El torero José Tomás (45 años) y su pareja Isabel se han separado. Todo apunta a que el diestro, como ya se comenta en Estepona, -ciudad en la que vive la pareja-, podría haber seguido los pasos de su compañero Enrique Ponce (48). En la ciudad costasoleña ya es de dominio público que ambos no están juntos.

Según ha sabido JALEOS, la pareja se ha distanciado. "En nuestro círculo todo el mundo lo sabe", asegura una compañera de instituto de Isabel, y añade: "Nos ha dado pena, porque era una historia de amor muy bonita, como esas de las novelas que a todas nos hubiera gustado vivir". Al torero se le ve ahora asiduamente desayunando solo, en un conocido bar del pueblo en la calle central. Siempre sin su familia.

La pareja en un acto público en 2018. Gtres

Hay quien apunta en su círculo más cercano que en más de una ocasión "se ha dejado ver en esta cafetería con una misma mujer, también de la localidad esteponera". Pero nadie sabe más. La noticia ha caído como una bomba en el pueblo. El torero, que continúa viviendo en la Hacienda Beach, sufrió un buen susto hace un mes cuando se inició el fuego en el centro comercial de Laguna, muy cercano a su domicilio.

Isabel continúa su vida en Estepona junto al pequeño José Tomás, un niño de 11 años que es la viva imagen de su padre. Todos rememoran ahora el flechazo que sacudió a la ciudad, el día que José Tomás llegó a Estepona a revelar un carrete de fotos en un laboratorio de Foto Lab, en Carrefour, y quedó prendado de Isabel, la dependienta "que parecía sacada de un cuadro de Romero de Torres", y que le sonreía al otro lado del mostrador. Él tenía 27 años, y ella unos pocos menos. Desde entonces, el chico del traje de luces no se ha separado de su "morena de tronío" y han pasado juntos casi veinte años.

José Tomás se forjó una nueva vida lejos de su Galapagar natal tras una de sus retiradas de los ruedos. Poco se sabía de su día a día, salvo alguna foto que otra con su querida amiga Sara Baras (49), Vicente Amigo (53) o Joselito (77). Poco a poco fue introduciéndose en la vida cotidiana del pueblo malagueño, e Isabel fue la mejor llave. La conexión con la esteponera fue inmediata. Isabel estaba casada por aquel entonces, dejó a su marido, y unos meses después del primer encuentro con José Tomás se mudaba a la casa del torero en la urbanización Lunymar.

La pareja siempre ha sido muy discreta en apariciones. Solo en actos oficiales contados se han dejado ver, tipo la plaza que le pusieron al torero en Estepona, en alguna corrida en Latino América, o cuando el diestro recogió la Medalla de Oro a las Bellas Artes en La Coruña de manos de Juan Carlos I (82). Isabel siempre ha intentado estar lejos de los focos que han buscado otras parejas de toreros. Siempre ha huido de la popularidad.

Naturaleza y privacidad

Isabel paseando al pequeño José Tomás en una imagen tomada en 2011. Gtres

Isabel, dependienta de una tienda de fotografía, sintió un gran flechazo por José Tomás. Hasta conocerlo, Isabel estaba muy vinculada a la ciudad de Estepona. Había contraído matrimonio con el hijo de un sevillano de pro de la ciudad, Manuel Hernáez, fundador de la Hermandad del Amor, y ambos estaban muy ligados a las tradiciones del pueblo. Con el matador de toros todo cambió. A los dos les gustaban las mismas cosas: la naturaleza, la discreción y su privacidad. La pareja caminaba por los alrededores de su casa con su perrito, un schnauzer, o el carrito de su niño.

De pocas salidas, José Tomás es aficionado al Atlético de Madrid y recibía a sus amigos en casa. Y de en vez se lo veía en algún concierto de Serrat (76) en Málaga camuflado con una gorra. Ninguno de los dos era de ocio nocturno, pero sí podía vérseles paseando por la playa del Cristo y la zona del puerto deportivo. La pareja pasaba la mayor parte del año en Estepona, aunque José Tomás retornaba de vez en cuando a su Galapagar, donde creció.

Todos en el pueblo conocen a su abuela Victoria, que siempre echaba la partidita de cartas con las amigas de la panadería, y a sus hermanos, Marcelo, Antonio y Andrés, asiduos al mítico bar London, y mucho más "zascandiles" que el diestro. Los más cercanos a José Tomás en el pueblo coinciden en afirmar que Isabel ha sido siempre su apoyo y su aliento. Y nadie se olvida de la pregunta del matador tras despertar de la fuerte cogida en Aguascalientes: "¿Dónde está Isabel? Llamad a Isabel y decidle que estoy bien".

Retirado de los toros en 2020

Tomás durante una corrida en 2018. Gtres

En reiteradas ocasiones, José Tomas ha anunciado que se retiraría este año 2020. La historia que inició en los ruedos en 1995 con su alternativa en México no pararía de devolverle éxitos a lo largo de los años, y situarle en un caché en torno al millón de euros por tarde. Los galardones no dejaron de sucederse hasta el año 2002, cuando anunció su primera retirada. Este fue el año donde colgó el estoque y dejó que su corazón se enamorara, y formó una familia. Había conseguido el título de figura del toreo cortando orejas y rabos en todas las plazas, hasta el rey emérito le seguía a pesar de las ideas republicanas del diestro, que siempre ha dejado manifiestas.

José Tomas es uno de los ejemplos más reivindicativos del mundo del toro. A finales de los años 90, junto a otros matadores, encabezó una lucha para que fueran ellos quienes negociaran sus derechos de imagen con las televisiones, y no los empresarios. Desde el año 2011 que nació su hijo José Tomas, las actuaciones del diestro fueron muy escasas en los cosos taurinos y se centró solo su vida familiar.

Y ha sido en esa escasez en sus presentaciones donde se ha fraguado un misterio que pocas personas, fuera del círculo más cercano de José Tomás, logran descifrar. En su época más boyante, José Tomás fue todo un mito, el diestro más aclamado, uno de los mejores, cuando no el mejor. No en vano, cabe recordar, como dato curioso, que Joaquín Sabina (71) se desplazaba, desde el punto geográfico en que estuviera,  expresamente a México para verlo torear. Allí es una leyenda viva.

Claro está, esta imagen de estrella del toreo se ha traducido en dinero, magnos emolumentos: Tomás ha sido siempre el mejor pagado. Tal es su proyección internacional que en muchos medios aztecas se lo denomina como "el divo del millón de dólares" o "el príncipe de Galapagar". Su caché nunca descendió del millón de euros por tarde. Sus ingresos en taquilla han llegado a superar a lo largo de estos años los 100 millones de euros, sobre todo en La Monumental de México. 

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