La adolescencia es el período de nuestra vida en el que pasamos de ser niños a adultos. Se trata de una época de grandes cambios, tanto a nivel físico como emocional. 

Este desarrollo físico y psicológico suele acompañarse de manifestaciones que fomentan conflictos interpersonales. El niño empieza a dar síntomas de rebeldía capaces de poner a prueba la paciencia de los padres más comprensivos.

Una buena herramienta para analizar su comportamiento es la grafología, con ella podemos saber el estado emocional en el que se encuentra. 

Cómo entender a los adolescentes rebeldes

Hay que hacer un paréntesis y comentar lo importante que es que hablemos con ellos de los anticonceptivos y  como mantener sexo seguro y responsable.

La adolescencia consiste en independizarse de los padres y establecer una identidad propia. Esto implica construir su propia red de amistades y controlar sus propias respuestas a estímulos emocionales. También, desarrollar su propia identidad moral.

Por desgracia, estos cambios en el plano de la psicología no se acompañan de una madurez física que contribuya a la estabilidad emocional. En un entorno en el que tiene que posicionarse frente a cosas tan dispares como las drogas, las personas de otro sexo, los estudios o la sociedad, el adolescente se siente inseguro  y no se encuentra a gusto en su cuerpo, para ellos su imagen personal es importante.

En algunos casos el tener pasatiempos en común puede unirnos a ellos más de lo que imaginamos, por ejemplo podemos tener un insectario, cuidaremos los insectos con su colaboración y les enseñaremos a ser responsables.

La necesidad de independencia, por un momento, parece degenerar en un estado de rebelión en el que al adolescente. Por suerte, todo esto es pasajero y hay diversas cosas que podemos hacer no sólo para mejorar la relación, sino también para contribuir a facilitar su transición a la edad adulta:

6 consejos sencillos para tratar con los adolescentes

  • Establecer nuestra autoridad. El adolescente debe tener claro que hay unos límites que no puede, ni debe traspasar.  Definir claramente qué es aceptable y qué no, es fundamental. Si, por ejemplo, consideramos que decir palabrotas o dar portazos está fuera de lugar, debemos hacérselo saber claramente. Los límites que se establezcan han de ser sencillos, razonables y fáciles de comprender y deben aplicarse de forma sistemática, sin excepciones.
  • Evitar ser reactivo. A los adolescentes les gusta apretar las tuercas a los adultos y traspasar los límites de la autoridad, especialmente la de sus padres. Es una conducta que necesitan para afirmar su propia autonomía. A menudo, es algo que llevan demasiado lejos y las constantes provocaciones pueden acabar con nuestra paciencia. En estas situaciones es importante siempre mantener la calma. Una reacción visceral por nuestra parte es lo que el adolescente espera. Por este motivo, es mejor dejar pasar un rato para que las emociones se enfríen y podamos abordar el problema mostrando preocupación, pero no enfado. De esta manera, si hay consecuencias, evitamos que el adolescente las perciba como un castigo desproporcionado e injusto.
  • Ser flexible. En las situaciones cotidianas es importante no sacar las cosas de quicio ante las constantes provocaciones por parte del adolescente.  Hay que tratar de elevarse por encima de su nivel de comportamiento, no ponerse a su altura. Ante estos tipos de situaciones, hay que mostrarse razonable y receptivo, reservando una respuesta de mayor envergadura sólo para temas que realmente lo merecen.
  • Fomentar un estilo de vida saludable. Sea cual sea la problemática que rodee al adolescente, un estilo de vida con horarios regulares, sueño abundante, ejercicio físico y comida adecuada siempre facilitará la resolución de los conflictos. Especialmente, es importante limitar el tiempo de acceso a los aparatos electrónicos: TV, videojuegos, teléfonos inteligentes, todos ellos contribuyen a elevar los niveles de estrés. Mantenerlos en unos límites razonables repercutirá en su calidad de vida y le ayudará a resolver sus problemas.
  • Estar pendiente de las señales alarmantes. Aunque la actitud desafiante y conflictiva de cualquier adolescente no suele pasar de una postura dramática que se desvanece con el tiempo, hay algunos signos de los que hay que estar pendientes para tomar medidas antes de que el comportamiento se convierta en problemático. Si el adolescente muestra una tendencia a jugar con armas, es proclive a la violencia hacia otras personas, fantasea con situaciones violentas o maltrata a los animales, estaremos ante un cuadro en el que hay que tomar medidas inmediatas, que pueden incluir el recurso a la ayuda de un profesional que nos ayude a lidiar con la situación
  • Conectar con el adolescente problemático. Hay que estar siempre presente en su vida de una forma que le ayude y no limite su crecimiento personal. Pese a que a menudo responda nuestros intentos de conectar con irritación u otras reacciones negativas, hay que entender que, en el fondo, desea ser comprendido y valorado, aunque no de forma intrusiva. Basta con saber escuchar y mostrarse positivo.
  • Una forma eficaz de conectar con ellos es ayudarles a la decoración de su habitación a su gusto, esa estancia es su mundo y hay que respetarla.

Hay que tener presente que no deberemos rebajar su autoestima, sino todo lo contrario, para que se conviertan en unos adultos sanos y fuertes.

Los consejos anteriores, junto con nuestra paciencia y dedicación cotidiana como padres, ayudarán a los adolescente rebeldes a superar los problemas de este período y a convertirse en un adulto capaz de afrontar con éxito los retos del futuro.