Madrid

La longevidad se ha convertido en uno de los principales ámbitos de investigación científica, médica y social. Si cada vez vivimos más años, es prioritario hacerlo con salud, retrasando el reloj epigenético relacionado con la aparición de enfermedades crónicas y degenerativas ligadas a la edad. Mantenernos más jóvenes de lo que nuestra edad cronológica dicta es una estrategia preventiva para evitar males prevalentes como el cáncer y el alzhéimer, y es crucial para hacer sostenible el gasto asistencial en una sociedad cada vez más envejecida.

Soñar con la inmortalidad, sin embargo, sigue rebasando las fronteras de la ciencia: el límite biológico lo marcó la francesa Jeanne Calment al morir en 1997 a los 122 años. Su compatriota, la religiosa Lucille Randon, falleció este enero a los 118, pasando el testigo a la española María Branyas. Estas dos últimas supercentenarias -personas de más de 110 años-, sin embargo, nacieron en los albores del siglo XX. Los niños nacidos dos generaciones después, a partir de 1950, serán los primeros que alcancen -y posiblemente superen- los 125 años de vida.

Esta es la conclusión del trabajo publicado en la revista PLOS One por los investigadores estadísticos David McCarthy, de la Universidad de Georgia, y Po-Lin Wang, de la de Florida del Sur. "Si hay un límite máximo para la longevidad humana, todavía no nos estamos acercando", manifiestan tras analizar los datos de cohortes de personas de entre 50 y 100 años en 19 países desarrollados, España incluida. Así han podido determinar que el siglo XX vivió eventos de "compresión" de la mortalidad -cuando los nacidos en un mismo año murieron en fechas similares- y otros de "postergación" que dilataron la esperanza de vida de determinados individuos.

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"La compresión de la mortalidad implicaría que hay un límite, un muro que no podemos traspasar", explica a EL ESPAÑOL José Alberto López, investigador postdoctoral del laboratorio de Plasticidad Celular y Enfermedad del IRB Barcelona. Los investigadores han empleado la Ley de mortalidad de Gompertz para establecer la edad a la que cada cohorte hace "meseta" y tiende a morir. Lo que han visto es que la "barrera" ha ido subiendo. Primero, para las mujeres nacidas a finales del siglo XIX, que vivieron cinco años más de media gracias a las mejoras sanitarias y sociales.

El salto más significativo, sin embargo, se da en la primera mitad del siglo XX, cuando se añaden 10 años a la longevidad. "En la cohortes de personas nacidas entre 1910 y 1940 parece que 'el muro' se está desplazando, los que antes morían entre los 80 y 90 años ahora está muriendo entre los 90 y los 100", explica López. "Esto demuestra que el 'muro' no es tan sólido". Además, fluctuaciones como la gripe de 1918, las guerras mundiales o más recientemente la pandemia de Covid-19 no ha afectado a esta tendencia, por lo que los récords de longevidad podrán seguir creciendo en las próximas décadas.

Así, McCarty y Wang estiman en un 95% las probabilidades de que haya una mujer nacida en 1950 en Suecia que muera entre los 117,1 y los 125,5 años, es decir, "en algún momento entre 2067 y 2075". La predicción, corrobora el investigador del IRB Barcelona, entra dentro de lo posible. "Un estudio estimaba en solo un 20% las probabilidades de que el récord de 122 años no haya sido batido ya para 2050", rememora. "Los avances de salud de la segunda mitad del siglo XX probablemente descubrirán un potencial que se traducirá en muchos más centenarios y súpercentenarios en la segunda mitad del siglo XXI".

Vivir hasta los 130

"Este estudio aborda un tema sumamente interesante: ¿Cuánto tiempo podemos vivir?", explica Jesús-Adrián Álvarez, actuario especializado en longevidad en ATP Fondo de Pensiones y miembro del consejo directivo de la Sociedad Demográfica, en declaraciones a Science Media Centre. Según detalla, el uso de datos de cohorte -mortalidad de individuos nacidos el mismo año- es "innovador" para determinar "la existencia de esta 'barrera de edad'", en función de los fenómenos demográficos que modularon la postergación y compresión de la mortalidad en edades avanzadas. 

Pero ¿puede realmente prolongarse biológicamente la vida de forma indefinida? López recuerda que los modelos estadísticos han llegado a calcular una horquilla de entre 120 y 150 años antes que el cuerpo humano falle sin remedio. Este estudio confirma que "nos podemos acercar a ese rango límite" y que es "muy probable" que veamos a la primera persona que cumpla 130 años en un futuro próximo. Pero advierte: seguirá siendo la excepción. "La posibilidad de que una persona de 115 años muera antes de cumplir los 116 es tan alta que hacen falta mil centenarios para conseguir un súpercentenario".

Según recuerda Álvarez, la esperanza de vida al nacer en España ronda los 80 años para los hombres y los 86 para las mujeres. ¿Podríamos aspirar a alargarla hasta los 100? Sí, responde López, pero será un proceso cada vez más lento, como los récords de atletismo" que "cada vez se baten de forma más espaciada". Aunque el artículo no se detiene en las razones del aumento de la longevidad, el investigador menciona el progreso en el tratamiento de enfermedades ligadas a la edad como el cáncer, la mejora de los hábitos de vida y la cobertura sanitaria. "No se trata solo de hasta dónde puede potencialmente vivir una persona, sino hasta dónde se permite vivir a toda la población en general", concluye.