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    CORDES-SUR-CIEL. En 2014 fue elegida por los propios franceses como el pueblo más bonito del país. Un cruce de caminos que se convirtió en el lugar perfecto para los negocios. Fue Raimond VII, conde de Toulouse, quien decidió crear esta ciudad comercial inspirada en nuestra Córdoba,-de ahí su nombre-, formada por casas góticas y calles adoquinadas. En su día, fue una villa amurallada con hasta cinco líneas de defensa que sirvió de refugio en medio de las cruzadas contra los cátaros. | Foto: oficina de turismo de Cordes-Sur-Ciel.

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    COLMAR. Famoso pueblo medieval, su centro histórico está rodeado de canales y casas de madera que conservan todo el encanto de su época de esplendor. Cercano a la ciudad de Estrasburgo, es la mejor escapada para un fin de semana. Su mercado navideño es toda una maravilla, pero el paisaje que muestra en primavera, con todas sus calles adornadas con flores, no tiene nada que envidiarle. | Foto: oficina de turismo de Colmar.

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    YVOIRE. A orillas del lago Lemán, en la frontera con Suiza, se encuentra este pequeño pueblo que brilla gracias a la torre plateada de su iglesia. Las flores, que visten todas sus calles, se han convertido en una de las tradiciones vecinales más importantes de la villa que, desde hace siglos, van cambiando la temática de su decoración según la época del año. Su famoso Jardín de los Cinco Sentidos cuenta con flores y plantas que despiertan todos y cada uno de ellos, en un laberinto de sensaciones que nació como un enclave estratégico e inexpugnable. | Foto: oficina de turismo de Yvoire.

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    CONQUES. En el corazón del valle de Lot, Conques es una de las etapas del Camino de Santiago francés. Su abadía tiene 250 capiteles y unas vidrieras realizadas por el pintor Piere Soulagel. Una ciudad de peregrinos con tejados de pizarra cubiertos de musgo, humeantes chimeneas y una niebla que esconde todo el misterio de las ciudades medievales. En ella, dicen que se encuentran las reliquias de una jovencísima Santa Fe, mártir que murió en la hoguera y que fue decapitada a los 13 años por defender sus creencias cristianas ante los romanos. | Foto: turismo de Conques.

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    ROCHEFORT-EN-TERRE. Sus casas medievales se engalanan de flores para vestir de colores este pueblo de la Bretaña. Con una mezcla arquitectónica que va desde el estilo bretón más tradicional hasta monumentos góticos y renacentistas, merece la pena descubrir esta pequeña ciudad en medio del Morbihan, donde los paisajes salvajes son cruzados por solitarios caminos e islotes. | Foto: GROSS Maxence.

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    BEYNAC ET CAZENAC. De construcción medieval, este pueblo situado en los acantilados del Dordoña acoge conciertos de música de cámara cuando llega el buen tiempo. En el centro del Perigord Negro, esta fortaleza servía para controlar el comercio del vino que traían desde Italia. Calles adoquinadas con casas antiguas de techos de teja que desembarcan en un puerto viejo y con encanto que ha servido de escenario para películas como “Juana de Arco” y “Chocolat”. Foto: Dominique Reperant.

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    BARFLEUR. El olor a salitre se respira en este pueblo de gran tradición pesquera, repleto de casas de granito construidas a principios del siglo XVII al que llegaron los vikingos y que se convirtió en el puerto más importante de Normandía en la Edad Media. El pintor neoimpresionista, maestro del puntillismo, Paul Signac estableció su residencia aquí. El Faro de Gatteville ofrece, tras subir los 365 escalones que lo custodian, una de las panorámicas más impresionantes de la zona. | Foto: Stéphane Maurice – CRT Normandie.

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    RIQUEWIHR. Apodada como “la perla de los viñedos”, Riquewihr está repleta de casas de madera y millones de flores que trepan todas las paredes de la ciudad. En los siglos XIII y XIV, estuvo rodeada por una sola muralla de la que hoy se conserva gran parte. Una fortificación medieval que escondía una importante judería en la que, antiguamente, se elaboraban vinos de gran calidad. Además de sus decenas de pastelerías, este pequeño pueblo es una de las principales viñas del país, donde se elabora el famoso vino de uva riesling. | Foto: oficina de turismo de Ribeavillé y Riquewihr.

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    LOCRONAN. Conocida como una “petite cité de caractère” (pequeña ciudad con carácter), este pequeño pueblo fue elegido por los celtas para crear un nemetón: un recorrido sagrado que simboliza los doce meses del año. Sus casas de granito gris azulado con tejados de pizarra conviven con unos campos en los que se cultivaba el lino y el cáñamo que servía para fabricar las velas de los navíos de la Armada Española. | Foto: Phovoir.

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    EGUISHEIM. Conocido por sus vinos con denominación de origen AOC Alsace Grand Cru, -elaborados en bodegas como las de Hubert-, Eguisheim es el lugar perfecto para comenzar la ruta de los vinos en Francia. Su casco histórico está, literalmente, dispuesto de forma circular. Sus calles, en el interior de una muralla, se disponen en círculos concéntricos hasta llegar a la plaza principal del pueblo, con una fuente renacentista y la Iglesia de San Pedro y San Pablo. En sus alrededores, se inicial la ruta de los cinco castillos con Hohlandsbourg o Pflixbourg entre otros. | Foto: oficina de turismo de Eguisheim.

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    NAJAC. Bajo el dominio de su castillo del siglo XIII en lo alto de la colina y sobre los meandros escondidos bajo la niebla del río Aveyron, se encuentra este pueblo colgado. Najac es, en realidad, una única calle, extremadamente larga y rodeada de numerosos tonos de verde que deja todo el protagonismo a ese castillo construido por Alfonso de Poitiers, hermano del rey San Luis, que ha sido nombrado como Monumento Histórico. | Foto: turismo de Aveyron.

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    GORDES. Es quizás, el pueblo provenzal más famoso del Luberon. Rodeado de interminables campos de lavanda, su origen se remonta a la Edad Media, cuando la población rural se vio obligada a refugiarse en las colinas. De ahí, su ubicación, encaramado sobre una roca. En ella está, según dicen, el molino de aceite más antiguo del mundo, el Moulin des Bouillons. | Foto: Senanque.

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    CONQUES. En el corazón del valle de Lot, Conques es una de las etapas del Camino de Santiago francés. Su abadía tiene 250 capiteles y unas vidrieras realizadas por el pintor Piere Soulagel. Una ciudad de peregrinos con tejados de pizarra cubiertos de musgo, humeantes chimeneas y una niebla que esconde todo el misterio de las ciudades medievales. En ella dicen se encuentran las reliquias de una jovencísima Santa Fe, mártir que murió en la hoguera y que fue decapitada a los 13 años por defender sus creencias cristianes ante los romanos. | Foto: turismo de Aveyron.

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    GORGES DU VERDUN. Un paisaje natural considerado el cañón más grande de Europa. Sus aguas en color turquesa y verde se encuentran al final de un barranco con 700 metros de profundidad. Cuenta con más de 1500 rutas para poder descubrir esta zona del sureste francés. | Foto: Jimbal.

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    LE CHÂTEAU D’USÉE. Aún habitado, esta construcción del siglo XV sirvió de inspiración para que Charles Perrault escribiese su cuento “La Bella Durmiente” (1697). Con más de diez siglos de historia a orillas del Loira, esta construcción de piedra cubierta de hiedra fue testigo de visitas tan ilustres como Voltaire o Chateaubriand. Su jardín, diseñado por Le Nötre, descubre uno de los castillos más famosos de Francia con un interior formado por las escenas de la famosa historia de esa princesa que no busca,-pero encuentra-, a su Príncipe Azul. | Foto: Château D’Usée.

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    ANNECY. Le llaman La Venecia de Francia. Un pueblo medieval formado por casas de colores que, no hace mucho tiempo, pertenecía a Ginebra. Ahora, como capital de la Alta Saboya, es el lugar perfecto para disfrutar de un picnic en la orilla de algunos de unos canales repletos de flores. Su Palacio de La Isla es uno de los monumentos más fotografiados de Francia, dividiendo su historia entre condes y prisioneros. El Lago Annecy se formó hace ya 18.000 años a partir de los glaciares alpinos. | Foto: Rhône-Alpes Tourisme.