A las puertas de la Ribera de Duero descansa tranquilo un pequeño pueblo que sirve al visitante raciones de hospitalidad y gastronomía de calidad a partes iguales. Traspinedo es la cuna de una receta única que ha pasado de ser un sencillo plato de campo a ser el santo y seña de un pueblo que encuentra en el lechazo churro su principal motor económico.

Para entender el éxito de este manjar que combina sabor y sencillez hay que remontarse siglos atrás, concretamente al XIX, época en la que las gentes de campo, jornaleros, resineros, pastores y ganaderos se veían obligados a comer caliente fuera de casa, pero debían hacerlo sin necesidad de cargar con platos, pucheros, ni cucharas. Precisamente, de la astucia de los sabios que antaño vivían y cuidaban del campo nació la receta estrella que hoy pone en el mapa gastronómico a Traspinedo: el pincho de lechazo churro a la brasa de sarmiento.

Y poco ha variado desde entonces una receta tan sencilla como deliciosa, cuyos ingredientes solo son dos. Lechazo y sal. Sin más aderezos ni distracciones para el paladar, los pastores troceaban en tajadas la tierna carne del lechal -corderos que solo han probado como alimento la leche materna y que son sacrificados apenas un mes después de su nacimiento- después, los trozos de carne se ensartaban en palos de viñas o juncos del lugar y la lumbre se encargaba del resto, abrazaba con su calor las tiernas tajas.

Lechazo troceado preparado para su elaboración

Este producto sigue hoy perpetuando el sabor de lo rural en Traspinedo, un pueblo que combina la sobriedad de la cocina más castellana con la experiencia de manos sabias que durante años han controlado y mimado esta receta, que ha pasado de generación en generación.

Con el paso del tiempo, las varas verdes han dado lugar a pinchos de acero y los pastores -que seleccionan los mejores ejemplares de lechazo churro con IGP- han dejado en manos de cocineros y carniceros expertos el proceso de llevar al plato tan delicioso manjar. Del fuego y de las ascuas son responsables directos los sarmientos de las viñas que tanta fama dan a la zona vitivinícola por excelencia de Castilla, la Ribera del Duero.

Los seis mesones con los que cuenta la localidad son capaces de albergar tantos comensales como habitantes tiene el pueblo, que cada fin de semana, sea invierno o verano, llenan por completo las mesas disponibles de los establecimientos hosteleros.

Este plato marida a la perfección con las meriendas que se celebran cada semana y desde hace siglos en las más de 120 bodegas, que se asientan silenciosas a los pies del monte de Traspinedo. Vino, sarmiento y lechazo, no hay sabor más castellano.

Asadores de Traspinedo cocinan el lechazo como antaño hicieron los pastores

La creciente y progresiva demanda de este plato ha hecho que se convierta con los años en el sustento indiscutible de pastores, carniceros y mesones que encuentran en los tiernos ejemplares del lechal su principal fuente de ingresos.

Es tal su fama que nombres de sobra conocidos como José María Aznar, José Luis Perales, el dúo Martes y 13, Vicente del Bosque o Baltasar Garzón engrosan una interminable lista de famosos comensales que se han rendido a los encantos del pincho de lechazo de Traspinedo. Sin olvidar a un sinfín de personalidades del mundo del cine, el teatro, la televisión o el deporte.

Marca y fiesta propias

Para perpetuar su origen y garantizar su autenticidad, los hosteleros de los mesones se unieron hace más de siete años para dar lugar a la Asociación de Asadores del Pincho de Lechazo Asado a la Brasa de Traspinedo y poder blindar así la Marca ‘Pincho de Traspinedo’. Con este distintivo mantienen el compromiso de promocionar e impulsar el producto gastronómico típico y originario de la localidad que tanta fama otorga al pueblo.

Desde el Ayuntamiento surgió además hace trece años una fiesta en torno a su emblema culinario, la Fiesta del Pincho de Lechazo, que promociona la calidad culinaria de la villa y atrae cada año a miles de visitantes el último fin de semana de septiembre y lo hace a través de una propuesta cultural en la que gastronomía, artesanía y música se dan la mano para el agrado de todo el que visite este pueblo. Traspinedo, como anfitrión, espera con las brasas encendidas a todo el que quiera probar una deliciosa receta de origen único.