vez más, pero como yo también me defendía de esa violencia… por eso yo a la psicóloga la cuestioné la primera vez que me dijo que había sido maltratada. Le dije: “¿qué dices?”. Porque “maltratada” no es una palabra cómoda. Yo me rebelaba frente a eso. En esos seis años hubo violencia y hubo mucho amor, amor de ese, del violento. Ahora sé que el amor es otra cosa.

Si es amor, no duele. 

No duele. El amor te puede incomodar, pero doler no duele. Un conflicto es diferente a una relación de violencia. En esos seis años no me di cuenta, me intentó matar dos veces y también me llegué a culpar de eso. La primera vez me quiso ahorcar, apretándome con las dos manos el cuello. La segunda vez, yo iba en la moto y él en el coche, y pasamos por un precipicio, un terraplén, y vi por el espejo retrovisor cómo aceleró y apretó para que yo perdiera el equilibrio, pero pude frenar antes y me caí en tierra aún. Ahí ya dije “¿pero qué quería hacer?”. Vi mi vida en peligro y le dije a mi madre “Mamá, Antonio y yo hemos terminado, me voy para Málaga”. “Pero si empiezas la carrera en septiembre, hija”. “Ya, pero así me adapto a la ciudad, voy conociendo...”. En realidad estaba muy asustada.

¿Cuándo fuiste consciente de lo que en realidad significaba todo aquello?

Tres años después. Me fui a Málaga y en vez de sentirme liberada, porque estaba disfrutando de la carrera, de la gente, de la playa… me sentía culpable siempre. No paraba de pensar que lo había dejado en el pueblo, que él siempre me amenazaba con suicidarse… un año me duró esa culpa. El tiempo cura mucho las heridas. En el segundo año de carrera, yo notaba que los estudios iban bien pero que la relaciones sociales me costaban. Intimar con chicos era como “ay”… no. Pero en el tercer año de carrera, al convivir con una chica y su novio, que se llamaba igual que mi ex, Antonio, yo notaba que algo pasaba ahí, que él me estaba cayendo mal. Por cómo le hablaba a ella, porque con nosotras era muy simpática. Mi cuerpo se ponía tenso cuando llegaba. Un día me encontró sola en casa y me dijo “¿y mi novia?”, “tu novia en la universidad, viene como a las siete”. Y dijo: “Ésta está por ahí puteando”, pegó un portazo muy fuerte y salió de casa a buscarla.

Cuando vi esa reacción, tuve un shock de estrés postraumático. Bienvenido a mi vida, porque hay gente que no interpreta esos shocks de estrés postraumático y lo manifiesta más con ansiedad. Me caí al suelo, me meé encima y cuando llegaron mis compañeras de piso me encontraron diciendo cosas de Antonio, pero de mi ex. Por eso para mí es simbólico decir los nombres. Recuerdo que las dos me bañaron y llamaron al 902, que ahí era el 026, el teléfono de ayuda a los malos tratos. Una psicóloga de turno les dijo que eso era un shock de estrés postraumático y que estaba verbalizando cosas que tenía muy adentro, que estaban muy calladas. También yo creé una imagen de mí de chica fuerte. Yo era la que ejercía bullying en el instituto sobre otras personas. Era una tía muy echá palante, así que mi cuerpo incluso se descolocó frente a esa posición, eso de “he sido víctima de algo”.

Dices que no hay ningún perfil para ser maltratada, que hasta mujeres seguras, empoderadas y feministas pueden verse en esta situación. ¿Hay algún perfil para el hombre? ¿Quién es susceptible de ser maltratador?

Nos han vendido la moto de que los hombres maltratadores son de un perfil: de clase baja, sin estudios, que no manejan bien sus emociones… y yo no creo eso. El machista se adapta a la cultura y a la clase social en la que esté. El machista que ejerce violencia árabe, el salvadoreño, el español… da igual, se adapta. De hecho, el maltratador de clase social alta es mucho más perverso que uno, por ejemplo, como era Antonio, de clase más baja, que era muy explícito. Pero el que es sutil es más peligroso, porque te manipula más la mente y piensas que a lo mejor lleva razón.

Después de tantos años, me doy cuenta de que no hay un perfil, pero el sistema sí te dice que lo hay, porque así lo focalizamos en un punto y dejamos de ver el resto. Y ahora dicen que el perfil es el inmigrante, claro, que como viene de una cultura machista… ¡vamos! El inmigrante trae lo que trae, pero se adapta también al lugar, y como en el lugar hay machismo, lo ejerce.

¿En qué momento se le llama a alguien machista, si todos cometemos micromachismos a lo largo del día? ¿Cuál es el punto que diferencia a una persona que tiene tics machistas y a otra a la que llamamos machista?

Claro, es como si nos planteásemos lo mismo siendo capitalistas. ¿Cómo vas a decir “yo no soy capitalista”? Incluso mis colegas más anarcas, okupas, que viven en una granja con proyectos preciosos… tienen que participar del sistema capitalista. Que alguien diga “yo no soy machista”… ¿pero tú qué te has criado, aparte? Todos y todas lo somos. ¿Por qué esta sociedad no cambia? Porque no lo asume.

¿No hay grados?

Claro, los hay. Para mí las mujeres no somos machistas, somos, como dice Barbijaputa, colaboradoras del machismo. Es verdad que a veces también mamamos misoginia y que lo femenino está devaluado. Esto es porque el sistema capitalista está ligado a la masculinidad, y el mundo funciona así: a alta velocidad, no hay emoción, sólo razón, todo es competencia. Es masculino. No importa un grado 1 o un grado 10, es igual de peligroso, porque el grado 1 puede evolucionar y crecer, y el grado 10 puede reventar y matar.

¿No hay mujeres machistas? Hay algunas que, si son colaboradoras, son muy férreas colaboradoras. Hay mujeres que no reconocen que existe el machismo.

Son misóginas. Las que son aliadas de los hombres… como la última entrevista de Cifuentes. Eso es colaborar con el machismo, pero no las quiero culpar a ellas, no nos quiero echar más mierda a nosotras. Nosotras estamos colaborando en este sistema porque lo vemos “normal”, entre comillas. Para mí hay que poner el foco en los hombres.

Paula Echevarría dice que “no hay que ser machistas ni feministas, sino personas”.

Ese es el discurso de moda, cielo. Ese es el discurso que más gana, hoy día. Gana más que el machismo. Pero en esta sociedad, en Latinoamérica no. Allí de personas no hablan, hablan de hombres y de mujeres y hablan de que la mujer tiene que estar en la casa lavando platos y el hombre en la calle jugando al fútbol. Pero en las sociedades primermundistas, toda esta sociedad nuestra de la democracia, de los derechos, blablá, nos hemos apropiado de un discurso: el del famoso “igualitarismo”. Mira, a mí me encantaría hablar de personas. Yo hablaba antes de personas también, hasta que llegué a El Salvador y me cuestioné mis privilegios. No estamos socializados como personas, ni siquiera la gente trans. Yo puedo decir “soy mujer, y soy persona” pero primero me han socializado como mujer. Las feministas somos incómodas, y el machismo sí lo podemos atacar, pero mejor desde el igualitarismo, que chirría menos.

Pamela Palenciano, monologuista, divulgadora y escritora. Moeh Atitar.

Un hombre ha denunciado tus monólogos por “incitación a la violencia”.

La denuncia no ha prosperado, pero sí. Este tío, investigando sobre él, es un tío que tiene custodia compartida. Un hombre que dice ser víctima de violencia doméstica, pero no está aislado, pertenece a un grupo. Hay un discurso del maltratador: todos los maltratadores dicen que son víctimas de violencia, ellos. Se asocian, hacen un grupo y cuando hay criaturas de por medio, hablan de custodia compartida, de que la ley de género es una injusticia, de que las feministas somos una secta… estos tíos son muy peligrosos. En El Salvador me he enfrentado a pandilleros, machistas hasta la mierda, y nunca me han denunciado, y eso que les he tocado los cojones con el discurso.

¿Por qué este tío sí se incomoda y pierde el tiempo en coger mi vídeo de Youtube, grabarlo en DVD, cortar escenas…? Coge la parte de mi monólogo en la que estoy en el parque y le digo al público: “¿de qué os están entrando ganas? De que le pegue una hostia al tío”. Porque ahí parece que yo me jacto, pero no, le estoy explicando al público que el tío me está provocando. La violencia reactiva no es igual que la violencia instrumental. La instrumental es per se, para controlar. El maltrato es per se.

Esta denuncia me cayó muy mal. Me entraron ganas de irme a El Salvador, y eso que es el país más violento del mundo, con 40 homicidios diarios, pero ahí no me denuncian. ¿Y aquí sí? En El Salvador también yo podía decir lo que quisiera porque soy blanca, tenía ese privilegio. Pero ahí se estaba poniendo en juego mi vida, la de mi pareja y la de mis hijos. Las ONGs se incomodaban, porque les decíamos que estaban cobrando mucho por hacer poco.

¿Qué respondes al argumento de “hay muchas denuncias falsas”?

(Ríe). Las denuncias falsas no son ni demostrables. Hay estudios. Mira, por robo nunca nadie habla de denuncias falsas, y yo por robo he denunciado falsamente para conseguir que el seguro de mi móvil me dé un móvil nuevo. ¿Y por qué se dice que en el tema de violencia de género hay denuncias falsas? Porque hay un mito en la cabeza de mucha gente de que las mujeres somos mentirosas, manipuladoras y que queremos quedarnos con todo. ¿Qué es quedarnos con todo: una casa y unos hijos? ¿Porque trabajamos en trabajos peores que los hombres, cobrando menos, y al hacer la repartición decimos “págame la casa, cabrón”?

El CGPJ hizo un estudio de que había un 0,03% de denuncias falsas, que yo creo que incluso -por no decir la radicalidad de que no hay- ese dato habla de mujeres que ponen la denuncia y la acaban quitando, porque es TAN, tan tedioso denunciar, que muchas dicen “yo no me enfrento a esto”. Y el juez: “ah, pues no será para tanto lo que dices”… y de ahí empieza la bola a crecer. ¿Quién ha metido esa bola? Los maltratadores. Lo entiendo sin justificarlo porque a mí, cuando me han atacado como blanca en El Salvador, me he sentido muy ofendida y he intentado defenderme de mil maneras. Decir “yo soy persona”, “yo vivo en una casa tal”, y ellos “no, usted es blanquita y se puede ir de aquí cuando quiera”.

Hablemos de casos concretos de actualidad. Dani Rovira.

¡Qué ha pasado! Con lo que a mí me gustaba como humorista.

Las redes se le han echado encima por poner un tuit diciendo “no miréis los carteles de Intimissimi, no sea que os llamen machistas”. Él luego pidió perdón y dijo que no podía “arrancarse el pene”.

Muy bien. Es transmisógino y machista, pobrecito, Dani Rovira. Su comentario seguro parte de una desinformación, no es que los tíos no miren los anuncios, es que a las mujeres nos colocan en las vallas publicitarias para aprovecharse de nosotras y vender más. Creo que siendo un personaje de tanta influencia, debería leer un poquito más sobre qué es machismo, sobre qué es feminismo. Él podría ser un aliado de las feministas y decir cosas más coherentes. No sólo en el humor, con el tema de los perros es un tío muy activista, un actor buenísimo en cine. Tienes mucha repercusión, cabrón, lee un poco más y di algo inteligente. El problema no es tu pene, Dani Rovira, hijo. Como Isa Calderón, cuando decía el otro día que Pérez-Reverte tiene un pene de tantos metros de largo… no estoy de acuerdo con ella, porque hay mujeres que estamos socializadas en lo masculino también. ¿Dejas fuera a las trans? Hay una discriminación. El problema es que a partir del pene y la vagina nos tratan en desigualdad.

¿Y en el caso de Pérez-Reverte y su columna sobre Christina Hendricks? Dijo que era paródica y que el público no tenía “comprensión lectora”. ¿Puede un académico de la RAE y un escritor de renombre, con tanta influencia, permitirse dar ese mensaje, aunque sea paródico?

Los chistes de los que nos reímos todas las personas parten de lo inferior. Mujeres, niños, perros, negros, los de Lepe. De todo lo inferior podemos hacer parodia. No es comprensión lectora, imbécil: yo no me quiero reír más ni de las mujeres, ni de los negros, ni de los de abajo. Basta ya. Vamos a reírnos de los de arriba. Vamos a dejar a la gente que está en una situación de inferioridad ¡no porque quiera, porque nos socializan así! Si seguimos riéndonos, alimentamos la bola. Pérez-Reverte no es sólo ésta. Ha tenido muchísimas cagadas. De hecho, él trajo la palabra “feminazi” a España. Esa palabra es de EEUU.

No lo sabía.

“Feminazi” es una palabra que se inventó un congresista republicano cuando una feminista promovía el derecho a decidir, y en el derecho a decidir entraba el aborto. Le dijo el congresista: “Sí, ustedes son como el holocausto nazi. Ustedes, con su feminismo, lo que quieren es matar a niños. Son unas feminazis”. Y esa palabra la trajo Pérez-Reverte a España. Cuando es una palabra muy cargada de odio y las feministas no odiamos a los hombres. Yo no odio a los hombres. Yo odio el privilegio, la masculinidad hegemónica. Yo sé que eso a mi pareja o a mi padre le va a hacer mucho daño, es que no lo quiero. La gente que lee poco se deja llevar por este académico de la RAE, que claro, tiene una intelectualidad que no tengo yo. Yo tengo sólo una carrera (ríe).

Las declaraciones de Jorge Cremades sobre que hay “más violaciones a hombres que a mujeres”. Hablamos de diferentes perfiles de hombre que emiten mensajes a su target. Pérez-Reverte al público que le admira como escritor, reportero y académico, Dani Rovira al público que consume cine y Jorge Cremades, a los adolescentes que maman Youtube y vídeos cortos. ¿Hasta qué punto los influencers son conscientes de su responsabilidad con el público juvenil?

Jorge Cremades tiene más responsabilidad machista que Pérez-Reverte. Porque al final, de los intelectualoides de arriba decimos “bah, la clase alta...”, y nos reímos, pero Cremades tiene de público a gente joven que además se va a formar y va a querer estudiar, o no, o imitar, o no… Jorge Cremades es mucho más responsable que los otros dos. Claro que existen violaciones en cárceles, pero quienes violan son los hombres. Tenía que haber leído más y no sacar esa frase de contexto: quienes violan aquí son los tíos, a hombres y a mujeres.

Pamela Palenciano, monologuista, divulgadora y escritora. Moeh Atitar.

¿Existen los hombres aliados feministas?

Claro, pero no pueden encabezar la lucha. Yo apoyo la descolonización, el movimiento indígena de El Salvador, pero no puedo meterme demasiado ahí, porque soy colonizadora. Hay momentos que podemos acompañar pero desde la periferia. Y hay hombres que nos han quitado nuestro espacio como feministas, los han invitado a congresos y se han lucrado de lo nuestro.

¿En quién piensas cuando dices eso?

Luis Bonino. Es un psicólogo que ha trabajado muchísimo la masculinidad, y al que yo admiré en su momento antes de enterarme de los entresijos. Nosotras cobrábamos ni 200 euros por una conferencia y él de 3000 no se baja. Eso no es justo. Porque sacaste la palabra “micromachismo”, ¿tú eres el Dios de qué? Baja la faja. Y si no, cobremos todas 3000.

Amarna Miller. ¿Se puede ser feminista y servir a una industria machista, como es el porno?

Ay, cariño. La conozco. Y tengo otra colega también que admiro mucho por su valentía, Lola Pérez. Yo no las voy a juzgar. Entiendo que es un feminismo que va de la mano del capitalismo. El feminismo en el que yo creo es anticapitalista, pero entiendo que haya compañeras que decidan hacerlo así. Amarna decide. Ella es productora, directora, está allí.

Su faceta como directora es interesante y diferente, pero me refiero a cuando cede a ese porno hecho por hombres y para hombres.

Ella dice que está intentando luchar desde dentro, y yo eso lo valoro. Yo no podría, pero valoro que se haga. No voy a pisar la lucha de otras compañeras que han decidido intentarlo. Si desde ahí se puede cambiar algo, adelante. Igual de aquí a 20 años la industria del porno se puede cambiar, quién sabe.

Prostitución.

Me cuesta mucho. No puedo declararme abolicionista ni lo contrario. Hay algo en mí que me dice “yo quiero que las mujeres hagamos lo que queremos hacer, no quiero esclavas, no quiero víctimas de trata; si hay una prostitución regularizada que la mujer elige...”. Pero sinceramente creo que para soportar muchas cosas que soportamos las mujeres, disociamos. Yo por eso aguanté a un tío seis años. Cuando hablo con mis colegas putas -que ellas dicen “yo prostituta no, yo puta, lo hago porque quiero”- noto la disociación. Una vez que está el dinero de por medio, ¿cómo dices “esto sí, esto no? ¿Cómo aguantas siete, ocho, diez relaciones al día?

Eso que dices de “una vez que está el dinero de por medio” me ha hecho pensar en la gestación subrogada.

Aquí lo tengo más claro, fíjate. Veo un tema de clases. Lo de “altruismo”… antiguamente se hacía. Mi abuela dio de mamar a mucha gente de la plaza, que se llamaban “hermanos de leche”. Las mujeres teníamos unas redes, antes, que no tenemos ahora, de sororidad, de cuidados… eso se quedaba medio tapado, pero que ahora me intenten vender que, de forma desinteresada, una mujer presta su vientre a otra que no conoce… ahí veo la clase. ¿Qué mujeres se quedan embarazadas? Las que pagan. Hasta 60.000 euros. ¿Quién está pensando en las criaturas? La maternidad no es un derecho. Si quieres tener un hijo, acógelo. ¿Les dirán a los niños de vientres de alquiler de donde vienen, algún día? ¿Les dirán “tú vienes de un vientre que pagamos”?

Y a nivel moral, ¿crees que la mujer debe permitir que se trafique con la maternidad? ¿Todo se puede vender?

En este sentido capitalista ya hemos perdido la moral. Hoy se compra y se vende todo. Yo como feminista digo “ya está bien”. Hemos perdido la humanidad. ¿Dónde está la moral en esos 60.000 euros? En este sistema, todo parece un “derecho”. Y luego un punto muy existencialista: “Quiero MI hijo. De MI sangre”. Tía, yo tengo un hijo biológico y luego mis dos hijas de corazón que las quiero a rabiar, que son las hijas de mi pareja. No sabes la conexión que tenemos. No por parir quieres más. 

¿Cuotas?

Si hay un sistema desigual, es lógico que el sistema dé herramientas para igualar. Estamos cobrando menos, trabajamos más… yo pienso que tendríamos que tener la posibilidad de, si tenemos la regla, elegir si ir a currar o no. También te digo que yo, a nivel actoral, mis mejores monólogos los he hecho con la regla. Hay algo ahí. ¡Bum! Pero soy autónoma y no tengo jefes que me estén jodiendo. ¿Ves? Cuando la decisión es tuya, hay algo que te impulsa. Yo no critico las cuotas, pero creo que hay que mejorar la manera de aplicarlas. Sensibilizar a la gente que las está aplicando. Que no venga el dueño de una empresa a decir “me están obligando a meter aquí a cinco tías...”, sino “busca, si hay tías valiosas, tienes que buscarlas”. Todo lo que es impuesto, cuesta. Yo estoy trabajando en institutos y me ofrezco gratis a juezas, jueces, policías, guardias civiles… que están a día de hoy con víctimas de violencia, y no me llaman. ¿Por qué? Porque soy incómoda. Prefieren talleres light. No quieren un cambio real. Ponemos parches.

¿Qué presidenta del gobierno te gustaría que tuviera este país?

Aquí aún no tenemos esa conciencia, pero si llega, tendría que ser una Esperanza Aguirre o una Margaret Thatcher, que esas les molan. Son mujeres masculinizadas, dan un golpe sobre la mesa. Una mujer que hable de conciliar, que hable de cuerpo, que hable de sensibilidad… eso no vende. A mí me gustaría Alicia Murillo como presidenta, pero ella es anarquista y no va a querer (ríe). Y de algún partido político, las dos Serra de Podemos. Clara e Isabel. Isabel hizo un discurso de violencia sexual aquí en la Asamblea de Madrid… brutal. Yo pensé: esta tía tiene que ser presidenta.

Pamela Palenciano, monologuista, divulgadora y escritora. Moeh Atitar.

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