Los antihistamínicos son uno de los grupos de medicamentos más usados en España, sobre todo durante la entrada de la estación primaveral: estornudos, picor de ojos y lagrimeo, picor de garganta e incluso reacciones tipo urticaria son algunos de los signos que pueden indicar que se está produciendo una reacción alérgica.

No son pocas las personas que sufren este tipo de reacciones, en diferentes intensidades, año tras año. Cuando se produce el cambio de estación y el aumento de polen ambiental, los mencionados síntomas se vuelven comunes, incluso en medio de la actual pandemia Covid-19.

Sin embargo, y a pesar de que hoy en día se tiene una gran experiencia médica con este tipo de fármacos, aún son muchos los usuarios de los mismos que no los toman de la forma adecuada, como indica el Derek Chu, experto en alergias y académico clínico en la Universidad McMaster.

Según Chu, junto al profesor Gordon Sussman, de la Facultad de Medicina Temerty de la Universidad de Toronto, y cuyo informe se ha publicado recientemente en CMAJ, los usuarios de antihistamínicos deberían revisar qué medicamentos usan habitualmente para sus reacciones alérgicas.

Existen antihistamínicos de primera y segunda generación, y los más modernos suelen ser más potentes, más específicos, más rápidos y más seguros a la hora de tratar síntomas como la rinitis alérgica o la urticaria. Sin embargo, los antihistamínicos más viejos o de primera generación suelen asociar más efectos adversos, como sedación, somnolencia, alteraciones cognitivas e incluso la muerte en caso de sobredosis.

Por todo ello, Chu y Sussman han querido dejar claros cinco puntos clave a tener en cuenta al hacer uso de estos fármacos:

1. Los antihistamínicos son uno de los grupos de fármacos más usados de forma incorrecta en todo el mundo. Su uso esencial es aliviar los síntomas de las reacciones alérgicas o los brotes de urticaria, pero no tienen como objetivo mejorar los síntomas del asma, los eccemas, la tos o el insomnio.

2. Los antihistamínicos de primera generación se asocian con efectos secundarios significativos y, en ocasiones, fatales. Algunos de los antihistamínicos más antiguos, como la difenhidramina, clorfeniramina o hidroxizina pueden provocar somnolencia, alteraciones cognitivas y alteraciones del rendimiento escolar. La sobredosis de estos fármacos puede incluso causar la muerte, y son potencialmente peligrosos tanto en jóvenes como en mayores.

3. Los antihistamínicos de segunda generación, más modernos, son más seguros, igual de asequibles e igual de eficaces o incluso mejores que los antihistamínicos de primera generación. Se ha demostrado que son más efectivos en algunos casos y sus efectos duran más, con menos efectos secundarios asociados, como es el caso de la somnolencia.

4. No se deben usar antihistamínicos en lugar de adrenalina para tratar reacciones como la anafilaxia. Los fármacos orales se pueden usar en conjunto a este tipo de inyecciones en casos graves, pero no son un sustituto.

5. Finalmente, se sabe que la mayoría de los antihistamínicos son seguros durante el embarazo y la lactancia. Las investigaciones han demostrado que, tomados en dosis estándar seguras, no hay daños en el feto durante el embarazo ni alteraciones a nivel de la lactancia. Además, siempre que se usen en las dosis estudiadas, son seguros en los niños.

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