Para comer algo delicioso no hay que gastar demasiado dinero ni pasar muchas horas en la cocina, hay alimentos baratos que son de por sí una exquisitez. Y uno de ellos es la patata, que es capaz de darnos la felicidad a un coste muy bajo. Desde la famosa tortilla española hasta la ensaladilla rusa, multitud de platos típicos de España son incomprensibles sin la presencia de este tubérculo. Pero ¡ojo! porque a este tubérculo le rodean muchos mitos.
El más peligroso de ellos es, probablemente, pensar que se trata de una hortaliza más, como un calabacín o un pimiento. Sí, botánicamente una patata puede tener más que ver con estos vegetales que con los cereales. Sin embargo, si nos centramos en sus valores nutricionales observaremos que las patatas son una gran fuente de carbohidratos sencillos y poco más. Las patatas tienen muy poca fibra y pocos micronutrientes, aparte del potasio.
Se parece más, por tanto, al pan o a la pasta elaborados con harinas refinadas. ¿Les convierte esto en un producto insano? No, pero si abusamos de ellas —especialmente si tenemos un estilo de vida sedentario y una mala alimentación— sí pueden llegar a ser perjudiciales para la salud. Por esta razón, es importante que cuando disfrutemos de las patatas sepamos qué podemos esperar nutricionalmente de ellas.
Una de las instituciones que más han insistido en este cambio de la consideración de las patatas es la Universidad de Harvard, en Estados Unidos. Para superar el esquema de alimentación de la famosa pirámide de los alimentos, esta universidad creó otro esquema circular. La universidad propuso que la mitad de nuestras comidas fueran frutas y verduras, un cuarto, proteínas de buena calidad, y el otro, cereales integrales.
Pues bien, en el apartado sobre el consumo de frutas y verduras, la universidad realiza esta acotación: "Recuerde que las patatas no cuentan como un vegetal en El Plato para Comer Saludable por su efecto negativo en el azúcar en sangre". Y es cierto que estos tubérculos, que además solemos consumir pelados, tienen un alto índice glucémico. Es decir, que después de comerlas, nuestro azúcar en sangre se dispara considerablemente.
Azúcares ocultos
"En la composición de la patata cabe destacar el contenido en hidratos de carbono, mayoritariamente en forma de almidón y una pequeña proporción como glucosa, fructosa y sacarosa. El ser uno de los vegetales con mayor contenido en almidón explica su aporte calórico", explica el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) sobre la patata. Todos esos hidratos de carbono son muy simples y se transforman rápidamente en azúcar.
Cuando nuestro sistema digestivo comienza a digerir la patata, estos hidratos se descomponen rápidamente en el más sencillo, la glucosa. Este azúcar se absorbe igual de rápido en la sangre, formando un pico, y obligando al cuerpo a responder con una gran liberación de insulina. Este proceso tiene consecuencias como un aumento del riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y obesidad.
Pero, además, los alimentos con alto índice glucémico tienen un bajo poder saciante. Es decir, que las patatas no te quitan el hambre tanto como podrían hacerlo unas legumbres o unos frutos secos. Por esta razón, no evitan que nos peguemos un atracón o consumamos otros alimentos insanos y muy calóricos. Y, por supuesto, algunas elaboraciones de patatas engordan más que otras.
Al cocinar una patata, debemos pensar que son muy porosas y, por tanto, van a absorber los líquidos en los que se sumergen o cocinan. Como ya habrás sospechado, las patatas fritas son las que más engordan porque retienen dentro la grasa en la que se fríen. Las más saludables son, por tanto, las patatas cocidas o al horno. En conclusión, las patatas son un alimento delicioso y que, si tomamos con cabeza, no tienen por qué ser malas para nuestra salud.