En una analítica común es muy habitual visualizar parámetros como la glucemia basal, los niveles de colesterol o la hemoglobina entre muchos otros. Algunos de estos resultados asocian parámetros más específicos para calcular cuál es nuestro estado metabólico general.
En el caso de la resistencia a la insulina, un claro predictor del riesgo de diabetes, se miden los niveles de la hemoglobina glicosilada o los de la propia hormona en sangre. Sin embargo, estas últimas cifras no siempre están presentes en una analítica básica.
Por suerte, como ha explicado recientemente el cardiólogo Aurelio Rojas en uno de sus últimos reels, existe un truco sencillo para calcular nuestra resistencia a la insulina. Tan solo necesitamos las cifras de colesterol y triglicéridos.
Como explica Rojas, es muy sencillo calcularlo sin necesidad de realizar ninguna prueba específica. "La resistencia a la insulina es el principal causante de síntomas como el acné, los cambios de humor e irritabilidad, los antojos dulces, el cansancio y la somnolencia, la acantosis nigricans, los acrocordones o la acumulación de grasa en el área abdominal", explica el cardiólogo.
Como también nos recuerda, muchas personas tienen la glucosa basal normal pero la insulina elevada, y este último parámetro no suele solicitarse en una analítica de control habitual. Sufrir una hiperinsulinemia es una de las principales causas de enfermedad cardíaca y cáncer, motivo por el cual es importante saber si se sufre resistencia a la insulina.
Recordemos que la insulina es la hormona clave en el desarrollo de enfermedades como la diabetes tipo 2, donde la regulación del azúcar sanguíneo se ve alterada. Los niveles de azúcar se mantienen así continuamente elevados, con todas sus consecuencias.
Cuando se produce una resistencia a la insulina, su funcionamiento es deficiente. Las células no la reconocen adecuadamente para poder realizar su función. A medio y largo plazo, el organismo sigue secretando insulina de forma continuada y cada vez en mayor cuantía, a causa de una mala alimentación y falta de actividad física, dando lugar a un círculo vicioso.
Hoy en día se sabe que los mayores perjuicios vienen precisamente de mantener unos niveles de insulina excesivamente elevados de forma continuada. Regular mal los niveles de azúcar es solo una de sus consecuencias.
Mantener una hiperinsulinemia implica un mayor riesgo de lipogénesis o producción de grasas en el organismo, y una menor lipólisis o rotura y excreción de grasas. En ambos casos la consecuencia implicará, en última instancia, almacenar más grasa corporal de la necesaria y obstaculizar su pérdida.
En este caso, para calcular la resistencia a la insulina de forma sencilla, Rojas explica que debemos tener a mano una analítica básica y dividir el nivel de triglicéridos entre el colesterol HDL o 'colesterol bueno'. Si el resultado es superior a 2, es un resultado compatible con una resistencia a la insulina.
Rojas explica que el mejor tratamiento para reducir y paliar la resistencia a la insulina no implica el uso de fármacos o suplementos, aunque existen sustancias de ambos tipos que sí han demostrado mejorar la sensibilidad a esta hormona. Sin embargo, la mejor forma de reducir la resistencia a la insulina es mejorar la alimentación y hacer ejercicio. En definitiva, mejorar el estilo de vida general.