El 28 de agosto de 2015 fallecía Araceli Campos tras una titánica lucha contra un cáncer cerebral que le fue diagnosticado en marzo de 2014. Entonces, los titulares de la mayoría de los medios de comunicación se afanaron en destacar que Araceli era la hermana pequeña de María Teresa (77 años), y toda la prensa se hizo eco de la trágica noticia respetando ese enfoque. El cáncer había arrasado de nuevo en la familia, después del que padeció Carmen Borrego (51) y, más tarde, la propia María Teresa y Terelu Campos (52). Esa maldita enfermedad arreciaba otra vez. 

Ahora se cumplen tres años de aquella pérdida que zarandeó la vida de las Campos y, pese al mediático apellido de Araceli, si se viaja a Málaga, y en concreto, al conservatorio Manuel Carra donde impartió clase, poco hay de Campos, de faranduleo o de ruido mediático en su recuerdo. Leli, como se la conocía cariñosamente, no iba pegada a una etiqueta. No fue la hermana de, o la tía de; no. Araceli fue a secas, una mujer que supo ganarse el respeto, la admiración y el cariño del alumnado de este centro por sí misma. Currándoselo día a día. JALEOS ha sido testigo en primera persona de esa veneración y de cómo, pese al tiempo transcurrido, su huella sigue latente. 

Araceli Campos junto a parte de sus alumnos. Redes Sociales.

Leli fue profesora de Historia de la música e Historia del pensamiento musical. Más que profesora, la hermana de Teresa Campos ejerció de obrera en su oficio, una vocacional trabajadora; incluso, una madre y una psicóloga. Leli era varias cosas a la vez. "Ella nos hacía pensar. Empezaba sus clases y las terminaba siempre igual, preguntándonos '¿Qué es la música?'. No era una clase al uso. Araceli no solo se sabía tu nombre, sino tus circunstancias personales, si eras de Málaga o de Ronda. No lo forzaba, ella era así", asegura a este digital Marta, una exalumna. Araceli rehusaba los tochos teóricos, la mera literalidad o formalidad de las cosas. Veía más allá de una meta, de un examen. 

Ella hacía pensar, fomentaba el espíritu crítico. "En sus exámenes se podía tener los apuntes. A ella le interesaba lo que se extrajera de la teoría, no esta en sí misma. Nunca he tenido a ninguna profesora igual. Me ha marcado en mi vida", apunta esta persona. Para Leli sus alumnos eran algo más, una suerte de hijos a los que arropaba, daba cariño y también reñía cuando tocaba. En esas, la tía de Terelu se enfundaba en todos los roles, hasta en el más díscolo: "Si había una cena, todos la invitábamos encantados".

"Nunca se hablaba de su cáncer en clase"

Leli junto a su hermana y Edmundo en su última Semana Santa. Gtres

En esa vorágine de familiaridad, la noticia del cáncer cayó como una sonora bofetada de realidad: "Todos lo sabíamos, pero nunca se hablaba del tema en clase ni ella decía nada abiertamente. Nadie creyó que todo fuera a acabar como lo hizo. De vez en cuando se nos decía que Leli no podía venir a clase porque estaba peor de la enfermedad, pero ni siquiera en esos momentos se desligaba de sus alumnos. Había contacto". Tan férreo se forjó ese vínculo profesora-alumnos que la persona con la que este medio ha hablado desvela lo que sigue: "Hubo una vez que Araceli tuvo un desencuentro con la dirección del conservatorio y, ante rumores de despido, todos los alumnos, al unísono, hicimos una especie de manifestación a su favor, e incluso salimos en los medios defendiéndola". 

Ella, tan menuda, tenía una fuerza interna increíble. Sin embargo, pese a la lucha, Leli falleció y su adiós, rotundo, provocó que todos sus alumnos, en masa, se agolparan en la misa. Ahí había verdad. Nadie dudó, todos actuaron como autómatas: "En el cementerio de San Miguel, en Málaga, no cabía un alfiler. Todos quisimos estar allí, viviendo nuestro particular luto, porque nosotros también habíamos perdido a alguien vital. Formó parte de varias generaciones. Por ejemplo, yo misma me vine de Bélgica corriendo cuando me enteré, pero todo lo hicimos de manera natural, nada forzado u obligado". Esta es solo la opinión de Marta, pero en ella se sostienen muchas personas. 

Cartel de un musical.

Sin ir más lejos, Claudia, quien plasmó en su red social lo que sentía por Araceli: "Me enseñó que no estaba loca por querer escoger tantos caminos en la vida, por tener tantas pasiones y no poder elegir solo una de ellas, y desmontó el mito de que quien mucho abarca poco aprieta, para convencerme de que tan valioso era ser amateur de muchas cosas como saber mucho de una sola materia. 'Eres la mujer a la que aspiro ser', no me cansé nunca de repetírselo y de dejárselo por escrito. En mi vida he conocido pocas personas de las que pueda decir que son mi aspiración en la vida". Leli, que era tan didáctica y que enseñaba a través del entretenimiento y los musicales, habrá visto, de algún modo y desde algún lugar, cómo sus pupilos han llevado a cabo diversos musicales en su memoria. Esta es solo una gota en el océano, un puntito en el inmenso recuerdo que puede suscitar la muerte de un ser querido.

Fuera de la vorágine de las aulas, existió otra Araceli Campos. Aquella que se dejaba fotografiar con su mediática hermana María Teresa y sus sobrinas Terelu y Carmen; la que se sorprendía un tanto de la que se liaba en la calle Larios de Málaga cada Semana Santa debido a la popularidad de su familia. La que dejó a unos hijos y a una familia desolada, desangelada. La que llevó su apellido Campos más allá del eco de la televisión. 'Si quieres conocer si has hecho algo bien en vida, mira la cantidad de personas que acuden a tu entierro', reza el dicho. Si la vida se reduce a eso, Araceli murió colmada de amor.  

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