El presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, ha recordado este jueves al exmiembro del Parlamento Vasco (1990-1995) y exconcejal del PP en San Sebastián (1983-1995), Gregorio Ordóñez, que fue asesinado por la banda terrorista Euskadi Ta Askatasuna (ETA) en la capital donostiarra el 23 de enero de 1995, hace 30 años.
El presidente de la Junta ha calificado a Ordóñez como "un hombre valiente y comprometido con la libertad y la democracia en España" y ha recordado que fue "un referente del PP" y un "ejemplo de lucha incansable por los derechos y libertades de todos los españoles".
"Especialmente en el País Vasco, donde la amenaza terrorista trataba de imponer el miedo y el silencio", ha añadido Mañueco en una publicación en su cuenta de la red social X.
El jefe del Ejecutivo autonómico ha asegurado que Gregorio, "con su valentía y determinación, nos enseñó que la política es un servicio a los ciudadanos y que la defensa de la libertad debe ser una prioridad, aunque suponga riesgos personales".
"Su ejemplo sigue vivo en cada uno de nosotros, inspirándonos a trabajar cada día por una sociedad más justa, unida y libre", ha añadido, asegurando que "como compañero de generación y partido" siempre admiró "su fuerza y su claridad de ideas en un momento tan complicado para España".
"Gregorio Ordóñez dejó un legado imborrable, y desde Castilla y León queremos rendirle homenaje en este aniversario, y con él a todas las víctimas de ETA que dieron su vida por nuestros valores democráticos", ha señalado, reiterando el compromiso "inquebrantable" de la Junta con "la memoria, la justicia y la dignidad".
Un antes y un después
El asesinato de Gregorio Ordóñez, con solo 36 años, supuso un antes y un después en la historia de ETA ya que se trató de uno de los primeros asesinatos de un político. El crimen se produjo a las 15:30 de la tarde del 23 de enero de 1995 cuando dos miembros de la banda entraron en el restaurante La Cepa de San Sebastián.
En ese conocido establecimiento hostelero de la capital donostiarra se encontraba comiendo Ordóñez, por aquel entonces teniente de alcalde de San Sebastián y diputado del PP en el Parlamento Vasco, y que era el favorito en las encuestas para convertirse en el siguiente alcalde de la ciudad, en las elecciones previstas para mayo.
Dos terroristas entraron a esa hora en el restaurante La Cepa, donde Ordóñez comía con varios compañeros, entre ellos la futura presidenta del PP vasco, María San Gil. Uno de los etarras, que se encontraba cubierto con un chubasquero rojo, descerrajó un tiro en la nuca al político y huyó del lugar de los hechos.
El comando de ETA que acabó con su vida lo conformaban Valentín Lasarte, Francisco Javier García Gaztelu 'Txapote', y Juan Ramón Carasatorre 'Zapata'. El asesinato dejó viuda a su mujer y a un hijo de tan solo 14 meses.
Todos los concejales del consistorio donostiarra, excepto los de Herri Batasuna, acompañaron el féretro, bajo una fuerte lluvia, desde el bar hasta el Ayuntamiento, donde fue instalada su capilla ardiente.
La 'socialización del sufrimiento'
El asesinato de Ordóñez se enmarca en un cambio en la estrategia violenta por parte de ETA desde principios de los 90, tras la desarticulación de la conocida como cúpula de Bidart en marzo de 1992.
En aquella operación se detuvo en esa localidad francesa a Francisco Mujika Garmendia, 'Pakito', José Luis Álvarez Santacristina, 'Txelis', y Joseba Arregi Erostarbe, 'Fitipaldi' –máximos dirigentes desde mediados de los 80– llevó a ETA, y a su brazo político, Herri Batasuna, a reorientar el sentido de sus atentados.
La situación de cada vez mayor vulnerabilidad de la banda, tras la detención de su cúpula combinada con diferentes operaciones policiales en el sur de Francia y la desarticulación de varios comandos, convenció a los nuevos dirigentes etarras de que debían llevar a cabo atentados que tuvieran un mayor impacto en la sociedad.
El objetivo era que las nuevas acciones armadas impactasen en la opinión pública, aunque no provocasen un número de víctimas tan elevado como los atentados de la década de los 80, ya que la capacidad logística de ETA estaba cada vez más limitada.
A finales del año 1994, Herri Batasuna aprobó la conocida como 'Ponencia Oldartzen' (en euskera, 'Arremeter') que abogaba por "socializar el sufrimiento" y que todos los ciudadanos "padeciesen el conflicto".
El objetivo entonces dejaron de ser, al menos de forma prioritaria como en los 80, los efectivos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y ETA puso el foco en políticos –principalmente concejales del Partido Popular y del PSOE–, jueces, fiscales, profesores, periodistas y, como en este caso, funcionarios de prisiones.
Una estrategia que fue unida al auge de la kale borroka ('lucha callejera') en las calles del País Vasco, alentada por Jarrai, la rama juvenil de HB.
La primera víctima de la 'socialización del sufrimiento' fue Gregorio Ordóñez, portavoz del Partido Popular en el Ayuntamiento de San Sebastián, asesinado de un tiro en la nuca el 23 de enero de 1995 en el bar La Cepa del casco antiguo de la ciudad. Tenía tan solo 36 años.
Meses antes, el dirigente etarra Antton López, Kubati, había señalado a Ordóñez al publicar una carta en el diario abertzale 'Egin' citando reiteradamente al político vasco del PP y expresando su "deseo esperanzador de que algún día, al poner la radio, oiga por ella una buena noticia que" le "alegre el día".
Solo tres meses después, el 19 de abril de 1995, ETA intentó asesinar al entonces líder de la oposición José María Aznar, accionando una bomba al paso de su coche, aunque el político popular logró salir indemne del atentado.
A la muerte de Ordóñez le siguieron otros impactantes atentados inspirados en esa 'Ponencia Oldartzen' como el del socialista Fernando Múgica en San Sebastián el 6 de febrero de 1996 o el del expresidente del Tribunal Constitucional Francisco Tomás y Valiente en Madrid solo ocho días después.
Un mes antes, en el marco de esa estrategia de presión social, había sido secuestrado José Antonio Ortega Lara al volver de su trabajo en el Centro Penitenciario de Logroño. La reacción de ETA a la liberación del funcionario de prisiones, el 1 de julio de 1997, supuso un nuevo episodio que quedaría siempre marcado en la historia.
Se trató del secuestro y asesinato del concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco, por parte de un comando conformado por Francisco Javier García Gaztelu, 'Txapote', Irantzu Gallastegui, 'Amaia', y José Luis Geresta, 'Oker'. Los terroristas asesinaron a Blanco tras tres días de angustia el 13 de julio de 1997.
El principio del fin
Los sucesos de julio de 1997 supusieron un antes y un después en la historia de la lucha contra ETA y de la organización misma.
La indignación por el asesinato de Miguel Ángel Blanco dejó imágenes hasta entonces inéditas como las de multitudes rodeando las sedes de HB en diferentes puntos del País Vasco y Navarra acusando a los miembros del partido abertzale de ser cómplices del asesinato.
Especialmente emotivo fue el histórico gesto de aquellos ertzainas que se quitaron el casco y el pasamontañas ante una multitud enfurecida que pretendía asaltar la sede de HB en San Sebastián y se fundieron en abrazos con los manifestantes.
Aquel día, ETA perdió la batalla del miedo y aquellos dos secuestros, el de Ortega Lara, con final feliz, y el de Miguel Ángel Blanco, con su dramático desenlace, dejaron tocada a la organización al privarla de gran parte del apoyo social con el que había contado hasta el momento en el País Vasco.
Desde ese momento, las movilizaciones fueron masivas cada vez que se producía un atentado y el 'Espíritu de Ermua' se instaló en los corazones de la ciudadanía española.
Con todo, España aún tuvo que sufrir 14 años más de violencia mientras ETA agonizaba, hasta aquel 20 de octubre de 2011 en el que se puso fin definitivamente a 43 años de terror. El asesinato de Gregorio Ordóñez, hace ahora 30 años, supuso el principio del fin de la violencia de la organización terrorista.