Nos recibió un sábado de mañana en casa de su madre, (en el barrio de Parquesol) para la grabación de Grana y Oro. En el domicilio familiar guarda con celo un auténtico museo en torno a su carrera taurina. Ahora vive ajeno y retirado del toreo en un pueblecito cercano a Cuéllar y tiene como afición sus caballos.

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A pesar de su aniñada cara, 38 años lo contemplan. Roberto Carlos tomó la alternativa un San Pedro Regalado de 2005 en el coso vallisoletano.  Enrique Ponce fue su padrino y de testigo Manolo Sánchez. La corrida no sirvió, como dicen los taurinos, y pasó sin pena ni gloria para el nuevo matador de toros.

El día soñado de mi vida que jamás olvidaré, -nos decía Roberto Carlos con rostro alegre- tomar la alternativa es a lo que aspiramos todos los que empezamos desde niños en esto del toro. Es un día para recordar siempre.



Otra cosa es lo que vino después, -nos comenta con el rostro entristecido-. Tras la alternativa se complicaron las cosas. Me faltaron apoyos y aunque llamaba a muchas puertas nunca me las abrieron.

Desde becerrista en Tudela de Duero en 1998, hasta su última actuación en 2010, Roberto Carlos nos relató sus vivencias en este complicado mundo del toro. De novillero se anunció en plazas de la importancia de Las Ventas, Barcelona, Sevilla y Valladolid hasta llegar a la alternativa. Pero después apenas logró vestirse de luces.

Durante estos años ha toreado algún festival y ha hecho algunas direcciones de lidia para seguir manteniendo la afición y matar el gusanillo, además de buscarse la vida como cualquiera de los mortales.

Trabaja en una empresa de mantenimiento de obras públicas y nos decía con dignidad: Ya tengo olvidado los malos ratos, ahora toca seguir viviendo y tratar de ser feliz con lo que uno tiene actualmente. La vida sigue…



Pues que la vida te sonría, torero. Mucha suerte.