James Costos (55 años) era una joven de Lowell (Massachusett) cuya mayor aspiración era ir a la escuela de oficios para reparar aires acondicionados o ventiladores. Sin embargo, el destino le tenía un final muy diferente: convertirse en embajador de España, conocido por sus fiestas donde reunía a la flor y nata de nuestro país. El estadounidense acaba de publicar un libro donde relata los detalles más íntimos de su estancia en nuestro país: El amigo americano. El hombre de Obama en España. 

Todo comenzó con una llamada a Michael Smith (54), un afamada decorador de interiores con quien James mantiene una relación desde hace años: 

-James, me acaban de preguntar si quiero decorar la Casa Blanca. 

-Oh, por Dios. Cuelga el teléfono. Es una broma pesada. 

-No, no. Creo que es en serio. 

Michael había sido elegido por Barack Obama (57) y su mujer, Michelle (54), para decorar la Casa Blanca. Una llamada que llamada no solo dio lugar a nuevas alfombras y estilos dentro de la residencia presidencial, también sería el primer paso de James Costos hacia la embajada de nuestro país. 

Llegada a nuestro país, y primeros errores

Los primeros días tras conocerse el nombramiento oficial como embajador no fueron fáciles para James Costos: "Se levantó una oleada de publicidad muy difícil de manejar. Es fácil imaginarlo: un embajador abiertamente gay y animalista, novio de decorador de la Casa Blanca. De repente, había fotos mías por todo internet: Cataluña me amaba, los toreros me detestaban". Una situación que lo producía gran ansiedad y nerviosismo.

James Costos en una imagen de archivo. Gtres.

Tras una preparación a conciencia, en la que incluso llegó a contratar a un asesor deportivo "para saber cómo funciona el fútbol", llegó el día en que aterrizaría en nuestro país. 

El 13 de septiembre James y Michael llegaron a España en medio de una gran expectación por parte de la prensa y las autoridades de nuestro país. Sin embargo, la pareja recién llegada todavía podría disfrutar del fin de semana para visitar los pequeños rincones, no sin errores garrafales.

En el Museo del Prado entraron por error en el baño de mujeres: "Ya estábamos ahí, cada uno dentro de su cubículo, cuando oímos que una mujer entró. Ello no nos vio, pero yo a ella sí. Y entonces reparó en que en esa habitación no había urinarios. Nos habíamos metido en el lavabo de mujeres. Y, bueno, nadie había entrado a sacarnos de nuestro error… porque nadie saca de su error al embajador de Estados Unidos".

Pero este no fue el primero de sus errores, y que pensaban que por la fecha en la que habían llegado a España no encontraban a nadie en los locales. Ni en el bar de Chamberí al que fueron a cenar ni en el brunch en el Ritz: "Teníamos la sensación de estar comiendo en un cementerio o algo peor. En los cementerios se supone que hay almas. Aquí no había ni una”.

Posteriormente descubrieron que no se encontraban a nadie porque estaban yendo muy pronto a comer: "Primera lección: en Estados Unidos se cena a las siete y media y se come a las once y media o a las doce del mediodía. En España, la vida ocurre dos horas después". Nadie les había dicho nada porque, de nuevo: "Al embajador de un país tan grande, la gente le concede deseos […] y nadie te pregunta ni te discute".

Poco a poco fue descubriendo el verdadero Madrid: "Me perdí muchas mañanas por el rastro, descubriendo joyas ocultas o escogiendo cojines de colores en el Taikal. Merodeé por el Museo Sorolla, cercano a la embajada, o por el Museo Naval del paseo del Prado".

Comienza la 'diplomacia en las pistas de baile'

Las primeras semanas de James en nuestro país, el embajador llevó a cabo las reuniones protocolarios oficiales. Pero él sabía que quería una "proyección social de la embajada", el germen de lo que serían sus conocidas fiestas. La comida que ofrecían en estas galas había sido cultivada en su propio huerto con la ayuda de los chicos de la Fundación A LA PAR y cocinada por el prestigioso chef Byron Hogan.

Después decidieron abrir la embajada a la sociedad", y así "empezaron a llegar a nuestras recepciones y cenas invitados provenientes de otros campos: las artes, el cine, la moda. Invitamos a Adrián Lastra (34), a Antonio Velázquez (36) y a Miguel Bosé (62); a Amaia Salamanca (32) y Javier Cámara (51); a Boris Izaguirre (53); a empresarios jóvenes".

James Costos llegando a una fiesta junto a Michael Smith (de espaldas a la cámara). Gtres.

Sus fiestas fueron volviéndose tan multitudinarias y conocidas que incluso tuvieron que cambiar la ubicación, y trasladar las galas al centro Conde Duque. También cambiaron la forma de festejar, como la gala que celebraron en su "primer aniversario en Madrid, el 26 de septiembre de 2014. Esa noche hicimos lo nunca visto. Llamamos a un DJ y transformamos la entrada de la residencia en una pista de baile. La fiesta duró hasta las cuatro de la madrugada […] Funcionarios de la Moncloa, miembros de la Casa Real y, por supuesto, empresarios, militares, musulmanes, emprendedores, artistas y, muy importante, el colectivo LGBTQ", recuerda el embajador. 

La diplomacia de James estaba cambiando tanto que consiguió hasta acuñar un nuevo término: la diplomacia de la pista de baile. Lo que él quería era "que la embajada se convirtiese en un centro de irradiación de energía e intercambio entre personas de todos los niveles".

Pero no solo abrió la embajada a los invitados a sus fiestas. Como un buen admirador del arte reunió en su residencia en una gran colección de arte que compartió a través de Twitter con una invitación para aquellos que quisieran venir: "Me pareció que deberíamos enseñarle el arte a más gente. Así que he invitado a España", como así hicieron con tours por la residencia. 

Amigo de los personajes más ilustres

Ser embajador de un país tan importante como Estados Unidos abre muchas puertas y te asegura conocer a los personajes más importantes del territorio. Así, James se codeó con los principales representantes de España, sobre todo con los monarcas y el presidente. Personajes de los que guarda su propia opinión. 

Los reyes junto a James Costos. Gtres.

Cuando conoció al rey Juan Carlos (80) este no estaba en su mejor momento, y le pareció un monarca "cansado, dolorido, agobiado por su propio peso. A sus setenta y cinco años se apoyaba en dos bastones para dar cada paso y todo movimiento le causaba dolor".

De la reina Letizia (46), a la que guarda un especial cariño, considera que es una persona con "un gran sentido del humor" y "muy preparada para su cargo". A pesar de que "se burló de mi pésimo español (y se sigue burlando de mi pésimo español)", comentaba. 

También tenía una opinión de Felipe (50), a quien ve "una persona extraordinariamente informada. Sabía de temas militares y económicos, de Áfrca y América, de arte y cultura y tenía una opinión al respecto. Entre ambos fluía una complicidad divertida e inteligente. Por no mencionar lo guapos que eran. Si hubiese que rodar una película sobre príncipes, ellos se llevarían de calle el reparto".

El único con el que no tuvo tanto trato fue Rajoy (63). A pesar de ello, James guarda un buen recuerdo de él, en las distancias cortas. En el trato de persona a persona es alguien "increíblemente sociable, con un gran sentido del humor y mucha complicidad. A mí siempre me salía con alguna ocurrencia graciosa. Y nunca olvidaré que cuando me despedí de la embajada, me dio un gran abrazo (totalmente sorpresivo) en las escaleras de la Moncloa y me dijo: 'Eres un crack'".

Michael Smith, el hombre de su vida

Vio por primera vez Michael en 1998 en un avión en la víspera de San Valentín. Nada más verlo pensó: "Ese chico será mi novio". Consiguió charlar con ese joven desconocido tras varios intentos de llamar su atención, y aunque no fue uno de esos encuentros donde los protagonistas hablan de flechazos y chispas, el destino quiso que terminaran juntos.

James Costos y Michael Smith en una imagen de archivo. Gtres.

Poco tiempo después volvieron a encontrarse y tras varias citas comenzaron una relación. Relación que no juntos, porque al principio "los dos viajábamos tanto que apenas nos veíamos. Tokio. Londres, Chicago".

Una relación que se ha construido con el tiempo y que no busca ser la típica pareja idílica de las películas, a veces incluso parecen "hirientes". Como él mismo comenta al recordar una escena tras conocer que el Tribunal Supremo de Estados Unidos había legalizado el matrimonio entre homosexuales.

-Michael, ¿te quieres casar conmigo? Es el momento de hacerlo.

-¡Oh, por favor! ¡No vas a usarme para tu operación de marketing diplomático!

-¿Por qué no?

-No estoy listo para casarme.

-¡Bueno, vale!

En la actualidad la pareja decidió quedarse en España. Tanto él como su compañero tenían claro que "no queríamos alejarnos de este país", y ahora viven en un apartamento en el barrio de Salamanca, en el mismo lugar que le vio convertirse en el embajador que llevó la diplomacia a las fiestas de baile. 

[Más información: Exembajador, activista gay y madridista: así es el primer 'fichaje' del Barça]

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