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En la lucha contra el cáncer, cada comida puede convertirse en una pequeña victoria. Esta es la filosofía que defienden varios oncólogos estadounidenses que, lejos de centrarse únicamente en los tratamientos convencionales, abogan por una estrategia preventiva basada en la alimentación.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, entre el 30% y el 50% de los casos de cáncer podrían evitarse mediante hábitos de vida saludables, incluyendo una dieta equilibrada. En este contexto, los polifenoles —compuestos bioactivos presentes en vegetales, frutas, nueces, semillas, especias y hierbas— emergen como piezas clave en esta ecuación preventiva.

Estos compuestos, sintetizados de forma natural por las plantas, han demostrado en estudios preclínicos y clínicos poseer efectos antioxidantes, antiinflamatorios y anticancerígenos. El doctor Michael Dominello, oncólogo radioterapeuta del Instituto de Cáncer Barbara Ann Karmanos, sostiene que una de las decisiones más efectivas que una persona puede tomar para reducir su riesgo oncológico comienza en el plato.

Para él, la alimentación no solo debe cumplir con los requisitos de macronutrientes —carbohidratos, proteínas y grasas— sino que debe incorporar sistemáticamente micronutrientes con funciones específicas.

Entre estos últimos, destaca el papel de los polifenoles, a los que define como una "herramienta bioquímica de primer nivel contra el estrés oxidativo y la inflamación crónica, dos de los principales catalizadores del proceso cancerígeno". No se trata solo de teoría.

Dominello da ejemplo con su propia rutina: comienza cada mañana añadiendo dos cucharadas de cacao puro con alto contenido en flavonoides a su café, acompañado de un puñado de arándanos, una de las frutas más ricas en polifenoles.

Ambos alimentos, según múltiples estudios —incluyendo uno publicado en Nutrients—, han mostrado capacidad para inducir apoptosis (muerte celular programada) en células tumorales sin afectar las células sanas. Esta selectividad terapéutica es uno de los atributos más prometedores de los polifenoles en el contexto oncológico.

Plantas anticáncer

La doctora Dawn Mussallem, oncóloga integrativa de la Clínica Mayo y miembro del consejo científico de IM8, lleva esta filosofía un paso más allá.

Su dieta es 100% basada en plantas, no solo como estrategia preventiva, sino como testimonio de su propia historia: sobreviviente de un cáncer en estadio IV y receptora de un trasplante cardíaco, mantiene que su alimentación ha sido crucial para sostener su vitalidad y resiliencia.

Mussallem enfatiza que la inflamación crónica —estado donde el sistema inmunológico permanece activado de forma constante— constituye un terreno fértil para el desarrollo tumoral, y que una dieta rica en compuestos antiinflamatorios, como los polifenoles, puede ayudar a neutralizar este entorno.

Entre los alimentos que prioriza se encuentran las legumbres, nueces, vegetales de hoja verde (como espinacas y kale), vegetales crucíferos (como el brócoli y la col) y bayas. Todos ellos han sido objeto de investigaciones que respaldan su efecto protector.

Una revisión señala que compuestos como la quercetina, el resveratrol y la epigalocatequina —presentes en muchos de estos alimentos— poseen propiedades antiproliferativas, antimetastásicas y proapoptóticas en diversos tipos de cáncer, incluyendo el de colon, mama y próstata.

Otra voz que se suma a este enfoque es la de la doctora Latonya Riddle-Jones, internista y pediatra del Centro de Cáncer Barbara Ann Karmanos.

Riddle-Jones ha encontrado formas creativas de aumentar la ingesta de polifenoles en su hogar: cultiva sus propias verduras y las incorpora en batidos y salsas para que sus hijos las consuman sin resistencia.

Para ella, educar desde pequeños en el valor de los alimentos naturales no solo es una cuestión de salud individual, sino una inversión en salud pública a largo plazo.

Hierbas y especias

Más allá de las frutas y verduras, las especias y hierbas se revelan como aliados silenciosos pero poderosos. Mussallem recomienda incorporar a diario pequeñas cantidades de cúrcuma, canela, jengibre, ajo, albahaca o romero, todos ellos con potentes propiedades antiinflamatorias.

La cúrcuma, por ejemplo, contiene curcumina, un polifenol con alta capacidad para modular la expresión génica relacionada con la inflamación y la angiogénesis tumoral.

En términos científicos, el efecto protector de los polifenoles ha sido documentado en estudios como el publicado en International Journal of Functional Nutrition, que demuestra que estos compuestos no solo actúan como antioxidantes, sino que también interfieren en rutas moleculares clave para la proliferación celular, como PI3K/AKT, MAPK y NF-κB.

Además, a diferencia de algunos fármacos quimioterapéuticos, los polifenoles tienden a ser selectivos, minimizando efectos adversos y mejorando la tolerancia en tratamientos combinados.

La riqueza de la dieta basada en plantas no reside únicamente en la ausencia de productos animales, sino en la abundancia de moléculas con un potencial terapéutico aún no del todo explotado.

Incluir un alimento rico en polifenoles en cada comida no es una utopía nutricional, sino una estrategia pragmática, asequible y profundamente respaldada por la ciencia.