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La Zarza es un municipio vallisoletano que cuenta con un total de 118 habitantes, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Una localidad que está rodeada por un mar de pinares que dieron trabajo a varias generaciones de personas en el lugar.

“Poco se sabe del pasado del lugar. Tiene sus raíces en la época tardorromana y fue un asentamiento militar del rey Juan II de Castilla en el siglo XV, quien le otorgó el título de Villa. El documento desapareció en el desolador fuego arrasó casi medio pueblo un 31 de julio de 1945”, asegura José María Alonso.

A sus 69 años, el dueño del Bar San Ro habla de la historia del pueblo pucelano y también de la de su establecimiento hostelero que suma años y años de actividad.

“No hay mejores palabras para introducir el tema principal de este artículo que las escritas por José María Lara en su libro ‘Los trabajos y los días de Silvestre Molona y Eufemia Palacín”, añade nuestro protagonista.

Un libro que habla de La Zarza asegurando que “a lo largo del siglo XX, hay un decorado fijo que es la taberna, la cantina y más tarde el bar que, durante cuatro generaciones y hasta nuestros días viene regentando la misma familia”.

Conocemos su historia al detalle.

Imagen del exterior del Bar San Ro en La Zarza Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

Los primeros pasos de un bar centenario

Un bar de pueblo es mucho más que un bar. Es un lugar de reunión vecinal. Es, en muchas ocasiones, el centro neurálgico de la vida social de la localidad. Teniendo en cuenta esto, en La Zarza y en el Bar San Ro, conocido hace años como Bar de José, llevamos desde 1900 cumpliendo esa labor”, explica nuestro protagonista.

Manuel Villa, bisabuelo del actual dueño, sería el que abriría las puertas del establecimiento hostelero hace más de 100 años, allá por el 1900. “Empezó a ofrecer a todos los zarceños un servicio de cantina y también de tienda”, explica José María Alonso.

Más adelante sería su hijo Eladio Villa, junto a su mujer Gabriela Méndez, las que continuarían con el negocio local, ampliando su actividad también a “local de ocio para los lugareños”.

“Los domingos por la tarde el salón se llenaba al son de la música, años después sería un tocadiscos el encargado de amenizar el tiempo de baile”, nos explica.

Sería una tercera generación la que se iba a hacer cargo del bar y de la tienda. Era el momento de “tomar el chato en ca la Aurora”. Cuando, la propia Aurora Villa y Emilio Alonso, desde el año 1945 se pusieron al frente del negocio”.

“Por aquel entonces, la tienda ganó surtido. Era tipo bazar y uno se podía encontrar tanto un paquete de galletas como unas zapatillas de esparto. Eran unos tiempos en los que el transporte a localidades más grandes era mucho más limitado. Había muchos más límites a la hora de tener cubiertas las necesidades primarias cerca de casa”, añade nuestro entrevistado.

Eran, por aquel entonces, tiempos complicados de guerra y postguerra, de cartillas de razonamiento y demás, pero “no por eso faltaban los productos más básicos”, añade.

En el salón, además del baile semanal, también se empezaron a proyectar películas y, por aquel entonces, la primera televisión de La Zarza, que se instaló en el lugar para que pudieran “disfrutar todos los vecinos”.

La labor actual de José María y su mujer

En medio de este ambiente de convivencia festiva nació y se crió José María Alonso. Llevaba la labor hostelera en la sangre. Cuando llegó el momento de la jubilación de sus padres, tanto él como su mujer, María Esther Sánchez, cogieron las riendas del negocio. Hace unos 42 años.

“Por aquel momento, el pueblo ya había disminuido su población y, solamente, funcionábamos como bar. El Ayuntamiento de La Zarza ya disponía de salones y locales para las actividades y no había tienda. Son tenderos ambulantes los que surten periódicamente al pueblo de alimentos y otros enseres”, asegura nuestro protagonista.

Imagen del interior del Bar San Ro en La Zarza Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

Y allí sigue, más de cien años después, el bar de La Zarza, conocido ahora como Bar San Ro. En su barra nos podemos encontrar a María Esther, siempre dispuesta a ofrecer el mejor trato y una conversación amena a todo el cliente que se acerque hasta el lugar.

José María, cuando le preguntamos por anécdotas, asegura que “tendría mil en tantísimos años de trabajo y esfuerzo para salir adelante” todo en un gremio con “tantos sacrificios” como es el del mundo hostelero.

Bar, casa rural y futuro

“Hubo una época, entre los años 90 y 2010 aproximadamente, en los que teníamos un comedor en el cual se hacían muchas comidas, cenas y meriendas. Éramos conocidos en la zona por nuestras patatas con nícalos, un excelente producto local”, explica.

Sin embargo, ese espacio se ha “reutilizado para formar parte de una casa rural que abrimos hace cinco años”, explica José María. El bar está independiente. La puerta del comedor la cerraron y ahora es el salón de la mencionada casa rural.

Objetos antiguos que se conservan en el Bar San Ro de La Zarza Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

En cuanto al futuro de “nuestra casa” es “algo incierto”, explica nuestro entrevistado. Asegura que “tienen claro que no va a haber relevo generacional” porque sus dos hijos “han tomado caminos alejados de la hostelería que no del pueblo”.

“A mi entender, un pueblo necesita un bar, un hogar común donde ese vecino que vive sólo pueda estar arropado. Donde puedan reencontrase esa familia que ya no tiene casa allí pero que sigue firmemente ligada al municipio. Un bar de pueblo que hace también una labor social. Es un punto de unión y dinamizador de la vida rural”, explica José María.

Sin embargo, no duda tampoco en afirmar que “cada día hay más trabas a nivel empresarial y económico” para "sacar adelante un negocio en los pueblos”. Apuesta por “buscar nuevas alternativas que no dejen al pueblo sin los beneficios que aporta tener un bar económicamente sostenible”.

Su bar abre todos los días a las 9:30 horas, salvo los jueves. Hay que descansar un día. A diario cuenta con su grupo fiel de “parroquianos” que “hablan y comentan el día a día”.

“Los fines de semana y veranos tenemos un mayor flujo de clientes gracias a la multitud de actividades promovidas por el Ayuntamiento. En este sentido caben destacar las Jornadas del Nícalo a mediados de noviembre, donde se pueden degustar exquisitas tapas con este hongo”, afirma.

José María finaliza haciendo mención a Gabinete Galigari con un “bares, qué lugares tan gratos para conversar. No hay nada como el calor del amor en un bar”.