Los trastornos intestinales se relacionan con el alzhéimer por las observaciones que en 2003 realizó el médico alemán Heiko Braak. Éste descubrió que los pacientes diagnosticados con esta enfermedad neurodegenerativa tienen acumulaciones de alfa-sinucleína en partes del sistema nervioso central que controlan el intestino. Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Gut ha confirmado que los trastornos intestinales también se vinculan con un mayor riesgo de párkinson.

Para demostrar la hipótesis de Braak en estos enfermos, los investigadores han comparado a 24.624 personas que padecían la enfermedad de Parkinson por una causa desconocida con aquellos que habían sido diagnosticados por algún trastorno neurológico, como el alzhéimer (19.046) o un accidente cerebrovascular (23.942).

Los resultados de la comparación indicaron que hasta cuatro afecciones intestinales estaban asociadas con un mayor riesgo de diagnóstico de la enfermedad de Parkinson. En concreto, la gastroparesia, la dificultad para tragar y el estreñimiento se asociaron con el doble de riesgo de padecer la enfermedad de Parkinson en los cinco años anteriores al diagnóstico. En el caso del síndrome del intestino irritable (SII) sin diarrea, se asoció a un riesgo un 17% mayor.

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Otros problemas intestinales, como la despepsia funcional, el SII con diarrea y la diarrea con incontinencia fecal también fueron más frecuentes entre las personas que desarrollaron la enfermedad de Parkinson. Aunque estas afecciones también eran más prevalentes antes de la aparición del alzhéimer o del accidente cerebrovascular.

La enfermedad inflamatoria intestinal y la vagotomía no se asociaron con un mayor riesgo. En cambio, la extirpación del apéndice parece jugar un papel protector. Esto podría conducir, como señalan los investigadores, a una detección más temprana y a nuevos tratamientos potenciales.

Un tercer factor desconocido

Los autores del citado trabajo reconocen, eso sí, que se trata de un estudio observacional; por lo que, como tal, no puede establecerse una causa. Los investigadores también destacan varias limitaciones a sus hallazgos, como que el tiempo de seguimiento fue demasiado corto y que la información utilizada podría estar incompleta.

No obstante, aseguran que este es el primer estudio que ofrece pruebas observacionales de que el desarrollo de la enfermedad del Parkinson se podría predecir a través del estreñimiento, la disfagia, la gastroparesia y el SII sin diarrea. "Nuestros hallazgos justifican la alerta por trastornos intestinales en pacientes con mayor riesgo de párkinson", añaden.

La profesora de Fisiología y Biología de Membranas en la Universidad de California en David (Estados Unidos) Kim Barrett considera que "el estudio realiza una contribución importante al mostrar que algunos diagnósticos intestinales están vinculados a un diagnóstico posterior de la enfermedad de Parkinson. "Desde hace tiempo se entiende que el cerebro se comunica con el intestino, por lo que puede ser importante que los médicos tomen nota de las condiciones gastrointestinales al evaluar a pacientes de riesgo", explica Barret en declaraciones a Science Media Center (SMC).

La bióloga, que no ha participado, en el estudio valora que los investigadores se esforzaron por minimizar el impacto del sesgo de vigilancia en su análisis. "Sin embargo, los sujetos registros fueron revisados eran menos diversos en términos raciales y étnicos que la población estadounidense en general". Esto significa que podría no ser posible extrapolar las conclusiones a todos los grupos o incluso a aquellos fuera de EE.UU.

Barret también entiende que los hallazgos son puramente correlativos, por lo que no se descarta que tanto los trastornos intestinales como la enfermedad del Parkinson pueden estar vinculadas de manera independiente a un tercer factor de riesgo aún desconocido. "Aunque las conclusiones tienen relevancia clínica, el trabajo no puede atribuir causalidad".

Una evidencia creciente

La directora asociada de la organización Investigación de Parkinson de Reino Unido, Clare Bale, coincide con Barret en que el estudio "añade más peso a la creciente evidencia de que problemas como el estreñimiento, la dificultad para tragar y la gastroparesia pueden ser señales de advertencia tempranas de párkinson".

A su juicio, esto podría abrir oportunidades para nuevos tratamientos que se centren en el intestino para mejorar los síntomas e incluso frenar la progresión de esta enfermedad. "Dado que la enfermedad generalmente ya ha progresado a una neurodegeneración a gran escala en la sustancia negra de los pacientes que presentan síntomas motores, cualquier signo clínico anterior y posibles biomarcadores serían de gran valor para un tratamiento más temprano", añade en esta ocasión Tim Bartels, líder del grupo en el Instituto de Investigación sobre Demencia en la University College de Londres (Reino Unido).

Para Bartels, uno de los puntos más interesantes del estudio es la asociación aparentemente protectora de la extirpación del apéndice. "Dentro del sistema gastrointestinal, el apéndice podría ser el origen del ataque patológico que luego se propaga por todo el intestino y, en última instancia, al cerebro", expone el investigador a SMC.

Esta asociación establece firmemente que el intestino podría ser un objetivo principal para buscar biomarcadores en los humanos. También para desarrollar mejores sistemas con los que comprender la disfunción intestinal en la enfermedad de Párkinson, con el fin de encontrar objetivos farmacológicos", concluye Bartels.