Esta es la historia de un auténtico trotamundos. La de Jesús Ángel Catalina Manso, nacido en el año 1956, en Segovia, y que con solo tres años se mudó a Valladolid, al Pinar de Antequera, donde se crió detrás de la barra de un bar para después volar y triunfar en Nueva York, en Estados Unidos, no sin antes recorrer varios países más.
“Últimamente digo que soy de Segovia, mis padres eran de un pueblo llamado Chañe, y que la ciudad que me ha marcado realmente ha sido Valladolid. Ahora vivo en Estados Unidos, desde hace 41 años, pero me considero un castellano, un español que presume de su país. Allí tengo a mi familia”, cuenta el protagonista en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León.
A sus 69 años no tiene reparos en asegurar que “se crió detrás de una barra de bar” y que es un amante de descubrir nuevos restaurantes. “Me encanta también aprender cosas nuevas porque estamos en pleno siglo XXI y la tecnología está ahí, todo en constante cambio”, señala.
El hostelero triunfa en Estados Unidos con el Socarrat Paella Bar. De hecho, tiene tres locales con el mismo nombre. Uno en Midtown East en la Segunda Avenida. Otro en Nolita y uno más en Chelsea, todos en Nueva York.
Allí ofrece a sus clientes las mejores tapas españolas y unas paellas, hasta ocho variedades distintas, que quitan el sentido.
Las suculentas paellas del Socarrat Paella Bar
Un trotamundos
“Me defino como una persona muy agradecida. Tremendamente agradecida. Eso lo primero. También como alguien que quiere mucho a España, a mi país”, confiesa nuestro entrevistado que con 16 años recorrió España en barcos mercantes y después, con 18, recorrió Brasil, Grecia y, con 19, Sudáfrica, en barcos de pesca.
Jesús Ángel añade que tras llegar a Estados Unidos “pudo digerir más lo que es España” un “país difícil de digerir pero que cuenta con una riqueza cultural e histórica incomparable”, en definitiva, como él mismo apunta, “un gran país”.
“Es curioso porque la gente nos admira, pero nosotros no nos admiramos a nosotros mismos en España porque somos envidiosos. Esa envidia nunca nos va a hacer libres. Tenemos que querernos y respetarnos más. Deberíamos aprender a saber entender a los demás y ser más humildes”, añade.
En la actualidad se considera “muy español” y se muestra muy contento de “poder ser un embajador anónimo de España en Estados Unidos” cuando él llegó al país tras trabajar como patrón de barco en Ibiza durante tres años para visitar a un amigo.
“Cuando vine a Estados Unidos corría el año 1984. Llevo 41 años aquí. Un amigo vivía en Utah, al lado de California y vine simplemente con la intención de darme una vuelta, pero mi vida está llena de pequeños y buenos accidentes”, señala el hostelero.
Fue entonces cuando su amigo se hizo cocinero en el lugar y nuestro entrevistado, pinche. Sin darse cuenta, y de forma autodidacta, poco a poco se fue enamorando del mundo de la cocina hasta que llegó la idea del Socarrat Paella Bar.
Su idea
Lolo, como le conocen sus más allegados, se casa en el año 1991 y confiesa que, por aquel entonces, la cocina española “no estaba bien representada en Estados Unidos” por lo que empezó a pensar en la idea de abrir un local que sí que lo hiciera.
“Antes del Socarrat Paella Bar abrí en 1992 un establecimiento hostelero en Brooklyn que se llamó ‘Alegría’. Con comida española y también cubana. A los tres años cerramos. Para abrir un restaurante en Nueva York hay que contar con un colchón económico bueno así que estuve entre cinco y seis años ganándome la vida en distintos restaurantes eclécticos de la ciudad”, señala.
En el año 2002 arrendó ‘La Nacional’, un lugar muy famoso por el que han pasado Lorca y Buñuel en el que estuvo otras siete primaveras y que le sirvió de trampolín porque ahí introdujo en su carta la paella.
“Tuve la suerte de que, trabajando en ‘La Nacional’ el New York Times realizó una crítica fabulosa de nuestra paella que me dio un nombre y me empujó a abrir el Socarrat Paella Bar”, confiesa.
Una gran historia que no hacía nada más que comenzar.
Socarrat Paella Bar
“El Socarrat Paella Bar es un restaurante de tapas españolas, con entre 24 y 26 diferentes, algunas clásicas y otras más innovadoras y con ocho tipos de paellas diferentes. Ahora cuento con tres establecimientos en Nolita, Chelsea y en la Segunda Avenida, muy cerca del edificio de las Naciones Unidas”, confiesa.
El dueño del Socarrat Paella Bar haciendo su plato estrella
En total trabajan, ni más ni menos, que 85 empleados entre los tres locales. Los clientes están encantados y, alguno, le ha comentado a nuestro entrevistado que “su paella es mejor que la que se hace en España”.
“Creo que en España, la paella no se toma tan en serio como se merece. A veces pienso en una manera jocosa de comparar la paella a nuestras abuelas, que las respetamos y las queremos, pero no les hacemos todo el caso que deberíamos. Es el plato estrella de nuestra cocina. Una paella bien hecha es una obra de arte. Nosotros la hacemos con mucho esmero”, asegura.
Desde que abriera sus puertas en 2008, nuestro entrevistado apunta que “hemos vendido casi dos millones” y asegura que “está orgulloso de contribuir con su trabajo a que en este país se conozca mejor España”.
La burocracia
Lo que no cambia de un país a otro es la burocracia que “te ahoga en Estados Unidos y en España” a la hora de sacar el negocio adelante. En este caso los tres con los que cuenta Lolo.
“Cada vez es más difícil ser hostelero. Por un lado, te ahogan y, por el otro, es muy complicado encontrar empleados con vocación. No hay ni pasión, ni respeto ni ganas. Hay muchos derechos, no responsabilidades. Y así las cosas no pueden funcionar”, añade nuestro entrevistado.
Después de 41 años en Estados Unidos, 38 de ellos en Nueva York, el hostelero tiene dos hijos. “Quiero trabajar un poco menos. Mirando al futuro, tengo una hija de 33 años que podría estar interesada en coger las riendas. Me gustaría dejarle el legado del Socarrat tras 17 años en los que muchas personas han conocido España por mis restaurantes”, finaliza.
