Juanma de Saá / ICAL

Más de 400 personas presenciaron hoy en el atrio de la iglesia de Santa María y Santa Catalina de Roncesvalles, en Toro (Zamora), el juramento y la bendición de los conqueros, uno de los momentos más particulares, seguidos y conocidos de la Pasión toresana.

Los cuatro postulantes, también conocidos popularmente como ‘cagalentejas’, representan sendos cuarteles o parroquias que había hasta hace unos años en Toro, concretamente, San Julián de los Caballeros, la Santísima Trinidad, Santa María la Mayor y Santo Tomás Cantuariense, aunque ahora se trata de una parroquia unificada.

“Los conqueros nacen por la necesidad de recaudar fondos para las distintas obras de la Cofradía, entre ellas, el enterramiento de los hermanos que no podían hacer frente al funeral, el entierro y las misas”, explica a Ical el presidente de la Junta Pro Semana Santa de Toro, Paco Iglesias.

“Estos nazarenos de Ánimas, que visten túnica negra, se conjuran ante los abades, juran guardar silencio, les entregan una conca que se utilizaba para tomar vino en las bodegas y una insignia tipo chuzo. Con esas herramientas se pasarán toda la jornada de hoy y parte del Viernes Santo pidiendo limosna a todas las personas que se encuentren”, añade.

‘Cagalentejas’

Respecto al motivo por el que a los conqueros también se les llama ‘cagalentejas’, la doctrina se divide, aunque la explicación más aceptada de tan estrambótico nombre alude a que los abades solían invitar a los postulantes a cenar el Jueves Santo para que cobraran fuerzas antes de seguir pidiendo limosna en la procesión y “era un clásico que la cena fuera a base de lentejas”, según relata el presidente de la Junta Pro Semana Santa de Toro.

“Todo el mundo tenía unas ganas tremendas de salir a la calle y celebrar la Semana Santa, después de dos años en los que no se ha podido hacer nada”, reconoce Paco Iglesias, quien aprovecha para recordar las obras más relevantes de la imaginería de Toro. “Cualquier visitante debería hacer un repaso por nuestra imaginería, algunas de las cuales tienen una calidad impresionante. El Cristo crucificado en su último aliento que procesiona el Miércoles y el Viernes Santo es verdaderamente magnífico, una talla del siglo XVIII atribuida a Esteban de Rueda. Su expresión es muy realista, inclinado hacia delante respecto a la cruz y parece que te mira de verdad y atendiendo a todo aquel que le pide algo”, indica.

“El Cristo que procesiona el Lunes Santo, del siglo XVI, atribuida a Juan de Juni; el Cirineo que acompaña a Nuestro Padre Jesús, de Luis Marco Pérez, quien también hizo las tallas del paso de la Desnudez, de Jesús y Ánimas de la Campanilla”, apunta, entre otras obras destacadas de la Pasión de Toro, que aglutina el sentir religioso de los toresanos en siete hermandades, con más de 1.600 cofrades.

Antiguamente, el juramento y la bendición de los conqueros se hacía en el portal de la casa del abad de Jesús y Ánimas de la Campanilla. “Los de túnica negra”, como dicen en Toro. Se trataba de la cofradía que se ocupaba del Cementerio, de las almas, y de asistencia a hermanos que no tenían medios para el entierro.

“Animas benditas”

Hace unas cuantas décadas, cualquier niño que anduviera por las calles cuando el sol iba a ponerse temía encontrar a un hombre que tañía una esquila, una pequeña campana, mientras decía “ánimas benditas” con voz quejumbrosa. “En caso de verse frente a él, mi padre me dijo que salía corriendo para meterse en casa enseguida”, cuenta un toresano muy conocedor de la Semana Santa.

“Solo vi la bendición una vez en la casa del abad, a principios de la década de 1980. Luego, el acto pasó a ser en la iglesia de Santa Clara, durante unos años y, una vez levantada de nuevo la iglesia de Santa María y Santa Catalina de Roncesvalles, pasó a hacerse en el atrio de ese templo”, explica.

La bendición la daba el abad de túnica negra apero ahora, también acuden al acto los abades de túnica morada. La tradición antigua de la Cofradía incluía una serie de rezos ancestrales y la entrega de la insignia con la que van a pedir los postulantes.

El acto empieza justo cuando las manecillas del Arco del Reloj marcan las doce de la mañana. Uno de los abades en ejercicio intenta superar la emoción y se para dos veces. Se nota en el ambiente que el acto lleva tiempo si celebrarse por culpa de la pandemia. “Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar y su Santísima Madre concebida sin pecado”, dice un abad en el juramento del silencio. Durante el acto, los abades también van recordando algunos pasajes evangélicos en los que se evocan palabras de Jesús.

Para ser conquero, hay que pertenecer a la Cofradía y postularse para ello. El motivo varía según los casos, aunque los más frecuentes son la tradición familiar y el cumplimiento de una promesa. A cada uno se le entrega una conca de madera en la que irán recogiendo el dinero donado. Los postulantes hacen un juramento de silencio y empiezan a pedir limosna para la Cofradía desde las doce de la mañana de hoy hasta el final de la procesión de Jesús y Ánimas de la Campanilla, que terminará mañana, Viernes Santo.

Durante todo ese tiempo, guardarán silencio absoluto y apenas podrán descansar. Durante la próxima madrugada, empezará a reunirse la comitiva, empezando por buscar a los abades a sus casas. Pasadas las dos de la madrugada, hay que buscar al cura, que dará el Sermón del Mandato a las seis de la mañana en Santa Catalina, celadores y, en último lugar, a los integrantes de la Corporación municipal, en el Ayuntamiento, lugar desde el que se dirigen directamente a la iglesia.

Bacalao

Cuando termina el Sermón del Mandato, sale la procesión, que discurre por el Casco Antiguo de Toro y llega a la Colegiata hacia las 9.30 horas. Ahí se hace un descanso de hora y media, que es cuando los cofrades y abades aprovechan para comer el típico bacalao al ajo arriero.

A las 11.00 horas, se reanuda la procesión, que terminara en Santa Catalina hacia las dos de la tarde. Después, se hace el tradicional baile de los pasos alrededor de la imagen de la Soledad, ante Nuestro Padre Jesús, titular de la Cofradía, con el acompañamiento musical de ‘El novio de la muerte’.

Los cagalentejas dejan de pedir el Jueves Santo, justo cuando cae el sol, y vuelven a solicitar limosna a las seis de la mañana, lo que no significa que hayan dormido en ese intervalo. “Van a casa alguna vez para ir al baño y para descargar el dinero que recaudan. Durante la procesión, cuentan con el apoyo de chavales pequeños que recogen el dinero en una bolsa y se lo pasan a alguien de la Cofradía. Al finalizar, se les suele dar una pequeña gratificación y una molleta de pan, típica de Toro”, anota el semanasantero.

La figura de los conqueros suscita un gran interés en los propios toresanos y, especialmente, en los visitantes, que se sorprenden al encontrarse frente a hermanos silentes que desempeñan su peculiar tarea. “Hace tres años, estábamos en una jornada como hoy, soleada y espléndida, en una terraza. Junto a nosotros, una pareja andaluza. Se les acerca un conquero y hace chun, chun, chun. ¿Qué querrá este hombre?, preguntó uno de ellos. Eran de Sevilla, donde tienen una Semana Santa muy especial e importante. Les explicamos lo que era y lo que hacía y les llamó mucho la atención”, comenta el presidente de la Junta Pro Semana Santa.