Frente a la realidad maquillada que nos ofrecen normalmente las redes sociales, Octavi Pujades (48 años) se ha consagrado en estos dos últimos años como uno de los máximos exponentes del antipostureo famosil. Todo empezó durante el confinamiento, cuando el actor, que lleva más de media vida entre escenarios y platós de televisión, vio cómo su fama daba el salto también a Instagram. Allí fue mostrando día tras día, con humor y naturalidad, su rutina, volcada en el cuidado a su padre, con quien demostró tener una relación de lo más cómplice y emotiva, y en la convivencia junto a sus hijos, Alicia y Jordi, y su pareja, la también actriz Anna Senan.

Aprovechando la publicación del que es su primer libro, No viene a cuento, EL ESPAÑOL ha charlado con Pujades sobre su universo, su trabajo y sus renuncias y sacrificios.

En No viene a cuento le da la vuelta a ciertos cuentos clásicos y contemporáneos para que hablen de nosotros sin hacerlo directamente. ¿Qué aprendió durante el proceso?

Más que aprender, me divertí mucho y, sobre todo, puse en orden mis pensamientos y todo lo vivido y sentido con mi padre. Al fin y al cabo, fueron ocho años cuidando de él. Ahí hubo buenos momentos, pero también momentos más complicados, de renuncias y sacrificios. Al final, llegas un poco al límite y acabas muy cansado. Yo tenía ya escrito un primer cuento cuando él falleció, pero fue a raíz de su fallecimiento que terminé de escribir todo el libro. Creo que eso me permitió cerrar este capítulo de mi vida de una forma bastante coherente.

Octavi Pujades en la presentación de la obra 'Oh Miami' en agosto de 2021. Gtres

De hecho, el proyecto está dedicado a la memoria de su padre, que falleció en febrero. ¿Cómo vivió esa última etapa donde le cuidaba a tiempo casi completo?

La última etapa fue extenuante. En diciembre, él se cayó y se partió el fémur. Estuvo ingresado dos semanas. Le operaron y todo salió bien, pero necesitaba una recuperación y tenía que ponerle una voluntad para volver a andar que en aquel momento no tenía. Yo también me pasé las catorce noches de hospital con él, así que cuando salí estaba muy, muy cansado. A él se le habían trastocado por completo los ritmos circadianos. Dormía durante el día y se despertaba por la noche, y cuando se despertaba, lo hacía desconcertado y se intentaba levantar. Aquí en casa pusimos dos cuidadores, uno durante la semana y otro para el fin de semana, y yo me iba turnando con los dos, para que ambos pudiéramos sobrevivir a los cuidados. Muchas veces, los finales no son agradables, pero este al menos no fue muy largo y mi padre se fue estando en casa, que es lo que él quería.

¿Por qué dice que le debe mucho más de lo que le gusta reconocer?

Muchas personas piensan que aquello de lo que están orgullosas o aquello que quieren ser es algo que evidentemente se han labrado ellas. Eso es cierto, pero la esencia de lo que somos, nuestra carne, es parte de la carne de nuestros padres. La forma en la que encaramos las dificultades y los retos en la vida, nos salgan bien o mal, viene muy condicionada por quien nos ha parido, criado, dado de comer y enseñado las cosas de la vida desde que éramos pequeñitos.

[Octavi Pujades, sobre su vida tras el confinamiento: "Quiero estar con mi padre y mis hijos"]

¿En su profesión se ha encontrado con más lobos o caperucitos?

Hay un poco de todo, pero creo que hay muchos más caperucitos que lobos. Al menos en mi gremio, el gremio de los actores, hay mucha más gente con ilusión que con instinto depredador. Aunque también los hay, y en otros departamentos quizás más. La verdad es que los lobos pueden hacer bastante daño, porque los caperucitos y caperucitas son frágiles.

¿Alguna vez ha vivido del cuento en sentido literal?

He vivido del cuento mientras mis padres me mantenían cuando yo estaba estudiando. Bueno, aquello era, digamos, un intercambio. Después, no te sabría decir ya. Como actor, a veces, sí tienes la sensación de tener el síndrome del impostor, pensar que igual estás en un trabajo que no mereces o que estás viviendo cosas que otro quizás se merecería más. Yo te diría que no he vivido del cuento. Suelo ser bastante honesto, responsable y comprometido con la gente que tengo a mi alrededor, y nunca me ha gustado aprovecharme de los demás.

¿A su novia la conquistó con su faceta de cuentista?

Yo creo que la conquisté con la verdad y con humor. Ella también me conquistó con su honestidad, su generosidad y su sentido del humor. Creo que la conquista fue mutua, y no creo que ninguna estrategia de conquista tenga muchos visos de perdurar en el tiempo si no arranca desde la verdad de lo que tú eres como persona.

El antetítulo del libro reza precisamente 'No hay excusas para vivir sin humor'. ¿Qué cosas le hacen estar de mala leche?

La gente sin sentido del humor. Me encabrona mucho la gente intolerante, radical y fanática. Esa gente que es inflexible, que no es capaz de cuestionar de vez en cuando sus pensamientos ni de pensar que igual no está en posesión de la verdad absoluta. Esa gente me fastidia bastante.

¿También le cabrea el debate en España sobre el conflicto independentista catalán?

Me cansa mucho. Evidentemente, todo el mundo tiene derecho a definirse como quiera definirse. Yo soy catalán, y muy catalán, pero me parece que lo que realmente está pasando aquí es que tanto una facción como otra se radicalizan buscando aumentar su caladero de votos. Al final, es la sociedad en general la que sale perjudicada. No creo que lo esté haciendo bien ni un grupo ni el otro.

Veo que Instagram, donde cuenta con más de 300.000 seguidores, se acabó convirtiendo en otro trabajo diario para usted. ¿Le sabía a poco lo de lidiar con dos hijos adolescentes?

Pues no es poco, no [ríe]. Creo que hace como siete años o así que empecé con Instagram, y esto de las redes sociales me daba entonces mucha pereza. Pero creo que, en el caso de los que nos dedicamos a trabajos que nos pone de algún modo en el candelero, es acertado seguir estando ahí, tener un contacto más directo con la gente que nos sigue, y seguir también nosotros las tendencias que nos interesan. Al principio, me lo tomé como un trabajo, y luego ya le fui pillando el gustillo. Fui entendiendo esta forma de contar historias, y disfrutando de ella. Hay mucha gente que lo hace desde el postureo, pero, como es una herramienta, cada uno lo hace desde donde quiere o donde puede. A mí me ha resultado muy gratificante la creatividad que me permite Instagram desde el texto, la foto, etcétera. En las redes, tú eres el dueño absoluto y pones lo que quieres. Eso da mucho juego creativo.

Estudió Medicina y hasta obtuvo plaza para empezar su residencia de Psiquiatría cuando la televisión se cruzó en su camino. ¿Sintió miedo ante aquel giro?

Sentí miedo, pero yo tenía veinticinco años, era bastante inconsciente y me sentía con fuerzas de hacer muchas cosas. Me pudo la curiosidad de saber qué sería de mí si seguía intentándolo, sobre todo después de haber hecho ya una serie. Antes de renunciar a la plaza, la aplacé un año porque tenía mi primera serie. Ya había metido un pie y me había contaminado del veneno de este mundillo. Pensé que me iba a arrepentir toda la vida si por lo menos no lo intentaba. Lo intenté y aquí estoy, así que estoy contento.

Octavi Pujades en la presentación de la obra 'Oh Miami'-

Dice que a sus padres por poco les da un patatús cuando cambió el hospital por las cámaras. ¿Qué comentaron cuando se presentó en casa con un sueldo que iba a triplicar el de médico?

Si te digo la verdad, se quedaron mudos. No pudieron decirme gran cosa. Cuando yo les planteé aquello, estaba haciendo mi primera serie. Todavía no estaba renunciando a la plaza, solo la estaba aplazando. A mi padre no le hizo mucha gracia, pero no pudo decir nada porque yo iba con hechos y no con castillos en el aire. Aquel fue un año muy bonito, y luego ya nos pasaron otras cosas. Mi madre desarrolló la enfermedad que al final se la acabó llevando, y otro tipo de cuestiones familiares quedaron en un segundo plano.

En una carrera inestable y de fondo como la suya, ¿de qué forma ha vivido las etapas de parón?

Con paciencia, filosofía y algo de angustia. Este es un trabajo precioso, y lo peor que tiene es cuando no lo tienes. He tenido la suerte también de que nunca se ha tratado de parones muy largos. Cada vez que terminas un trabajo, te empieza una especie de cuenta atrás interna y piensas 'a ver cuándo llega el siguiente, a ver cuánto cobro, tengo que empezar a ahorrar más y restringir estos gastos,...'. Hasta el año 2014, que estaba casado, pude contar con el sueldo de mi pareja, y ahora mi chica, que también es actriz además de fotógrafa, tiene también trabajitos. Por suerte, he podido ir ahorrando y tener una cierta estabilidad, que nunca es estabilidad al cien por cien, y también he aprendido que tarde o temprano van saliendo cosas. Lo relativizas todo un poco.

¿Se ha sentido alguna vez esclavo del deporte?

Creo que hay una relación de simbiosis, aunque, visto desde fuera, pudiera parecerlo. El deporte me aporta muchísimas cosas. Puedo tener pereza a la hora de ir al gimnasio, pero la práctica del deporte es siempre para mí una cosa positiva. Siempre salgo mejor de lo que he entrado, y el deporte me aporta salud y equilibrio mental, me ayuda con mi imagen... La nuestra es una relación en la que creo que yo doy bastante pero recibo aún más.

Octavi en una sesión de fotos del año 2018. Gtres

Pero sí dice que cuidar tanto de su físico llevó a que llegara a verse encasillado...

Sí, pero esto es un poco inevitable. A cada actor le ofrecen papeles en los que, ya de buenas a primeras, encaja físicamente. Tienes que ser alguien muy bueno para que te pillen sin parecerte al personaje que describe el guion y ellos hagan el esfuerzo de transformarte en él. A todos nos condiciona nuestro físico. Yo llevo toda la vida haciendo deporte, para mí es vital. Puedo vivir trabajando un poquito menos, pero es que me siento bien. Cuando estás bien físicamente, te sientes bien todo el tiempo. En estos momentos, la salud cobra mucha más importancia.

¿Corre peligro su carrera actoral, o tampoco le ha cogido tanto gusto a la escritura?

No, no corre peligro para nada. Me encantaría poder seguir escribiendo y publicando, pero es que me gustaría hacer muchas cosas. A mí me gusta mucho contar historias, desde un lado y otro de la cámara, desde una página en blanco en un ordenador, de cualquier manera. Al final, todo se reduce un poco a lo mismo: a transmitir y a contar historias al público. A eso es a lo que yo no podría renunciar.