Y todo natural, recién elaborado en la cocina del local, -magnifico local paralelo al Paseo de Zorrilla- donde Ángel Moralejo y su esposa nos atendieron de lujo. Y sus ayudantes, más amigos que ayudas, que siempre vienen bien para este tipo de actos, como Juan el de la peña 'El Juli'.

Buen recibimiento

Nada más entrar nos recibieron con una copa de vino fresquito, -Moralejo en eso es especialista, tras ganarse el pan y las habichuelas durante lustros como comercial en las bodegas ribereñas del padre Duero (Viña Mayor)-, donde no faltaron los aperitivos variados para abrir boca.

El local ha servido durante muchos años para reuniones de las distintas peñas y asociaciones a las que ha pertenecido nuestro anfitrión. Ahora, sin compromisos de ningún tipo, Ángel reúne a los amigos que considera oportuno y nos invita a comer y, sobre todo, para charlar de toros.

Un museo taurino

Porque el local, al margen de degustar productos autóctonos y estar bien a gusto, es un auténtico museo taurino donde el bueno de Moralejo, aficionado cabal,         ha ido reuniendo a lo largo de los años fotos, cartelería y recuerdos taurinos de un valor sentimental muy apreciable. Pero vamos al meollo de la cuestión como es la sinecura (ganga permanente). Significo esto porque Ángel y su esposa son gente generosa y nos invitaron por completo. Gracias familia.

Jijas, gazpacho y pollo, delicias para el paladar

El “bebercio” y el “comercio”

Ya hemos citado los aperitivos y los variados vinos que consumimos durante las dos horas y media que duró el ágape; por la jerol, que diría un calorro. Ahora hay que reseñar un delicioso gazpacho muy ligero, con sus tropezones. Pero mientras llegaba el plato estrella -pollo de corral estofado- le metimos mano con ansiedad a unas jijas que estaban de ensueño.

Y por fin nos llegó el caldero humeante con sabrosos pollos de corral que, sinceramente, fueron de una exquisitez extrema. Hubo quien repitió hasta saciarse. Rematamos con melón en taquitos, muy fresco, y un postre monjeril como unos canutillos de nata realmente insuperables. Todo ello regado con café y chupitos variados. ¡Y a los toros!

Pero antes, algunos nos lanzamos al ruedo para hablar sobre la feria pucelana, sugerido por mi “jefe” televisivo-taurino, Carlos Martín Santoyo, quien vino acompañado de parte de su gente del Diario Palentino y La 8 Palencia: Dioni, y los Cancho, padre e hijo, y el veterano Manolo Illana. Y otro Carlos, otro televisivo nacional (Tendido Cero) y editor de Mundotoro, un portal taurino de referencia internacional. Ruiz Villasuso está cubriendo la feria taurina de Valladolid y vino invitado por su homólogo Santoyo.

Ángel Moralejo, buen aficionado, generoso y conseguidor de amigos

No faltó la medicina taurina en la persona del sempiterno doctor Antonio María Mateo, 50 años al servicio del coso taurino. El que fuera matador de toros Pascual Mezquita, ahora doctor en Historia. Valentín Ruiz de Gauna, excelente aficionado, muy crítico siempre con el sistema taurino. Parte de los hermanos San Juan, (Molino Rojo, Periquete, etc.) hosteleros veteranos y muy taurinos. Y algunos otros aficionados e íntimos de Moralejo de los que conozco de siempre, pero no recuerdo sus nombres, disculpas y daos por nombrados.

En definitiva, velada agradable, en lo humano y en lo taurino. Pero sobre todo por mantener la amistad. Y hoy toca otro ágape que ya les contaré.

El local de Moralejo está lleno de historia taurina