Pese a ser objeto de un esfuerzo de investigación colaborativa nunca antes visto en la historia de la humanidad, la pandemia de COVID-19 todavía alberga enigmas y controversias. Una de las más encarnizadas se centra en algo tan básico como la vía de transmisión de la enfermedad: cada vez hay más evidencias de que, además de por las gotitas de saliva que lanzamos a corta distancia, el SARS-CoV-2 se transmite también a través de otras partículas mucho más pequeñas, los aerosoles, que permanecen más tiempo en el aire y viajan más allá del metro y medio considerado hasta ahora como distancia de seguridad.

Al ser preguntado en su rueda de prensa habitual por la hipótesis de la "transmisión aérea", sin embargo, Fernando Simón le ha restado importancia. "Sabemos que en situaciones particulares sí, que los aerosoles de gota pequeña pueden permanecer en el ambiente un cierto tiempo. No tenemos hasta ahora evidencia sólida, aunque va apareciendo algún estudio, de que haya habido transmisión probada en medios sociales normales". De este modo, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias se alineaba con la Organización Mundial de la Salud (OMS), que restringe este riesgo al ambiente hospitalario

Con todo, el epidemiólogo jefe se ha mostrado a favor de la "ventilación" frecuente de los espacios cerrados, algo que se ha mostrado útil "contra la gripe". Algo que ha dejado estupefactos a los investigadores de la vía aérea de la propagación de la COVID-19, tales como el científico español José Luis Jiménez, de la Universidad de Colorado (EEUU) y referencia mundial en la transmisión por aerosoles, que apuntan a una evidencia "apabullante" de contagios por el aire frente a las gotículas o los objetos contaminados (fómites).

Algunos de estos estudios han sido recopilados por otro investigador, el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense de Madrid José Manuel Bautista. Entre los trabajos que cita, se hace referencia a la que la transmisión por aerosoles ya se había acreditado en los hospitales de Wuhan (China), epicentro de la pandemia, y que hay criterios como para extrapolarla a los "medios sociales normales" a los que se refería Simón.

"Es plausible que las pequeñas partículas que contengan el virus se difundan en ambientes cerrados a distancias de más de diez metros del emisor, representando por tanto una forma de transmisión por aerosoles", señala uno de los trabajos. Otro, más preocupante todavía, identifica la transmisión aérea como un factor de propagación en los autobuses de la provincia de Hunan, China. En el caso más famoso, un "supercontagiador" lo contagió hasta a 24 personas en un solo viaje. 

Asumir la vía aérea implicaría una serie de cambios en las recomendaciones sanitarias que nos reenviarían a las vacilaciones con la mascarilla de los primeros días de la pandemia. En un artículo firmado por expertos en julio en The New York Times se señala que es posible que se necesiten mascarillas en zonas interiores, incluso en entornos socialmente distantes. Los trabajadores sanitarios podrían necesitar mascarillas avanzadas (como las N95) que filtren hasta las gotitas respiratorias más pequeñas mientras atienden a pacientes con coronavirus.

Los sistemas de ventilación en escuelas, hogares de ancianos, residencias y empresas pueden necesitar minimizar la recirculación de aire y agregar filtros nuevos y potentes. Incluso es posible que se necesite luz ultravioleta para matar las partículas virales que flotan en pequeñas gotas en el interior.

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