La Historia de los tiempos remotos se asemeja a un puzle de piezas ajadas y desgastadas con las que se pretende resolver las eternas preguntas de la humanidad; de dónde venimos, cuál ha sido nuestro camino, qué dificultades nos hemos encontrado y cuál es nuestro punto de llegada…

Los análisis genéticos de poblaciones pretéritas han venido para dar luz y rejuvenecer muchas de esas piezas que el tiempo y los sedimentos ocultan. Manuel Rojo Guerra, catedrático de Prehistoria, investigador y director del mismo Departamento de la Universidad de Valladolid, ha participado en un estudio genético, fundamentalmente liderado por Arthur Kocher, del alemán Max Plank Institute for the Science of Human History, que ha tenido por finalidad conocer los orígenes y diseminación del virus de la hepatitis B -VHB, en adelante- desde la prehistoria.

El trabajo, recientemente publicado en la revista Science, parte del análisis genético de 137 individuos con una antigüedad de entre 10.000 y 400 años. En concreto, los trabajos desarrollados por el equipo del profesor Rojo Guerra han aportado sendos individuos localizados en la oscense cueva de Els Trocs con una antigüedad de 7.500 años unos y 6.000 otros.

Los resultados más interesantes del estudio tienen que ver con la antigüedad de la presencia del VHB en el registro antropológico que se ha visto retrotraído a los 15.000 años por lo menos al constatarse dos de los nueve genomas conocidos del virus en poblaciones de ascendencia nativa americana.

Hallazgos arqueológicos descubiertos en el yacimiento de la cueva de Els Trocs Manuel Rojo Guerra

A mediados de los años 60 del pasado siglo se descubrió el componente vírico de la hepatitis B y, poco después, que era un virus ADN frente al tipo ARN de, por ejemplo, el de la hepatitis C. Esta constatación tiene suma importancia porque, una vez transmitido el virus al ser humano (hay que recordar que el VHB tiene un último origen animal), o entre humanos, este "penetra en el ADN propio por lo que resulta prácticamente imposible extirparlo", tal y como relata el profesor. De esta manera, "aunque desaparezcan los síntomas y las patologías asociadas a su presencia, el virus permanece en la secuencia genética del ser humano", explica.

Esta constatación es sumamente importante por cuanto en el trabajo en el que participa como coautor el investigador de la Universidad de Valladolid, se ha constatado que, aunque en la actualidad los genomas más habituales del VHB son el A y el D, se ha extendido por partes de Europa, Asia y América "un genotipo raro, genéticamente aberrante, el G, que se ha diseminado coincidiendo, especialmente, con la pandemia del VIH y entre grupos sexualmente activos y consumidores de drogas inyectables", destaca Rojo Guerra. Este gen aberrante, o raro, posee, como se explica, una amplia distribución geográfica, pero una "diversidad genética baja, lo que sugiere una reemergencia reciente tras miles de años de persistencia de bajo nivel", asegura el investigador de la Universidad de Valladolid.

Así, está relacionado con el gen WENBA, que es propio de las poblaciones que llegan a Europa desde el Próximo Oriente y es el dominante hasta el tercer milenio antes de Cristo, aproximadamente, cuando desaparece en el registro genético de las poblaciones de la Edad del Bronce. "Como hemos visto, es probable que este gen permaneciera latente en el ADN de las poblaciones y, coincidiendo con un período de depresión inmunitaria, el gen se ha reactivado y vuelto a diseminar", concluye.

Compromiso de la OMS

Es reseñable el compromiso adquirido conjuntamente por la Organización Mundial de la Salud, laboratorios privados y científicos a nivel mundial para que, de cara al año 2030, se consiga desarrollar un nuevo fármaco para erradicar el virus de la hepatitis B y C. Si bien es cierto que, a nivel genético, la erradicación completa es inalcanzable, como explica Rojo Guerra, por la "dificultad para destruir el ADN circular covalente cerrado (ADNccc) del virus en el núcleo celular y la presencia de material genético viral integrado en el ADN de la célula hospedera".

No obstante, hay múltiples frentes de investigación determinados a encontrar una cura definitiva "al potenciar la respuesta inmune del hospedero o al actuar directamente contra el virus y su ciclo de replicación", asegura el coautor del estudio.

Creo en la ciencia, se merece el margen de confianza tras haber demostrado su efectividad en una emergencia sanitaria, como con la Covid-19”, valora, optimista, el investigador, sobre una posible solución a la segunda causa de mortalidad relacionada con el cáncer a nivel mundial, vinculada en un porcentaje “altísimo” con el cáncer de hígado.