España está viviendo la séptima ola de Covid-19 desde que la pandemia arrancó oficialmente en marzo de 2020 en nuestro país. Es la ola más 'silenciosa' de todas, dado que los actuales protocolos no permiten realizar pruebas médicas a todo el mundo como antaño. Pero no es por ello menos importante: los pacientes tienden a sufrir síntomas más leves, pero los hospitales están volviendo a incrementar peligrosamente el número de pacientes ingresados.

Las variantes siguen evolucionando, y la responsable de la sexta ola, conocida como ómicron, ha dado lugar a varias subvariantes. Las últimas, denominadas BA.4 y BA.5, parecen escapar mucho más fácilmente a las vacunas actuales. Como se analiza en un reciente artículo publicado en la revista Nature, debemos actualizar las vacunas para adaptarlas mejor. Pero no es tan sencillo como puede parecer.

Las actuales vacunas contra el virus SARS-CoV-2 se basan en las primeras variantes que surgieron en Wuhan (China) a finales de 2019, y las actuales cepas de ómicron son significativamente diferentes. Como consecuencia, la protección frente a las mismas es de corta duración, aunque por suerte sí parecen evitar los cuadros más graves en la mayoría de los casos.

La mayoría de los expertos están de acuerdo en que las actuales vacunas están ya "atrasadas" respecto a la realidad. Pero, dado que cada vez existen más variaciones en este virus pandémico, es complicado fabricar nuevas inyecciones que sean capaces de contener la infección. Fabricar una vacuna no es fácil, y el virus está siendo más rápido.

Y no, no es tan fácil como intercambiar material genético basado en la cepa inicial por las cepas de ómicron, como explica Meagan Deming, viróloga y especialista en vacunas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland en Baltimore. Las subvariantes como BA.4 y BA.5 van erosionando la inmunidad ganada por la vacunación o por la infección, ni siquiera si ha sido con otra subvariante de ómicron.

De hecho, incluso si se fabricasen vacunas basadas en la ómicron original -BA.1-, existe una posibilidad real de que las subvariantes se hayan diversificado todavía más en el momento de lanzarla y el esfuerzo haya sido inútil. De hecho, expertos como la viróloga Penny Moore, de la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo (Sudáfrica), ya sugieren que es probable que surja una variante completamente nueva de una parte distante del árbol genealógico del SARS-CoV-2.

Si se fabrican nuevas vacunas, deben tener un objetivo más amplio y producir una inmunidad que pueda hacer frente a variantes pasadas, presentes y futuras. Moderna, con sede en Cambridge (Massachusetts), está probando una dosis actualizadas que codifica dos versiones de la proteína Spike del SARS-CoV-2: la formulación original y una versión basada en la subvariante de ómicron BA.1.

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Se trataría de una "vacuna bivalente", que por el momento ha dado buenos resultados en los ensayos clínicos. La respuesta sería un 75% superior frente a BA.1 y un 24% superior contra las versiones originales de SARS-CoV-2 en comparación con la cuarta dosis de la vacuna original de Moderna. Además, también parece generar anticuerpos para las subvariantes BA.4 y BA.5, aunque sus niveles eran tres veces más bajos que contra BA.1.

Por su parte, tanto Pfizer como Novavax están probando sus nuevas versiones contra ómicron. En un comunicado reciente, Pfizer-BioNTech informaba que su vacuna contra ómicron BA.1 solo aumentó la respuesta de dos a tres veces en comparación con una dosis adicional de la vacuna original. Su vacuna bivalente, similar a la de Moderna, generó respuestas 1.5-2 veces superiores. De nuevo, las subvariantes BA.4 y BA.5 escaparon a dicha inmunidad de forma similar a lo que ocurre con la vacuna de su competidor.

Otros expertos, como el científico de vacunas John Moore de Weill Cornell Medicine en Nueva York, se preguntan si realmente vale la pena. Se están viendo "modestos aumentos de inmunidad" con las vacunas bivalentes, pero puede que no sean suficientes para justificar el gasto y la complejidad requerida en un cambio de composición. 

Por el momento se está llevando a cabo un ensayo clínico probando combinaciones de vacunas basadas en diversas variantes, incluyendo ómicron, beta, delta y la cepa original. El ensayo se llama COVAIL, e incluye vacunas de ARNm fabricadas por Moderna y Pfizer, y refuerzos experimentales desarrollados por Sanofi en París y GSK en Londres.

Para rizar el rizo, existen datos de que algunas infecciones por ómicron tras la vacunación dan lugar a la creación de anticuerpos similares a los que producían las vacunas, y no una inmunidad clara frente a la misma variante. Esto también podría reproducirse si se fabrican vacunas basadas en esa misma cepa: que la inmunidad no funcione como se espera.

De hecho, un fenómeno similar se produce con la influenza o gripe estacional: tanto la infección como la vacunación afectan de forma diferente a cada persona, algo que hace necesaria una vacunación estacional basándose en la cepa que con mayor probabilidad se encontrará en circulación. Pero, de nuevo, es un asunto complicado: la gripe es una enfermedad bien conocida, pero el SARS-CoV-2 solo lleva entre nosotros apenas dos años y está demostrando ser muy difícil de predecir.