Vivir solo, en pareja o acompañado de un grupo de amigos; volar del nido paterno y lograr la independencia. Ese es el deseo de todos los jóvenes Millennials de Castilla y León hoy en día. Algo que no es fácil. Primero hay que tener un trabajo que ofrezca el respaldo económico junto a una formación. Luego hay que saber desenvolverse en las tareas domésticas como cocinar, planchar o limpiar. Y sobre todo, cuadrar las cuentas ahora que la cesta de la compra está más cara que nunca. En estas andan cuatro jóvenes vallisoletanos: Hugo, María, Antonio y David que quieren lograr su independencia para tener una participación activa en la toma de decisiones para construir un futuro de vida.

Se me olvida, Hugo, María, Antonio y David son cuatro personas con síndrome de Down, pero en este caso, es lo de menos, ellos quieren encontrar trabajo y poder independizarse, como todos los jóvenes de su edad. El sueño de cualquiera que quiere volar con sus propias alas, las de la ilusión y las ganas de ser autónomos. Ellos abren las puertas de su casa situada en el barrio Arturo Eyries a EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León, ejerciendo de anfitriones perfectos, y nos cuentan cómo es su día a día dentro del programa 'Pisos de Aprendizaje' organizado por Down Valladolid.

Maria nos abre la puerta de su hogar junto a Antonio, David y Hugo

Los cuatro comparten la casa en la Avenida de Medina del Campo donde cuentan con salón, tres habitaciones, dos baños y una fabulosa cocina. Todo limpio, todo aseado y con una cocina donde el mismísimo Alberto Chicote no podría decir ni ‘mú’.

Su experiencia

Hugo lo tiene claro: “Aquí se vive genial y es fabuloso”. Y la expresión de su cara lo ratifica. Afirma que se siente independiente y se vale por sí mismo para hacer todas las tareas del hogar. Cocinar es lo suyo, aunque se sincera y reconoce que planchar se le da mal. Como a muchos de nosotros. Además, el convivir con otros compañeros le está sirviendo para controlar sus enfados.

Hugo se prepara a cocinar en la vitrocerámica

Antonio es el más veterano y tiene ganas de pasar a la siguiente fase del programa. Disfruta mucho en su casa, sobre todo en el momento del almuerzo, él se encarga de preparar el chorizo y el salchichón. Luego hace las tareas domésticas como limpiar su habitación. Y sí, también friega. Vive en Cabezón de la Pisuerga, y como buen embajador, nos invita a su próximo Belén viviente donde hará de paje de los Reyes Magos.

Antonio en las labores de limpieza de platos

La cara de David delata que es el más joven pero también el que más ganas tiene. “Es un sitio encantador”, nos asegura. Estamos ante todo un manitas de la cocina, su especialidad son los calamares, “dos minutos al microondas y listo”, y la pizza en el horno. Y no, no le gusta planchar. David se encuentra en la fase prelaboral, quiere encontrar trabajo de lo que sea, menos "para coger las llamadas".

María es el cerebro de la casa. Por ella pasan las cuentas y es consciente de que este invierno va a tocar hacer muchas. “Me encanta vivir aquí, pero el problema es el frío. A ver cómo lo hacemos con la calefacción porque todo ha subido mucho”, analiza. Su momento favorito es por las tardes cuando hacen recetas (hoy tocan guisantes), toca limpieza de casa y van a hacer la compra. Una vez en el hogar, con una aplicación para el móvil, es el momento de ver si el presupuesto se ha ajustado. Ella es la ‘ama de la llaves’, yo soy la que “abro las puertas”, advierte. Además, nos invita a un chocolate. Ella sueña con vivir sola y poder ser más libre.

Los cuatro saben que gracias a este programa podrán ser más autónomos y que tendrán "una llave para la inclusión total".

María muestra los armarios de la cocina

Ayuda mínima

Sin embargo, para llegar a cumplir este objetivo, tienen que aprender muchas cosas: cocinar, organizar las tareas de limpieza, planificar su tiempo adecuadamente, organizar su propio dinero, su higiene personal, cierta independencia emocional, madurez, rutas para desenvolverse por la ciudad, saber convivir con otros…y eso es lo que están aprendiendo durante estos días en el programa de 'Pisos de Aprendizaje' organizado por Down Valladolid.

Es la primera fase, la de estancias temporales, si llegan a encontrar trabajo y cierta autonomía para desenvolverse en casa pasarán a la siguiente fase, la de estancias permanentes. Pero para ello, antes tienen que insertarse en el mundo laboral, “como todos en la vida”, apunta Toñi Juan Gamalié, gerente de Down Valladolid, que lamenta que este programa tan vital solo sea subvencionado con 2.000 euros, “una pequeña ayuda de la Junta”, que es mínima. El resto se gestiona con fondos propios, por eso, hace un llamamiento a otras instituciones y empresas privadas para que apoyen en un momento en el que los gastos de calefacción, luz y comida son los más elevados de la historia.

Aquí aprenden a cocinar, a lavar, a gestionar sus presupuestos y lo hacen de manera independiente, porque al contrario que en los pisos tutelados de otros programas, aquí no hay un profesor. Aquí solo tienen los apoyos de ciertos profesionales que vienen durante la semana para echarles una mano para diseñar gastos e ingresos, para aprender a ser todos unos manitas en casa o también, y, como ocurre en todas las convivencias, para resolver problemas.

Los cuatro posan en el salón

Por suerte de estos no hay ninguno cuando se juntan Hugo, María, Antonio y David. Ellos están disfrutando de esta media independencia para poder desenvolverse solos en la vida. Forman parte de una iniciativa que se puso en marcha hace un año, la pandemia lo paralizó todo, y que ya está recogiendo sus frutos. 15 personas han pasado por el programa y están a punto de dar el paso a la siguiente fase, la de estancia permanente. De momento vuelven a sus casas, pero sabiendo que cada día está más cerca su ansiada deseo.

Inclusión total gracias al empleo

Toñi reconoce que este tipo de programas es “muy necesario” para poder lograr la inclusión total. “Cualquier joven quiere salir de la casa de sus padres, independizarse y tener su propia vida, bien en pareja o con amigos, y para conseguir esa inclusión hay que dar este salto”, argumenta la directora gerente.

Las valoraciones han sido muy buenas. Un paso más, pero muy importante, en el desarrollo de la inclusión social para desarrollar de manera intensa habilidades para la convivencia, para la autonomía y para su autodeterminación.

Una de las habitaciones

La vida autónoma es el punto que falta para la integración total de las personas con síndrome de Down. Esta asociación nació con padres que tenían niños pequeños, en esa época su máxima preocupación era la de la atención temprana, tener todos los cuidados. Pero el tiempo pasa, y esos niños se han convertidos en jóvenes y en adultos que necesitan su propio espacio y su capacidad para cuando tengan que batallar solos en la vida. Afortunadamente, la esperanza de vida ha aumentado mucho gracias a los avances médicos, pero ahora la preocupación de aquellos padres de la asociación es que sus hijos e hijas tengan un empleo y una formación que les permita vivir de forma independiente. Una llave al futuro sin ataduras.

 

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