Peio H. Riaño Javier Zurro

La imagen que definía lo ocurrido ayer en el Congreso de los Diputados fue la del secretario general de UGT Cándido Méndez mirando el móvil mientras Amparo Rubiales se recostaba sobre él mirándose las uñas. La de hoy es el beso en la boca del líder de Podemos, Pablo Iglesias, y Xavier Domènech, de En Comú Podem. Un gesto que en cuestión de segundos ya estaba dando las vueltas por las redes sociales y reconvertido en cientos de 'memes'.

Pablo Iglesias y Xavier Domènech en el Congreso de los Diputados

El beso de Iglesias y Domènech parece un extraño homenaje a la mítica fotografía de Regis Bauss. En ella se mostraba el afectuoso saludo entre los jefes de estado de la URSS y la República Democrática Alemana, Leonidas Brezhnec y Erich Honecker, durante el 30 Aniversario de la República Democrática Alemana en Junio de 1979.

Un país llamado “socialismo de consumo”. Con aquel beso Honecker y Brezhnev firmaban un nuevo mundo, en el que la RDA y la Unión Soviética pretendían que nada cambiara. Uno quería la defensa ideológica del comunismo, en un momento en el que el sistema estaba más cuestionado; el otro, la intervención del Ejército Rojo en Alemania en caso de una revuelta popular similar a la de Praga, muy posible dada la gran oposición a Honecker. El nuevo mundo, el beso diplomático, reforzaba el país dividido por un muro y alejaba la posibilidad de la reunificación alemana. Un beso que daba aliento a la política de la “détente”, un beso mortal. De ahí la versión grafiti que se conserva en los restos del muro de Berlín. Debajo de la ilustración se lee el lema: “Dios, ayúdame a sobrevivir a este amor letal”.

Mural en Berlín que representa la fotografía de Regis Bauss CC

El antídoto llegó con Mijail Gorbachov, que con un nuevo beso despertó al país durmiente. Breznev había dejado un país en las ruinas y lanzó un plan para salvarlo: Perestroika y Glásnot. Reestructuración y apertura. Gorbachov fulminó la doctrina Brezhnev al declarar que la voluntad de la Unión Soviética no era imponerse políticamente a ningún país de Europa del Este. El beso que Honecker se dio diez años antes con Breznev no fue tan cálido como el que le plantó Gorbachov: un año después del nuevo “pico” la RDA no existía. El último beso llevaba otro mensaje: “Ahí te quedas”.

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