El acogedor jardín de la Casa-Museo Zorrilla acogió la presentación del libro del catedrático y escritor bejarano Gonzalo Santonja, donde recoge la memoria con testimonios de personas que vivieron la lectura con la primera imprenta. Un acto enmarcado en el programa “Valladolid Letraherido” que coordina el profesor y escritor Pedro Ojeda.

                       

Junto a Ojeda intervinieron el periodista y escritor Carlos Aganzo (Fundación Vocento), Ilia Galán (doctor en Filosofía del Arte y director editorial) y el citado Gonzalo Santonja. Tras la presentación hubo un coloquio muy interesante donde salieron a colación los poetas y escritores de la “generación del 27”, a la que pertenecía Altolaguirre.

Este poeta y escritor malagueño (1905), fallecido en accidente de tráfico en Burgos en 1959, tuvo su primera imprenta en Francia en 1930. De 1933 a 1935, vive en Londres, donde siguió editando libros y fundó la revista hispano-inglesa 1616, en recuerdo del año de la muerte de Cervantes y de Shakespeare.

La poesía de Manuel Altolaguirre, perteneciente a la generación del 27, tiene influencias iniciales de Juan Ramón Jiménez y de Pedro Salinas y, posteriormente de Luis Cernuda. En 1939, tras la Guerra Civil española, se exilió en Cuba. En México fue productor y guionista de Subida al cielo (1951) de Luis Buñuel. Su paso por el cine experimental se refleja en su largometraje El cantar de los cantares (1959). Es autor de un ensayo sobre Garcilaso de la Vega.

           

El subtítulo de este ensayo, “Sueños y realidades del primer impresor del exilio”, alude a uno de los objetivos que inspiraron a Gonzalo Santonja. De Manuel Altolaguirre es conocida su faceta de poeta de la ‘generación del 27’ y el exilio en Hispanoamérica al que se vio obligado tras la Guerra Civil. Pero también fue fundamental, como Santonja destaca, su labor como impresor, fundador de revistas o, incluso, cineasta.

Santonja, así pues, rastrea la vida y la actividad literaria y profesional de Altolaguirre -combate su etiqueta de “poeta menor” que ha venido acarreando sobre sus espaldas- durante los cuatro años (1939-1943) de su exilio en Cuba. Así, Santonja descubre que la huella intelectual del exiliado fue profunda y duradera en la isla caribeña.

         

Santonja se nutrió de datos sobre el poeta malagueño viajando a La Habana en compañía de Rafael Alberti. Una estancia prevista para unos días que se prolongó durante semana.

       

Alberti recuerda en la contraportada de este libro aquel viaje: “A los treinta y tres años de la muerte de Manuel Altolaguirre he vuelto otra vez a La Habana, donde el viento marero asistió al renacer de su heroica imprenta de La Verónica, madrileña y universal, poética. Mi querido amigo Gonzalo Santonja, buscador incansable de aquellas islas misteriosas, está recogiendo su memoria velada por la niebla del tiempo, a través de archivos, de la nostalgia de sus compañeros y del testimonio agradecido de los muchos jóvenes que entonces se formaron en la lectura de los alados libros de aquella mágica imprenta”.

¡Oh libertad, tus puertas son heridas!



No las quieras abrir, sigue encerrada… (Manuel Altolaguirre)