A principio del año 2000 saltaba uno de los escándalos más rentables en la prensa del corazón: el que azotó a la casa de los Rivera Ordóñez cuando Carmen Ordóñez, Carmina La Divina para su círculo más íntimo y la prensa, denunciaba públicamente haber sufrido malos tratos por parte del que había sido su pareja, Ernesto Neyra. Ese señor se convertía, ipso facto, en persona non grata para la familia. 

Solo entonces asomó por los platós de televisión una mujer con sed de venganza que salió en defensa sin fisuras de Neyra y fue el azote de Ordóñez. Ella era Lara Rodríguez. Fue la secretaria de Carmina y su persona de confianza durante muchos años. La guardiana de los secretos de la familia hasta que un día todo se torció. Todo cambió cuando se sentó en su primer plató de televisión para desmontar a su por entonces jefa y apoyar a Ernesto. Fueron años de magnos ingresos televisivos, de fama y brillo y noches de famoseo incesante. De caché y rifas en televisión. Hoy, su vida nada tiene que ver con aquellos parajes. De hecho, lleva un transitar anónimo y una vida saludable que pregona en su Facebook. 

Volvamos al pasado antes de abordar su presente healthy. Su primera aparición fue en Tómbola en febrero de 2002 y desde entonces su desfilar televisivo se convirtió en su principal fuente de ingresos. Más tarde, vendría Crónicas Marcianas y un sinfín de programas de la tanda telecinquera hasta desembocar en Sálvame. Su versión siempre fue invariable: Carmina mentía y no era quien decía ser. Según sus palabras, decidió hablar porque su exjefa introdujo sustancias ilegales en una de sus maletas en un viaje en la que ella actuaba de acompañante. Lara se dio cuenta de la trampa y dejó el trabajo sin ambages. Comenzaba la guerra campal, la vendetta fría. 

Seguidamente, fue a contar los secretos más escabrosos de la vida de Carmina, sus adicciones y sus relaciones amorosas -aseguraba que mantuvo un romance secreto con su sobrino político, Canales Rivera (45 años), que le había sido infiel a su marido y que pernoctaba con menores de edad-, así como trató de limpiar la imagen de Ernesto Neyra. Su periplo televisivo fue imparable y su rivalidad con los hermanos Matamoros, su cartucho más rentable. No hay que olvidar que Kiko Matamoros (62) era el representante de Carmina y los enganches en Prime Time eran oro en forma de audímetros. 

Sus enfrentamientos en platós con los gemelos se hicieron famosos por la carga violenta que engendraban. El fuerte carácter de los involucrados daba para que calificativos de la talla de "maligna, gorda y fea" volaran como dardos envenenados. Y cuando las informaciones sobre los Rivera Ordóñez comenzaron a escasear, ventiló sus aspectos más personales y tragedias familiares. Fue en 2011, cuando se sometió a un espacio de hipnosis que, por entonces, emitía Sálvame Diario.

Lara narraba bajo hipnosis la dura infancia que pasaron su madre y sus hermanas. Todas las mujeres de su familia sufrieron malos tratos por parte de su padre, médico de profesiónLa colaboradora narraba cómo su padre inyectaba a su perro una sobredosis de anestesia para sacrifirlo, aduciendo que era violento. Tras acabar con la vida de esta animal, amenazaba a Lara y a su familia con hacerles lo mismo cuando estuviesen durmiendo, algo que llegó a aterrorizarlas. Esa fue una de sus últimas apariciones en televisión, sin contar algunas irrupciones puntuales, pero ya nada fue lo mismo. Lara se apartaba de la televisión poco a poco. 

¿Qué ha sido de ella en este tiempo? Según su Facebook, la actual vida de Rodríguez pasa por otros derroteros muchos más distintos que los protagonizaba en la caja tonta. Es asesora de una plataforma llamada Adelgaza rápido sin pasar hambre y su propio nombre en la red ya indica su vida saludable: Lara Rodríguez Lifes Style. Ella se define como una persona "camino de la transformación" y lo cierto es que, desde que ha cambiado su hábito alimenticio, su cuerpo ha experimentado un gran cambio. En la red comparte con frecuencia recetas ricas y saludables y aconseja a todo el que le pregunta cómo cambiar su relación con la comida. Qué lejos parece quedar esa Lara Rodríguez que se desgañitaba a gritos en los platós y lucía una imagen más oronda. 

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