“Para los hombres, militar o dirigir un sindicato es un derecho. No se plantean si desatienden su casa o su familia. Nosotras sí.” María Jesús Cedrún es la secretaria general de UGT-Cantabria y dice sentirse “una excepción.” La Confederación Europea de Sindicatos (CES) le da la razón: una encuesta con datos de 2015 revela que las mujeres sólo ocupan el 14,5% de las cúpulas sindicales. La CES ha contado secretarías generales y presidencias, ha analizado las funciones de cada puesto y ha concluido que en Europa hay 55 sillones sindicales con máximo poder político. Las mujeres ocupan sólo ocho. Y alertan de que “la situación ha empeorado en los últimos cincos años.”

REFORMAR LA LEY DE SINDICATOS

“Son comadronas, no mineros.” Así explica la británica Frances O’Grady que el movimiento obrero ha cambiado. O’Grady es la secretaria general del Trade Union Congress (TUC). Los carteles con los que hace campaña están protagonizados por trabajadoras que claman contra la reforma de la ley de sindicatos que quiere aprobar el primer ministro David Cameron. Ella lidera una entidad que agrupa a la mayoría de sindicatos ingleses y galeses y que ya supera el 50% de afiliadas. Su caso personal es una de las excepciones que recoge el informe de la CES.

UGT NO APORTA DATOS

Las féminas suponen el 43,8% de las sindicaciones en Europa, cifras a las que España se acerca mucho. CCOO tiene un 42,2% y desde 2008 cumple la cuota 40/60 en su Comisión Ejecutiva Confederal. USO tenía en 2014 un 36% de afiliadas según datos del INE pero sólo un 17% en su Comisión Ejecutiva Federal. Ni esas centrales ni UGT, las de mayor peso en España, han tenido nunca una mujer al mando. Ana Sigüenza es la única española que ha sido secretaria general de un sindicato de clase. Fue en la CNT de 2000 a 2003.

El informe de la CES explica que UGT ha suplido la bajada de afiliaciones con las sindicaciones de mujeres, pero el sindicato no ha querido aportar datos para este reportaje. También ha costado encontrar voces como la de María Jesús Cedrún, que cree que callar no beneficia a nadie.

“No sería coherente con lo que represento”, explica. “Se ha avanzado mucho pero aún queda por hacer en lo referente al papel de la mujer en la estructura sindical”.



AVANCES EN OTROS ESCALAFONES

El informe de la CES también dice que en Europa hay 92 vicepresidencias y sólo 17 las ostentan mujeres. En otros mandos los números son los siguientes: 10 vicesecretarias (frente a 18 vicesecretarios) y seis tesoreras (frente a 18 tesoreros). El número de mujeres aumenta a medida que se desciende en el escalafón sindical. Tanto es así que la mayoría está en la base.

Las mujeres “salvan” los números de cotizantes y los mandos intermedios de los sindicatos españoles. CCOO tiene hoy menos delegados sindicales pero ha subido el número de delegadas del 29% al 38% en nueve años y tiene algunas mujeres al frente de sectores en algunas comunidades autónomas. Son los casos de Ana Sánchez y Mercedes González, que dirigen las sectoriales de industria de Aragón y Madrid respectivamente.

UNA EXCEPCIÓN

CCOO no tiene ninguna fémina al frente de una federación autonómica. UGT sí. Son Carmen Castilla en Andalucía, Cristina Antoñanzas en La Rioja y María Jesús Cedrún en Cantabria. “Cuando pregunto a mis compañeros si aceptarían que sus parejas llevaran la vida que llevo yo, se lo piensan un buen rato”, dice Cedrún, que dirige la federación cántabra desde hace 14 años pero sigue definiéndose como “una excepción”.

Desde Londres, Frances O’Grady hace una reflexión en torno a la mayor presencia femenina en las bases. “Para millones de mujeres la vida laboral no es hoy más fácil sino mucho más dura”, dice aludiendo a la crisis económica. Cree que esa dureza es un motivo suficiente para atraer más mujeres y darles más poder.

Anna Biondi, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cree que el primer objetivo de incorporar más mujeres debe ser conseguir la igualdad. “Pero también debe obedecer a la obligación de los sindicatos de incluir a grupos diversos, como los trabajadores que no tienen un empleo estable”.

Según Cedrún, hacer que haya mujeres al mando atrae a otras mujeres: “A mí me pasa: cuando me ven al frente, muchas se acercan y siempre hay quien se acaba afiliando”.

ALGUNAS PARADOJAS

Carolina Gea es maestra, tiene 37 años y cotiza desde hace 10 años en CCOO. El 80% de los docentes de infantil y primaria son mujeres, pero las cúpulas de esas federaciones también las llevan hombres. “Supongo que dirigen el sindicato por el mismo motivo por el que, aun siendo pocos en el ramo, los varones suelen ser directores en los colegios: es un tema cultural”.

En Europa, la situación de las federaciones sectoriales es parecida a las de las centrales. La mujer sólo tiene mayor presencia que el varón en la base y en sedes territoriales. Según los datos de la entidad europea, en las federaciones hay un 33% de presidentas, un 42% de vicepresidentas, ninguna secretaria general, ninguna subsecretaria y ninguna tesorera. En España, a excepción de la universidad, las profesoras superan en número a los varones en todos los niveles de enseñanza.

Sindicalista protestando contra los recortes en España Jasper Juinen Getty

La Asociación Nacional de Profesores Estatales (ANPE) tiene 60.000 cotizantes y representa a todas esas categorías. Estiman su proporción de afiliados en un 60/40 a favor de las mujeres. En su secretariado, hay seis hombres y cuatro féminas y al frente está Nicolás Fernández: “Creemos en la igualdad y en que todos tengamos libertad para optar a un puesto, no en las cuotas”.

Sólo cinco de las 17 sucursales autonómicas de ANPE están dirigidas por mujeres y 20 de las 50 sedes provinciales pero Fernández cree que acceder es una cuestión de voluntad. “No niego que las mujeres tengan dificultades en otros ámbitos, pero no en éste. Mis compañeras no tienen problemas para compaginar sus tareas sindicales con sus vidas”.

LOS NIÑOS SON COSA DE HOMBRES

Mónica Gracia es secretaria general del Sindicato Unificado de Policía (SUP), que cuenta con un 13% de afiliadas. La cifra es parecida a la de mujeres empleadas en el cuerpo, al que pudieron acceder en 1979. “Los niños y la casa no son cosa de la mujer sino un asunto que compete también a los hombres”, explica Gracia sobre los motivos por los que su sindicato cambió el nombre de la Secretaría de la Mujer por el de Federación de Igualdad y Conciliación.

Gracia dice que su marido se ocupa en un 90% del tiempo de su hija. “En otros momentos los papeles se han invertido pero yo tenía claro que mi ascenso implicaba un compromiso”. No cree que sea un sacrificio sino una elección que tiene sus consecuencias. “A veces he adoptado modelos masculinos porque era más ventajoso para mi puesto y en según qué situaciones, pero lo he hecho siempre voluntariamente”, responde a la pregunta de si ha notado resistencias a sus ascensos.

El SUP es un sindicato profesional y no está reflejado en la encuesta del CES, que comprende 90 centrales de 39 países que representan a trabajadores de cualquier sector. Tampoco aparece en su recuento una elección muy sonada en Europa: la de Christiane Benner en octubre de 2015 como vicepresidenta de IG Metall, principal sindicato alemán con 2,3 millones de afiliados y una tasa de personas sindicadas del 17%. Hace sólo tres meses que fue elegida y Benner ya está considerada una de las 50 mujeres más influyentes de Alemania.

Es en los sindicatos profesionales o corporativos en los que las españolas han dado pasos más significativos. Concha Ferrer es secretaria general del Sindicato de Médicos de Asistencia Pública, que opera sólo en la Comunidad Valenciana. Isabel Vilalba es la líder del Sindicato Labrego Galego, que representa a trabajadores del campo en Galicia. “Yo no encontré resistencias por ser mujer cuando opté al puesto: éramos sólo tres en la organización pero todos conocían mi trabajo de primera mano”, añade Cedrún, que cree que estar en una estructura relativamente pequeña (19.300 cotizantes) facilitó su ascenso.

UN MODELO DESFASADO

“Los avances son evidentes pero no todo lo rápidos que nos gustaría”, cuenta Anna Biondi, directora adjunta del organismo de la OIT que ejerce de vínculo con los sindicatos de todo el mundo. Para este organismo, la subrepresentación femenina en los puestos de decisión sindical es “un problema global” pero Biondi prefiere centrarse en los progresos. “Antes sólo los países nórdicos tenían secretarias generales y ahora Italia tiene a Susanna Camusso y a Anna Furlan al frente de la CGIL y la CSIL y se está progresando mucho en las federaciones.”

Una mujer sindicalista en una manifestación Pablo Blázquez Getty

La permanencia en los mandos no es una cuestión menor. “Una familia decide que sea la mujer quien coja los permisos o deje el trabajo porque trabaja menos horas o gana menos que el marido”, explica Cedrún. Ella ha visto cómo la triple jornada (casa, trabajo y tarea sindical) vence a algunas compañeras. “No lo dicen por pudor pero muchas muchas mujeres que presiden los comité de empresa lo pasan mal. La prueba es que ninguna dura más de dos mandatos.”

Para Torns eso se debe a que el sindicato “sigue siendo un modelo basado en la figura del obrero industrial y coloca el trabajo por delante de los cuidados, la casa y los afectos”. Esta profesora jubilada de la Universitat Autònoma de Barcelona considera que para hacer frente a los nuevos tiempos, los sindicatos precisan “un lavado democrático” y tener presente que todas las tareas deben compartirse.

“El hombre aún ve natural que al salir de trabajar puede hacer lo que quiera. Por el contrario, ellas ven natural irse corriendo a atender la casa y los críos”. Cedrún se siente una excepción, en buena parte, porque su marido, también sindicalista, y su hija se lo han puesto fácil. “A mis compañeros que se quedan hasta muy tarde en el sindicato les suelo decir que no se van a casa para escaquearse de hacer la cena”, explica riendo.

Por estas y otras razones, Teresa Torns asegura que sindicalismo y feminismo han sido siempre “una pareja mal avenida.”

UN CAMBIO DIFÍCIL

Cedrún cuenta que una de sus “guerras” cotidianas es convencer a sus colegas más mayores de que más horas en la sede no implican más productividad. Pero dice que las estructuras sindicales presentan unas peculiaridades que dificultan los cambios. “Si me llama un domingo un compañero porque lo han despedido, tengo que atenderlo. Y si hay una movilización a las cinco de la mañana en una fábrica, debo estar allí”.

Tania Guil es madre, tiene 37 años y cotiza en CCOO desde hace 18. “Las mujeres seguimos asumiendo la mayor parte del trabajo del hogar y se nos hace difícil asumir la dedicación que exige la militancia”. Ella acude a informarse a la sede cada vez que lo necesita y participa en acciones reivindicativas cada vez que puede. “Pero los horarios del sindicato no suelen favorecer la conciliación”, afirma.

A esas cosas se refiere la profesora de Relaciones Laborales Anne Munro, que se queja de que el discurso igualitario de los sindicatos es demasiado generalista y de que su estructura es tan rígida que a veces impide la participación.



MEJORAR EL EQUILIBRIO DE GÉNERO

La CES aprobó en 2011 una resolución con la que los sindicatos miembros se comprometían a “mejorar el equilibrio de género en los puestos de liderazgo sindical”. El informe de 2015 recoge las medidas de los sindicatos para conseguirlo: planes de igualdad, aplicación de una visión de género y creación de grupos de trabajo. Las autoras no esconden su decepción y hablan de “políticas blandas”. No sólo por su naturaleza sino porque no contemplan objetivos concretos ni fechas de realización.

Una de esas medidas es el sistema de cuotas. La CNT, único sindicato que ha tenido en España una secretaria general, es anarcosindicalista, asambleario y se opone a las cuotas por considerarlas “ofensivas” y una discriminación no precisamente positiva.

Para la CES, más partidaria de un sistema de representación proporcional que refleje el número de mujeres militantes que de las cuotas que marcan una proporción fija, las que han aplicado los sindicatos europeos son “modestas”, pues ninguno ha optado por el 50/50. Entre ellos están los tres españoles, UGT, CCOO y USO.

Teresa Torns dice con sorna que la igualdad es “que las mujeres mediocres tengan las mismas oportunidades de los hombres mediocres”. Considera que hay que acabar con “ese mito de que la mujer hace las cosas mejor por ser mujer.” Pero cree que mientras no haya equidad entre hombres y mujeres, estará a favor de las cuotas.

Otras están en contra. “Con las cuotas, no sabemos si una mujer llega a un puesto por cuota o por mérito”, dice Mónica Gracia, secretaria general del SUP, que cree que en la empresa privada quizás son necesarias pero no en su profesión en la que todos cobran igual y tienen las mismas opciones. “Aun así, hay que seguir avanzando en conciliación para que haya más mujeres y también para que desarrollen sus carreras en igualdad de condiciones.”



¡MUJERES FUERA DELA FÁBRICA!

“¡Mujeres fuera de la fábrica!” Ésa era una de las consignas de los sindicalistas españoles del textil de finales del siglo XIX. Según el historiador Carles Enrech, en los inicios del movimiento obrero las mujeres eran vistas como rivales. Las normas, sin embargo, ayudaban a reducir esa competencia. Un ejemplo fue la Ley de Trabajo de Mujeres y Niños de 1900 que Enrech califica de “estrategia sindical para relegar a las mujeres a puestos secundarios o no cualificados con bajas remuneraciones y favorecer la contratación de oficiales”.

En 1931, la República reconoció la igualdad de derechos laborales pero en la práctica siguió habiendo sectores vetados. Clara Campoamor intentó sin éxito abrir la carrera judicial a la mujer, que tampoco podía acceder al cuerpo policial ni a algunos puestos a los que sólo optaba siempre que no hubiera un candidato varón. Aún así, el artículo 40 de la Constitución republicana ofrecía a las mujeres mejoras considerables que Franco borró en 1938 a golpe de ley fundamental.

“El Estado libertará a la mujer casada del taller y de la fábrica”, rezaba el Fuero del Trabajo. “Más que una norma reguladora, fue una declaración de orden ideológico”, opina el investigador José Babiano, que considera que su único objetivo era perpetuar los roles de “ángel de la casa” para la mujer y el de sustentador para el hombre y de esa manera, que el trabajo femenino siguiera siendo secundario. Estuvo vigente hasta 1977.

PODER Y CALLAR

“Las leyes nos igualan y las cuotas ayudan, pero yo a veces no puedo aplicarlas por no tener suficientes mujeres en una federación y en otros casos porque la compañera en cuestión no quiere”, dice Cedrún sobre su experiencia.

“No es lo mismo elegir entre patatas o espinacas que decidir si hay que intervenir o no intervenir en Macedonia”, decía la italiana Emma Bonino en el libro Donne, politica e stereotipi, de la feminista italiana Francesca Molfino. Para Bonino, para entender la subrepresentacion de mujeres en determinados puestos, hay que reconocer que el poder suscita cierto temor en las mujeres.

Torns comparte la idea que las mujeres se han resistido a tomar el poder pero cree que el “si quieres, puedes” no siempre es aplicable ni justo para las mujeres, que tienen que vencer otros impedimentos. Para la socióloga, el poder hay que cogerlo libremente y negociando, algo que, según explica, hay que hacer en relaciones interpersonales de igualdad: “Ahí es donde volvemos al punto de partida.”

Todas las entrevistadas han referido que la escasez de mujeres en las cúpulas sindicales es reflejo de la sociedad. La CES, por su parte, compara el 14,5% contabilizado con el 24% de mujeres en puestos de mando en parlamentos y gobiernos europeos e informa de que no todos sus socios aportan información completa y actualizada sobre el asunto. Tampoco lo han hecho algunas entidades ni mujeres a las que se ha pedido participar en este reportaje. Torns explica así esa reserva: “La conciencia de clase impide señalar al camarada y algunas aún callan en nombre de la santa lucha.”

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