Piñel de Abajo es un municipio de 172 habitantes, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, que se sitúa a medio camino entre los valles del Esgueva y el Duero, a unos 56 kilómetros de la capital y ubicado sobre una pequeña loma en cuya cima se halla la Iglesia de San Pelayo, levantada en el siglo XVI, en piedra, y que es el estandarte del pueblo.

Allí nos encontramos con Eduardo Perote Arranz, un agente medioambiental de 40 años, vallisoletano de nacimiento pero que cuida un huerto con mucha historia en el municipio. Suma, como confiesa a EL ESPAÑOL de Castilla y León, media vida cultivando tomates y ahora ha llegado ya a la nada despreciable cifra de las 1.000 variedades.

Además de tomates, dentro de la Asociación Cultural El Prao de Luyas han plantado árboles frutales para recuperar las variedades antiguas. A Piñel de Abajo se le conoce como el pueblo de los mil almendros y también de los mil ciruelos y cerezos. Así aparecía en el catastro del año 1752 del Marqués de la Ensenada. "Los cerezos desaparecieron hace relativamente poco, en los años 80 y con las concentraciones parcelarias. El paisaje que tardó 500 años en construirse desaparece en cuatro o cinco y nosotros queremos recuperarlo”, asegura nuestro entrevistado.

El objetivo no es otro que recuperar lo que se ha perdido, lo tradicional, los sabores y saberes del pasado y apostar por lo natural. Volver a contar con las especies vegetales que se han ido perdiendo por esa desaparición de huertos y variedades debido al crecimiento de las ciudades que han ido ocupando aquellos espacios fértiles cultivados durante cientos de años con sus acequias y canales hoy edificados. El reemplazo de las variedades antiguas por otras modernas, o híbridas, uniformes y adaptadas a los intereses y necesidades de la agroindustria ha supuesto también junto a esos procesos de concentración parcelaria causas de la pérdida de biodiversidad hasta tal punto que estima la FAO se ha perdido el 95% de la biodiversidad agrícola cultivada.

Inicios, de 20 a 25 variedades y un objetivo

Eduardo empieza a plantar tomates con el fin de mostrar al mundo la “pérdida de biodiversidad que existe”. “Los terrenos con esa vocación de grandes huertas se han urbanizado y esas zonas que eran fértiles en el alfoz de Tordesillas, de Medina del Campo, de Medina de Rioseco, Peñafiel o Laguna de Duero se han perdido porque ahora están edificadas”, añade.

Él y la asociación a la que pertenece comenzaron a cultivar tomates porque “en poco espacio puedes mostrar muchas variedades” y también para “conservar las variedades antiguas” obteniendo producto únicos y singulares. Ahora, el mercado demanda alimentos que aguanten mucho en la cámara y recorran grandes distancias lo que va en detrimento del sabor del tomate de toda la vida. Cultivar las variedades de nuestros abuelos con el  mismo manejo que hacían “cuenta con una mayor calidad y mejor sabor”.

“La primera de las colecciones que pusimos en marcha fue en el huerto del cura, al lado de la Iglesia Parroquial de Piñel de Abajo que se encontraba abandonado. Lo pusimos bien, hace ya 15 años, para empezar a plantar entre 20 y 25 variedades distintas”, confiesa orgulloso Eduardo.

También hicieron unos pequeños invernaderos de tipo túnel para contar con sus propios semilleros y con variedades que nadie tiene. Solo duró dos años el proyecto en esa instalación, a renglón seguido la ubicación cambia.

Unas 1.000 variedades de tomate en la actualidad

Comenzaron a hacer semilleros, hace 13 años, en una parcela del abuelo de Eduardo, abandonada, en el casco histórico del pueblo. “En la actualidad contamos con 3.000 metros cuadrados de espacio en los que cultivamos las 1.000 variedades diferentes de tomates con las que contamos en la actualidad”, asegura el impulsor de esta brillante iniciativa.

Una zona que también tuvo que ser restaurada y descombrada. Eduardo cuenta también con un invernadero en Cabezón de Pisuerga donde guarda las semillas antes de ser plantadas en Piñel de Abajo.

Ante el aumento del número de variedades, desde la Asociación Cultural El Prao de Luyas creo la Feria de la Biodiversidad, para dar salida al stock de tomates que se genera. Este año han sido capaces de reunir a más de 1.000 personas en el pueblo. “Llevamos con esta iniciativa 12 años. Este hemos despachado todas las plantas y si hubiera habido más, también las habríamos dado”, apunta nuestro entrevistado.

Eduardo nos cuenta, además, que hace cinco años le llamaron del Ayuntamiento de Villalar donde el 23 de abril, Día de Castilla y León, repartió junto a su mujer e hijas 2.000 plantas entre los presentes, reutilizando los vasos de plástico usados que se llenaban de sustrato y con una planta de tomate, para reducir la basura.

Exposición de distintas variedades de tomates

En busca del mejor tomate para la provincia de Valladolid

“Estamos a la vanguardia. Por un lado, conservamos la tradición. Tenemos muchas variedades antiguas de tomate, pero también somos muy receptivos a las nuevas. A producto raro, de color amarillo, azul, a los rayados o a los que tienen formas distintas. Queremos mezclar tradición y vanguardia con nuestro proyecto”, afirma.

De las variedades tradicionales, este año, han conseguido 30 nuevas en la provincia de Valladolid mientras que de las más vanguardistas y nuevas no da una cifra, pero apunta a sus variedades verdes que cuentan con un sabor “sabroso” aderezado “con un toque de acidez”.

Participan en Ferias como el Concurso Nacional del Tomate de Cantabria de Torrelavega donde ha presentado los tomates antiguos de la provincia, provocando buenas impresiones los de Peñafiel y Medina de Rioseco. También han creado el concurso suyo propio en Piñel y en el que ganó uno salmantino, de Garcibuey. En tercer lugar quedó uno de la provincia de Valladolid, el Fandango de San Román de Hornija, de los casi 50 tomates presentados.

Nuestro entrevistado añade que “la mayoría de las provincias cuenta con un tomate característico que ponen en valor desde hace 20 años”. “Nos llevan ventaja. Nosotros intentamos sacar un tomate muy bueno en la provincia de Valladolid. Para ello estamos trabajando mucho buscando en conventos, incluso, para conseguir la mejor semilla y el mejor tomate”, nos explica.

El tomate rosa de Barbastro, en Huesca. El de caña Flor de baladré de Murcia. El tomate Huevo de Toro en Málaga. Valladolid busca el suyo para ensalzar el mejor sabor de la provincia.

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