A veces un instrumento es solo eso. Pero para Javilin, el violín ha sido casa, espejo, herida y antídoto. Y lo sigue siendo. El artista salmantino que deslumbró en Got Talent y se volvió viral a raíz de la pandemia con sus versiones en la calle, no sólo toca: transmite.
Empezó a forjarse en una habitación compartida, donde vivía con sus padres cuando aún no tenía ni recuerdos. “No teníamos dinero. Mi madre no podía trabajar, ni siquiera tenía nacionalidad aún. Vivíamos los tres en una sola habitación alquilada”, recuerda.
Y mientras el mundo fuera se le hacía grande, dentro sonaban canciones: las que su madre ensayaba una y otra vez. “Mi primer recuerdo sonoro es mi madre cantando. De ahí me viene todo”.
Su primer contacto con el violín fue precoz, a los cinco años, pero la conexión real tardó más de una década. “Hasta los 17 no me gustaba lo que sonaba. No encontraba mi sonido. Yo tardé, pero ese día lo recuerdo perfectamente.”
Del conservatorio a la calle
Empezó en el conservatorio, pero pronto descubrió que la rigidez académica no era suficiente para lo que él quería contar.
P: ¿Tus raíces están en lo clásico, en la calle o en lo emocional?
R: En todo. Mi base es clásica, pero la calle me dio libertad. Me enseñó a hacer lo que yo sentía sin que nadie me dijera cómo tenía que sonar.
Y con esa mezcla de formación y calle, de academicismo y alma, se subió a los escenarios más dispares: bodas, discotecas, plazas, festivales… y también a Got Talent. Aquel salto a la televisión fue un punto de inflexión.
“Lo de Got Talent me flipó. No por el show, sino por lo que aprendí de mí. Descubrí que era capaz de salir al escenario delante de toda España, con los nervios, con todo, y aguantar el tipo.”
Pero lo que no vio el público fueron los diez nerviosos minutos antes de salir a escena, ni la exigencia emocional del directo. “En la final metí unos gambazos que me sigo reprochando, pero no lo cambiaría. Era yo, con mis fallos, mis ganas y mis emociones.”
El músico salmantino Javilin en una entrevista para EL ESPAÑOL de Castilla y León
El duelo que se toca con cuerdas
Pocos saben que, mientras hacía vibrar a cientos de personas con su violín, Javilin estaba atravesando una de las pérdidas más duras de su vida. “El fin de semana que falleció mi padre di dos o tres conciertos. Nadie sabía nada. Pero yo tenía claro que no iba a cancelar ninguno.”
Lejos de parecer frialdad, esa decisión encierra una entrega absoluta. A la música. A su padre. Y al público. “Es el mejor homenaje que podía hacerle. Seguir haciendo lo que él luchó para que yo pudiera hacer. La música fue mi medicina. Si algo me ha salvado en esta vida, ha sido eso.”
No es una frase hecha. Es una verdad que ha repetido varias veces durante la entrevista, sin afectación, pero con firmeza. Y es que para él, tocar el violín no es sólo un trabajo ni una pasión: es una forma de estar en el mundo, de procesar el dolor, de honrar a los suyos.
Un talento que nació del juego y del sacrificio
Su historia no está hecha de grandes becas ni padrinos musicales. Más bien al contrario. De niño, Javi quería jugar a los tazos, quedarse en el patio, llegar a tiempo a las partidas de Super Nintendo. Pero tenía conservatorio. Y le pesaba. Hasta que su madre, maestra en psicología inversa, le lanzó un órdago.
P: ¿Cómo fue ese momento en el que estuviste a punto de dejarlo todo?
R: Le dije a mi madre que no quería seguir con el violín. Me dijo: vale, pues lo dejamos. Pero el profesor dice que tienes talento. A mí me daría pena. ¿Estás seguro? Y justo cuando me iba al patio, volví a por el violín. Así empezó todo.
Ese niño que casi abandona es hoy uno de los violinistas más seguidos en redes sociales. Ha tocado en bodas, en calles, en festivales, en platós de televisión, y lo ha hecho siempre con una energía única, reconocible.
Viral, pero con alma
Aunque muchos lo conocieron por televisión, el verdadero estallido de Javilin llegó en redes sociales. Cientos de miles de visualizaciones, vídeos compartidos por todo el país y una comunidad que no ha dejado de crecer. Ya sea en TikTok, Instagram o YouTube, sus versiones y su carisma han traspasado las pantallas.
“Muchas veces ni siquiera llevo el violín a la espalda y la gente me pregunta: ‘¿Tú no serás…?’”, cuenta entre risas. Y cuando empieza a tocar, ya no hay dudas. La energía, la actitud y el sentimiento que imprime a cada nota lo hacen inconfundible.
Pero no hay estrategia de marketing detrás. No hay algoritmos planeados ni campañas pagadas. Lo suyo ha sido siempre tocar y emocionar. Y en el camino, conquistar al público sin buscarlo.
Javilin no interpreta canciones: las reinventa. Las traduce a su idioma. “El violín no es solamente mi instrumento, es mi idioma”, dice con convicción. Y no es una frase vacía. Cuando versiona un tema, lo hace con la intención de que, sin letra, la gente lo reconozca, lo sienta, lo viva.
Javilin no toca por rutina ni por fama. Toca porque necesita hacerlo. Porque en cada nota hay un recuerdo, una herida, una fiesta, una madre, un padre o una infancia interrumpida por ensayos que hoy agradece.
Porque, como él mismo dice, la música no solo transmite lo que no se puede decir con palabras: también hace que regresen recuerdos que creías olvidados.