De todas las eras geológicas. La provincia de Palencia contiene fósiles de todas ellas, con una especial representación del Devónico y Carbonífero (Paleozoico), del Jurásico y Cretácico (Mesozoico) y Neógeno (Cenozoico). De ahí que cerca de 260 fósiles hallados, exclusivamente, en tierras palentinas tengan un lugar reservado en el Aula Paleontológica 'Fossilum Villamuriel de Cerrato', ubicada en la Casa de Cultura del municipio.

Los fósiles palentinos se unen a un total de 756 más que conforman en total el aula, una selección realizada de una colección formada por más de 8.000 fósiles, cedida a la localidad cerrateña por la familia Martín Lorenzo, por un periodo de 30 años.

El artífice y aficionado a la Paleontología, Rafael Martín, detalla a la Agencia Ical que la parte norte la provincia tiene un registro excepcional de fósiles del Devónico, que recibe en el contexto geológico el nombre de Dominio Palentino, que constituye un auténtico tesoro paleontológico.

Fechado también en el Mioceno (Cenozoico), destaca el yacimiento del Cerro del Otero, en la capital palentina, estudiado en 1912 y 1921 por Eduardo Hernández-Pacheco y José Pérez Rojo. Al extraer arcillas del cerro para la fábrica de La Tejera aparecieron restos fósiles de astas de rumiantes, rinocerontes, elefantes y tortugas, entre otros.

Un fósil es cualquier resto orgánico conservado que pertenece a seres vivos extintos, que pueden ser huesos de un dinosaurio, troncos de árboles petrificados, el exoesqueleto de un invertebrado o incluso excrementos, los cuales son los llamados fósiles directos. Aun así, un fósil también es cualquier señal de la actividad de esos seres, por ejemplo, la huella dejada por un animal extinto, lo que se denominarían fósiles indirectos.

Su pasión por este mundo viene de lejos, desde pequeñito, afición que continuó junto a su mujer e hijos, en la búsqueda de los fósiles por la provincia y el resto de la península. Comenta que localizaron fósiles durante las obras y la construcción de la A-67 hacia Cantabria.

Señala que, depende de la zona en la que se esté, se debería saber en qué estrato geográfico se halla uno, ya que en él pueden estar los animales que murieron en esa época. “Por el tipo de roca que te puedas encontrar, puede que haya en la zona algo”.

“Si no sabes, igual solo aprecias piedras o rocas y no decides darle un golpe para hallar un fósil en su interior. Los golpes a las piedras son, en la mayoría de ocasiones, cuestión de suerte. Tener mucho cuidado y conseguir que se quiebre de la mejor manera posible”, apunta.

Pasión por los Trilobites

Rafael Martín detalla a Ical la presencia de una gran colección de trilobites, que es un artrópodo, al ser el primer animal fanerozoico que existió, con una antigüedad de 410 millones de años, y es el fósil guía de todo el Paleozoico.

Es decir, un fósil que está muy extendido por todo el mundo durante muy poco tiempo, lo que determina que ese estrato de tierra donde se encuentra es de un determinado momento. En torno al 90 por ciento de los trilobites como el resto de fósiles palentinos fueron hallados en Polentinos y Lores.

La mejor forma de observar y conocer es acudir al detalle y, por ello, como elemento diferenciador entre todos comenta la existencia de una placa con la presencia de tres fósiles, con un trilobites y dos corales, donde uno de ellos tiene un parásito (una especie de gusano), que puede ser visualizado.

Entre otros peculiares, se observa un artrópodo trilobites, un Xiphogonium, en el que se aprecia el lado positivo y el negativo del animal, es decir, uno de ellos es el animal y el otro lado el relieve que ha dejado el mismo tras fosilizar. A mayores, se pueden descubrir corales, cefalópodos, moluscos y braquiópodos

Cefalópodos

Los cefalópodos son los invertebrados más grandes e inteligentes que existen, ya que son un grupo de animales nadadores marinos caracterizados por poseer tentáculos en la zona de la cabeza. El registro fósil del grupo abarca desde el Cámbrico hasta la actualidad y se conocen unas 10.000 especies, de las que hoy subsisten 650, ya tengan concha interna (sepia y calamar), concha externa (nautilos) o carezcan de concha (pulpo).

Debido a su presencia en la exposición, Martín, junto su mujer, explica los tres tipos diferentes, donde los Nautiloideos son el grupo más primitivo de cefalópodos, caracterizado por una concha externa dividida por tabiques y conectada a través de una especie de cordón de tejido llamado sifúnculo. Los Nautiloideos alcanzaron su mayor diversidad en el Paleozoico y de este grupo, en la actualidad, solo sobreviven diez especies de nautilos.

La Amonoidea son cefalópodos extintos, comúnmente conocidos como ammonites, que aportan un abundante registro fósil desde el Devónico hasta su desaparición a finales del Cretácico. Se caracterizan por su concha externa y paleontológicamente son considerados fósiles guías para el Mesozoico, debido a sus elevadas tasas evolutivas y a su gran dispersión por el planeta.

En tercer lugar, la Coloidea se caracteriza por la ausencia de concha externa. Algunos grupos se extinguieron, como los belemnites, otros evolucionaron a los cefalópodos actuales (pulpo, sepias y calamares). Los primeros coleoideos se conocen desde el Carbonífero, al alcanzar una gran diversidad de formas. Su mayor expansión sucedió durante el Mesozoico.

Formación de un fósil

La fosilización es un complejo proceso de cambios físicos y químicos por el que un organismo, algunas de sus partes, sus huellas o sus excrementos se convierten en fósiles. Gracias a la fosilización, podemos tener una idea bastante aproximada de cómo eran los seres que vivieron hace millones de años y aunque, no lo parezca, es un proceso extremadamente raro.

La presencia de un fósil en una roca determina su antigüedad, ya que algunos seres solo vivieron en periodos determinados, por lo que si aparece en una roca se puede saber en qué momento se formó. A estos fósiles se les denomina fósiles-guía.

Su formación se conforma en cuatro fases esenciales, que comienza con la muerte de un ser vivo. Las partes blandas desaparecen por descomposición, pero las duras, como los caparazones, los dientes o los huesos, perduran un tiempo. Tras ello, se produce la fase del enterramiento, clave para que se forme un fósil. En tercer lugar, se encuentra la mineralización, en la que las partes duras sufren un proceso químico por el que los compuestos orgánicos son sustituidos por otros inorgánicos.

Por último, el afloramiento da lugar por el lento movimiento de la corteza terrestre, que empuja la capa de roca que contiene el fósil hacia la superficie y, por efecto de la erosión, en ocasiones, el fósil sale a la superficie.

Por su parte, los fósiles indirectos son aquellos que muestran el comportamiento de seres vivos, pero nunca partes del cuerpo, como la huella dejada por un animal extinto.

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