Nunca un artefacto tan sencillo ha dado tantos quebraderos de cabeza. Las autoridades sanitarias han pasado de no recomendar las mascarillas ni en los supermercados -durante los primeros envites de la pandemia- a declarar obligatorio su uso hasta en espacios abiertos. La opinión pública ha visto cómo se debatía sobre la capacidad de filtrado de unos modelos y otros, sobre el tiempo que deberíamos llevarlas puestas, sobre si las mascarillas de la Comunidad de Madrid cumplían los requisitos de seguridad exigidos, o sobre si las mascarillas de tela podían servir para minimizar la transmisión del virus.

La evolución de la pandemia y las investigaciones realizadas durante el transcurso de la misma nos han permitido conocer mucho mejor aspectos del virus tales como su forma de transmisión o el tamaño de los minúsculos aerosoles infectivos que expulsamos por las vías aéreas. Ahora, con la variante británica, que es entre un 30% y un 70% más contagiosa y se extiende a un ritmo nada despreciable, hay un nuevo debate sobre la mesa: ¿debería hacerse obligatorio el uso de mascarillas FFP2 en bares, restaurantes, supermercados o en el transporte público, tal y como ya han hecho países como Francia o Alemania? 

El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, ha sido el último mandatario en azuzar el debate al reclamar al Gobierno que imponga su uso de forma obligatoria "en determinados contextos" en nuestro país. "Solicitaré que el uso obligatorio de las mascarillas FFP2 se evalúe a nivel de Estado en determinados contextos, con las implicaciones sanitarias, de disponibilidad y de coste que debemos afrontar de forma conjunta", dijo durante una comparecencia este mismo miércoles. También Isabel Díaz Ayuso ha anunciado que las repartirá entre los mayores de 65. Pero, ¿son realmente mejores las mascarillas FFP2? ¿En qué contextos pueden llegar a ser más efectivas que las quirúrgicas o las higiénicas?

Las mascarillas FFP2 (N95 en Estados Unidos, o NK95 en China) son las que utilizan habitualmente los sanitarios en los hospitales ya que forman parte del Equipo de Protección Individual (EPI). Su uso también está recomendado para algunos colectivos vulnerables. Son, junto con las FFP3, las más eficaces (siempre que se utilicen bien) ya que no sólo evitan que contagiemos nosotros a los demás, sino también que los aerosoles que expulsa otra persona nos alcancen. Su capacidad de filtrado, de alrededor del 95%, es bidireccional (de fuera hacia dentro y de dentro hacia fuera), de ahí que su uso se haya impuesto en otros países en los interiores, con el objetivo de dificultar al máximo la transmisión de las nuevas variantes, mucho más contagiosas. Por lo tanto, lo ideal sería que todas las personas pudiesen acceder a ellas.

Sin embargo, su eficacia, como la del resto de mascarillas, depende de distintos factores. Uno de ellos es su vida útil. Las mascarillas FFP2 reducen su capacidad de filtrado a partir de las dos horas de uso, y en un contexto ideal deberían reponerse tras ocho horas de uso. El virólogo alemán Hendrik Streeck, director del Instituto de Virología e Investigación de la Universidad de Bonn, apunta además a un detalle que no debe pasar desapercibido: "Hay que usarlas correctamente, ya que de lo contrario no dan mucha más protección que otras mascarillas". Para ello, por supuesto, debe ajustarse correctamente, que no quede holgada, y si colocamos las manos sobre ella y exhalamos, no debe salir aire por ningún hueco. 

Tampoco conviene olvidar algunas cuestiones logísticas importantes. Durante la primera ola de la pandemia, se recomendó que la población dejase las mascarillas FFP2 para los sanitarios que combaten el virus en primera línea debido a la escasez de material. Ahora, en plena tercera ola, los sanitarios tienen acceso a ellas sin problemas. Sin embargo, de hacerse obligatorio el uso de las FFP2, nuestro país necesitaría del orden de 245 millones de mascarillas al mes sólo para aquellas personas que utilizan el transporte público, tal y como contó EL ESPAÑOL. Además, su elevado precio podría, por encima de los dos euros, podría dificultar que algunos grupos de población accedieran a ellas. 

Así, las mascarillas quirúrgicas también serán siempre mejor que las de tela o higiénicas, cuya efectividad a la hora de parar el virus es bastante menor (más aún si no llevan filtro). "Este producto no se considera una mascarilla quirúrgica ni un equipo de protección individual, pero puede ayudar a evitar la transmisión de virus y gérmenes a través de gotículas", se puede leer en la página web de una conocida marca deportiva que las fabrica. De hecho, los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades (CDC) sólo se han pronunciado a favor del uso de las mascarillas higiénicas "en entornos donde no hay máscaras faciales disponibles" ni equipos de protección individual. 

Las mascarillas quirúrgicas se denominan así porque son las que utilizan los médicos durante una operación para evitar contagiar a los pacientes ni contaminar los medios sanitarios que utiliza. Su efectividad también ronda el 95% siempre y cuando se encuentren bien ajustadas y no hayan sobrepasado las cuatro horas que tienen de máximo de vida útil. "Estas mascarillas están diseñadas para filtrar el aire exhalado. Su misión es proteger a quienes están a tu alrededor, evitando la dispersión vírica al estornudar, toser o hablar", dice el Ministerio de Sanidad. Así, si todos les diéramos un uso correcto, estaríamos protegiendo a los demás con un nivel de efectividad similar al de las FFP2. 

Sea como fuere, el uso de mascarillas, ya sean quirúrgicas o FFP2, no debe hacernos olvidar cuáles son las principales medidas de prevención repetidas hasta la saciedad por los organismos internacionales: el lavado de manos, mantener la distancia de seguridad y evitar tocarse la cara. "Las mascarillas sólo son eficaces si se combinan con el lavado frecuente de manos con una solución hidroalcohólica o con agua y jabón. Si necesita llevar mascarilla, aprenda a usarla y eliminarla correctamente", recuerda la Organización Mundial de la Salud

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