Ángel Rufino de Haro, popularmente conocido en todos los rincones de la provincia de Salamanca como 'El Mariquelo', es un personaje pegado a la tradición más castiza de lo charro. Nacido en Linares de Riofrío, pero considerado un serrano "auténtico", se puede considerar como uno de los mejores tamborileros salmantinos, después de los más grandes ya, casi todo, fallecidos.

Es típico acudir a una fiesta popular que se precie, en cualquier pueblo de la geografía salmantina, y encontrarse a 'El Mariquelo' con su traje de charro, su yegua 'La Bailaora', que lleva casi 30 años acompañándolo, y el sonido más popular de 'Salamanca, la blanca', con la flauta, el tamboril y a viva voz. Folclorista controvertido, pero siempre con "la verdad y poderío por delante", como él dice.

Mañana, 31 de octubre, como desde hace ya 35 años consecutivos, ascenderá a la torre y veleta de la Catedral de Salamanca, para recuperar el Edicto del Cabildo', en la tradición de 'Los Mariquelos', e interpretar sobre la bola que sustenta la veleta una charrada compuesta por él mismo, que lleva por nombre 'Charrada de la Catedral'. Este es el personaje, pero también la persona.

P.- ¿Por qué el nombre de 'El Mariquelo'?

R.- Me hago llamar 'El Mariquelo' porque he recuperado la tradición de subir a la Torre de la Catedral. Tenía un vano recuerdo de que alguien subía a lo alto de la torre, y descubrí que era la familia ‘Los Mariquelos’. No solo subir hasta la bola, sino también contar la historia.

P.- ¿Cuántos años lleva con el nombre de 'El Mariquelo'?

R.- Este año se cumplen 35.

P.- Resuma la leyenda de 'Los Mariquelos', para quienes no la conozcan.

R.- La tradición de 'El Mariquelo' data del 31 de octubre de 1755, cuando aconteció el famoso terremoto de Lisboa. El temblor se extendió por la ciudad, y la gente, pensando que era el fin del mundo, se refugió dentro de la Catedral. Todas las campanas sonaban por efecto del temblor, sin que nadie las tañara, incluida la llamada del reloj, que se encuentra en el cupulín, sobre la cúpula de la Catedral Nueva, que solo se puede tañar si se accede desde fuera de la cúpula.

Al no haberse producido víctima alguna en Salamanca, el Cabildo Catedralicio promulgó un Edicto, en el que se decía que todas las vísperas de Los Santos subiría una persona a tocar esa campana, durante un cuarto de hora, en acción de gracias a Dios. Y como era 'El Mariquelo' el que subía, de ahí he recuperado la tradición. Recordar que Fabián fue el último de esta familia en cumplir con la tradición, lo hizo por última vez en 1976. Y, ahora, he cogido yo el testigo.

Subida a la torre de la Catedral de Salamanca de El Mariquelo 5

P.- ¿Qué pretende con este evento, ya popular en Salamanca, en la víspera de Todos Los Santos?

R.-  En primer lugar, mantener la tradición con prestigio, y también como una acción de gracias. Y, en los tiempos que corren, dar las gracias a Dios en estos tiempos de pandemia, por mantenernos vivos, en una enfermedad que ha surgido de la nada. Y también pedir por los enfermos de esclerosis múltiple, alzhéimer, ictus y encefalomielitis miálgica.

P.- ¿Qué hay de Ángel Rufino de Haro, y qué de 'El Mariquelo', en el mismo personaje?

R.- Ángel Rufino es la persona, el tamborilero que va a animar a los pueblos en sus fiestas y procesiones, el que lleva la fiesta y la alegría a las plazas de los pueblos. Y 'El Mariquelo' es el personaje que sube a la Catedral. Es decir, Ángel Rufino por un lado, y El Mariquelo por otro, aunque la gente los confunda.

Ángel Rufino es la pesona, el tamborilero que va a animar a los pueblos en sus fiestas y procesiones. Y 'El Mariquelo' es el personaje que sube a la Catedral. No se pueden confundir

P.- Una persona como usted y su importancia y experiencia en el folclore salmantino, ¿en qué situación se encuentra?

R.- Un poco en detrimento. Ocurre como cuando llegaron las lenguas de fuego, que todo fue confusionismo. Así ocurre con la música tradicional, al menos en lo que yo conozco en Salamanca. Finalmente, lo auténtico se va manteniendo, y lo demás se diluye igual que el humo.

P.- ¿Qué necesita el folclore de Salamanca para recuperarse y, al menos, volver a la situación de hace algunos años, ese tiempo que todos conocemos de su época joven?

R.- Retomar la fuerza de los pueblos. Está claro que si no tenemos la identidad, no tenemos nada. Si existen raíces, siempre habrá brotes. Si no hay raíces, está claro que no hay brotes. Hay que volver a la raíz del pueblo, a las gentes de los pueblos, que es donde está la raíz y salen los brotes con fuerza.

P.- Mucha contaminación, también, en esta situación actual.

R.- Efectivamente. No solo en el folclore, sino en todos los sentidos. Es la sociedad actual, donde vivimos una época de confusionismo. Y creo que llegará un momento en que habrá que romper una lanza, y dar un paso adelante a favor de la gente auténtica, que son los que se levantan con los valores tradicionales y populares. Y se debe luchar por ellos, sino todo queda en agua de borrajas.

Retomar la fuerza de los pueblos. Está claro que si no tenemos la identidad, no tenemos nada. Si existen raíces, siempre habrá brotes.

P.- La provincia de Salamanca, tierra de grandes tamborileros.

R.- Efectivamente. He tenido el honor de conocer a los más grandes maestros: El Guinda, El Tío Frejón, Francisco de Arapiles, Ismael o Isaías, entre otros varios. Estos grandes maestros me enseñaron a ser no solo tamborilero, porque el 50% es instrumentista, pero otro tanto por ciento es la persona, es lo que transmite, es lo que llega a la gente. Porque uno puede ser muy bueno tocando, pero no transmite absolutamente nada. Hay que tener arte en lo que haces, ilusión y marcar las pautas con sencillez y con humildad.

P.- ¿Qué es ser tamborilero en un pueblo?

R.- El alma de la fiesta. Desde que toca la alborada por la mañana, el ofertorio en la misa, la procesión, después bailar en la plaza y, finalmente, tocar en una ronda. Incluso cuando alguien fallece, también está la música del tamborilero ahí presente, transmitiendo a la gente esa fuerza y esa armonía en el sentir de las canciones.

P.- Qué añoranza, Ángel, estar en la cama en mi pueblo, por ejemplo, el día de San Roque, y escuchar esa alborada del tamborilero anunciando la fiesta del patrón.

R.- Eso es. Cada toque tiene su historia. Y ahí están también los valores. Porque cada momento tiene sus sentimientos, no se puede tocar ‘La tarara’, por ejemplo, en una procesión. Cada momento tiene su idiosincrasia.

P.- Finalmente, ¿cambiaría usted algo?

R.- Cambiaría mucho. Pero es difícil poder cambiar. Creo que lo hay que hacer es mirar para adelante, poner el listón alto, y decir, vamos adelante con nuestras raíces, luchar por nuestros pueblos, por nuestras tradiciones, las de Salamanca y las de la provincia. Merece la pena luchar por ellas.

 

 

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