Juanma de Saá / ICAL

Sandra Alonso Villar (Zamora, 1993) es uno de esos casos paradigmáticos de saber ir en contra de la corriente. Completó los estudios para ser profesora de Educación Infantil pero decidió degustar la incertidumbre del Régimen Especial de Autónomos y crear su propio negocio en plena pandemia de coronavirus. Esa acción ya era remar contra la corriente pero, para abrir una librería especializada en literatura infantil en Zamora, una de las provincias con peores indicadores sociales y económicos, entre ellos, la baja natalidad, hay que tener un temple especial. Si a ello se añade que Sandra acaba de poner en marcha su propia editorial, es fácil comprender la admiración y la respuesta que ha generado en propios y en extraños.

¿Dónde estamos?



Se podría decir que estamos en mi sueño .En el número 17 de la calle Pablo Morillo, en Zamora. En ‘Mis cuentos infantiles’, una librería especializada en literatura infantil.

Es un sueño que huele muy bien.



Eso dice todo el mundo cuando entra. Tengo que reconocer que ya, de estar aquí, no lo huelo, no lo detecto y me da mucha pena porque me encanta el olor a libro. He leído estudios que dicen que este olor se debe a que, cuando va pasando el tiempo, el papel, en conjunto con la tinta y demás, emite este olor. Y a mí me parece maravilloso, además. Huele a librería de antes. Cuando llega un libro recién salido del horno, lo abres, lo hueles… Me voy a los libros del cole, cuando tocaba forrarlos. Me voy a esa época: a septiembre de cualquier año.

¿Qué impulsa a una joven a arriesgarse en un negocio así y en unas circunstancias como las actuales?



Un sueño. Estoy remando contracorriente pero era un sueño que tenía desde hace mucho. No está siendo fácil pero, madre mía, lo bien que está respondiendo la gente, especialmente en Zamora. Es alucinante. Me quito el sombrero delante de todos porque raro es el día en el que no hay fila en la calle. Es verdad que ahora tenemos el aforo limitado, que eso también le hace, claro, pero la verdad es que es ir en contra de todo. Al principio, dónde vas, vas a tirar el dinero, no lo hagas, no abras… Yo sigo para adelante. Soy muy cabezota. Firmé el contrato del local el 19 de febrero y el 14 de marzo, a casa.

¿No sintió reparos en ese momento?



Tengo que reconocer que pensé: “¿Dónde te has metido? ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué no has hecho caso a la gente que te decía que no?” Pero seguí adelante Durante el confinamiento, pedí en casa que no se hablase de la librería. Claro, no sabíamos lo que iba a durar, aquello se iba alargando, era muy duro. Pero, bueno: quien no arriesga, no gana. Cuando pasó el tiempo, iba a abrir el 1 de abril del año pasado pero el coronavirus me dijo que esperase un poco y, finalmente, abrí el 1 de julio, tres meses después de lo previsto.

¿La gente valora que disponga aquí de un tipo de librería que no hay en muchas ciudades más grandes que Zamora?



Sí. Muchos clientes me dicen que hacía falta un sitio así, que se necesitaba esto en Zamora. Y a todo el mundo le digo: ¿ves? Si me dejo llevar por la gente que decía lo contrario, no lo habría hecho. Volvemos a lo mismo: gracias a que soy cabezota y que, muchas veces, lo que me dicen me entra por un oído y me sale por el otro. Toco madera porque me está saliendo bien y ojalá siga así pero es verdad que podría haber ido en contra. Zamora, encima, es una de las provincias con menos natalidad. Y hay gente de toda España llamando por teléfono.

¿Cuántas referencias tiene en la librería?



Cerca de 5.000. De algunos tengo cinco o seis ejemplares; de otros, tengo uno.

¿Qué es lo qué más vende?



Mis propios libros. Los libros de los que soy autora. Tengo que reconocer también en eso que me hace especial ilusión, cuando entra un niño y dice que quiere ‘Pepito Cebolla’, ‘La bibliotecaria’… No sé, títulos míos. Eso me hace muchísima ilusión, cuando entran directamente pidiéndolos, porque otra cosa es que tú se lo enseñes y le gusten, que eso también es brutal. Es decir, que te esté enseñando cuatro o cinco, uno de ellos sea mío, y elijas ese, que es mío, para mí es lo más grande. Y, encima, son los que más se venden.

Está claro que pretende envejecer aquí.



Es que yo siempre he querido quedarme en Zamora. De hecho, estudié Magisterio en Zamora. Tuve esa suerte, toda mi vida ha transcurrido en Zamora y yo era de las personas que me quería quedar en Zamora. Mucha gente no lo entiende. Cuando decía que iba a montar esto, me preguntaban por qué no lo hacía en Valladolid. Y ¿para qué me voy a ir a Valladolid si yo lo que quiero es quedarme en Zamora? Zamora es una ciudad muy cómoda. Para lo bueno y para lo malo, todos los conocemos. Ahora ya, con la librería, voy por la calle y todo el mundo me va saludando.

¿Es mayor el efecto del boca a boca?



Sí, totalmente. Y además, es que un montón de gente me dice que soy sobrina de no sé quién, vengo porque me ha hablado de ti una mamá del cole o porque la profe te ha mencionado, lo que sea. Aquí es muy importante y eso es algo que también hay que valorar a la hora de montar un negocio en Zamora.

¿Tiene pensado organizar charlas literarias?



En un futuro, nos gustaría poder hacerlo. De hecho, la idea inicial, antes de la pandemia, en la librería era eso: hacer aquí talleres, presentaciones, cuentacuentos y otras actividades para potenciar el fomento de la lectura. Por el momento, no hemos podido hacer nada de esto; solo un par de firmas de otros autores.

¿No era suficientemente complicado abrir la librería como para, además, poner en marcha una editorial?



(Risas). Sí. No teníamos poco con emprender un negocio y nos metemos en otro. Y, encima, en pandemia. Lo que dice todo el mundo: de qué vas, dónde vas tú emprendiendo doblemente ahora. La verdad es que no sé cómo habría sido de otra manera. Yo creo que, si ahora va bien, de otra manera habría ido muchísimo mejor.

¿Cómo se llama la editorial?



Davao Ediciones. Davao es una ciudad de Filipinas y tiene para mí especial significado porque es un lugar en el que han nacido muchos proyectos. Eso es la versión oficial pero tiene para mí otro significado porque Davao también se llama un lugar de Lanzarote, una isla que me encanta. Es donde se han tomado las decisiones importantes. Yo allí escribí mi primer libro, allí decidí al año siguiente que lo quería publicar, estando allí, salió a la venta. Lanzarote tiene muchísimo significado. Tengo un tatuaje de la silueta de Lanzarote que pone ‘Magia por el mundo de los cuentos’. De hecho, aquí, en la librería, tengo una piedra negra volcánica de Lanzarote que me trajo una clienta zamorana que vive allí.

Qué mundo interior tienen las escritoras.



Sí. Divagamos muchísimo. La verdad es que lo vives todo muy intensamente. Y a mí no me gustaba leer cuando era pequeña.

Si le obligaron a leer de niña ‘Oficio de tinieblas 5’ y ‘Tiempo de silencio’, es comprensible.



Ese fue mi problema. Todo cambió con 16 años, cuando llegó un profesor y nos dijo que podíamos leer lo que quisiéramos. Ahí descubrimos que había libros que nos podían gustar y, de hecho, quedábamos los amigos los viernes por la tarde para irnos a la biblioteca de Viriato. Para mí, ese fue el cambio y es lo que intento fomentar aquí: que los niños elijan un  libro que a ellos les guste, que sientan pasión por ese libro, que algo les mueva. A través de los libros, plasmo toda esta intensidad mental que llevo, las paranoias mentales que a mí me van surgiendo.

¿Tomó de su madre esa intensidad?



Totalmente. Ella es una escritora en un cuerpo de administrativa. Tengo que decir que inspira mucho porque también tiene unas paranoias mentales que, si nos quejamos de las mías, las de ella, tela… (Risas).

¿Ser hija única forzó el hiperdesarrollo de su imaginación?



Creo que sí porque, al final, tienes que sacar tú las castañas del fuego. Recuerdo que teníamos en casa mis abuelos ‘Buscando a Wally’. Yo me quedaba a dormir allí los fines de semana y mi primo los tenía machacadísimos. Ya era imposible que no encontrases a Wally. Lo tenía pintado allí, rodeadísimo. Y yo, en lugar de buscar a Wally, me planteaba por qué ese perro estaba en el tejado y me perdía imaginándome otras cosas. ¿Cómo habrá llegado hasta ahí? Yo estaba en mi mundo totalmente y lo veía como algo normal y ahora, echando la vista hacia atrás, veo que, a lo mejor, esto se estaba cocinando ahí, a fuego lento.

A efectos legales, ¿Davao está ya registrada y lista?



Sí. Ahora lo que nos falta es que llegue el primer libro de imprenta, ‘Abrazos de chocolate’.

¿Qué número ocupa en su producción propia?



Doce y uno. Es el primer libro que salió a la venta. El primer libro que yo escribí, el primer libro que publiqué, el primer libro que escribí en Lanzarote, como hablábamos antes. Hubo problemas con la editorial que lo publicó: la editorial cerró. No quedan ejemplares de ese libro, está agotado y ese es el motivo por el que nos decidimos a montar Davao, para que viera la luz de nuevo. Es un libro muy especial para mí. Aparte de ser el primero, cuenta una historia muy personal, uno de  los protagonistas es mi abuelo. Falleció, dejó el sillón vacío y a mí me vinieron las musas.

¿Nunca pensó en continuar por la senda del Magisterio?



De hecho, estuve estudiando oposiciones y vi que eso no era para mí. Acabé muy tocada mentalmente y me di cuenta de que no podía seguir así. No podía seguir perdiendo años de mi vida para jugármelo todo un día a una carta. Decir: si apruebo, bien y, si no, ¿qué? ¿Cuál es mi objetivo? ¿Volver otros tres años a prepararme una oposición para jugármelo todo otro día? Y de ahí salió la idea de montar este negocio.

En esa pared se lee ‘Lo esencial es invisible a los ojos’.



Sí. Para mí, es una de las frases que más representa el mundo infantil. Aparte de que ‘El Principito’ es un libro que todo el mundo conoce, al final, es fundamental. Es como la que tengo ahí atrás, ‘Hakuna matata’. ¿Quién no conoce ‘hakuna matata’? La verdad es que, al final, todo esto lleva un poco de mí. Si te das cuenta, ves que hay letras por ahí sueltas. Si las juntas, sale una palabra que hemos mencionado bastantes veces hoy aquí, un lugar: Lanzarote. Es por lo que te lo cuento. Todo tiene un motivo, que puede parecer que hay cosas puestas al tuntún… Pasa lo mismo en Davao. Los colores que estamos tomando para Davao son los colores de Lanzarote: el verde, el azul característico de Lanzarote. Era lo que queríamos, que todo tenga un motivo, o sea, que esto es -ya te digo- las paranoias mías, las paranoias de escritora.

¿Qué tal va el mercado a través de internet?



Muy bien. Sobre todo, por el hecho de que yo empecé hace varios años en redes sociales, que es por donde empieza todo el mundo en la literatura infantil, la verdad. Es donde fui entrando, fui haciendo reseñas y demás. Subieron los seguidores un montón y, a raíz de ahí, fue por donde empezamos todo esto. El 27 de abril hace un año que empezamos la venta ‘online’. En www.miscuentosinfantiles.es empezamos la librería ‘online’, antes de abrir la física. Esta noche, precisamente, han hecho un pedido desde Lanzarote, que le he dicho a la persona: si quieres, te lo llevo. Le va con un cariño tremendo. Al final, llegan pedidos de toda España; incluso me han preguntado desde Luxemburgo y Londres si envío al extranjero. Por el momento, no pero igual, visto lo visto…

¿Hay traducciones de sus libros?



De los míos, por el momento, no. Hay cuatro tanto en castellano como en catalán porque las editoriales son catalanas pero hay ofertas. Es posible que, en no mucho tiempo, algunos de ellos vean la luz en otros idiomas.

¿Se presenta a premios literarios?



Nos hemos presentado por primera vez este año. En enero siempre hay una convocatoria. Se llama Fundación Cuatro Gatos, para libros de habla hispana, tanto de España como de Latinoamérica. Hay que enviar un ejemplar a Miami, para allí se fue ‘Pepito Cebolla’. No ganamos pero solo la ilusión de verlo allí, en la publicación de la Fundación Cuatro Gatos, para mí fue todo un orgullo.

¿Quién es su referente en literatura infantil?



No te voy a responder por mi boca, sino por la del propietario del local. Todos los días me llama Gloria. Al principio, creo que no apostaba un duro por mí. Me vio entrar aquí y diría: adónde va esta niña a montar un negocio. Y, a los pocos días, viene y me dice: Tú, como Gloria Fuertes. Tú cautivas a los niños con las letras. Ya, desde entonces, me llama Gloria y, claro, la gente se me queda mirando como diciendo: si te llamas Sandra, ¿por qué te llama Gloria?

O sea, que si le digo ‘la Gloria Fuertes zamorana’, no le parece mal.



No, en absoluto. Yo, encantada. Vamos, un orgullo para mí. Ojalá.