Luis Mateo Díez (Villablino, 1942) es un autor prolífico y un vitalista vinculado estrechamente a la ficción y a los mundos imaginarios. 50 años de carrera y más de 40 obras publicadas avalan la trayectoria de este escritor leonés que acaba de recibir el galardón más importante para un autor en letras castellanas: el Premio Cervantes 2023. Un reconocimiento, el considerado como 'Premio Nobel de literatura en español', que, para Mateo Díez, es "un punto de llegada" y un "aliciente enorme".

El autor, que se inició en el mundo de la poesía en la ciudad de León en los años 60, en el entorno de la revista 'Claraboya', publicó su primer libro de cuentos en 1973 con el título de 'Memorial de hierbas', aunque no sería hasta 1982, casi una década después, cuando vería la luz su primera novela, 'Las estaciones provinciales'. Desde entonces, más de 40 obras y un mundo imaginario: Celama, que le han valido ser el único escritor en castellano en haber recibido en dos ocasiones el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica.

Desde mayo de 2001 es, además, académico de la Real Academia Española de la Lengua (RAE), con el sillón 'I', una institución que, a su juicio, ha velado más que ninguna otra "para que exista una conciencia común del español". A sus 81 años, ha recibido el máximo honor que puede recibir un autor en lengua castellana y sigue escribiendo, convencido de haber vendido su alma al Diablo para poder vivir en la ficción lo que no ha querido, o podido, vivir en la vida.

Pregunta.- Luis Mateo Díez nace y vive su infancia en el municipio leonés de Villablino, ¿cómo recuerda aquellos años en este pueblo minero de la comarca de Laciana?

Respuesta.- Tengo la convicción de que la infancia determina mucho lo que somos y marca el conocimiento originario de las cuestiones y yo tengo un recuerdo feliz en aquella España de posguerra. Recuerdo mucho amparo familiar y vecinal y cierta sensación de haber vivido en un valle de Laciana en el que había un patrimonio verbal poderoso y un patrimonio de la imaginación que luego uno recicla cuando es mayor.

Se hablaba mucho, se contaba mucho, en un tiempo de silencio y desolación, y tengo un recuerdo muy vitalista y muy alegre de mi vida en aquella infancia, en aquella escuela, con aquellos amigos y con tanta gente que te quería.

"Tengo muy marcados los tránsitos en mi vida"

P.- A los 12 años se traslada a la capital leonesa tras ser nombrado su padre secretario de la Diputación, ¿era muy diferente el estilo de vida de la ciudad con respecto al pueblo en aquella época?

R.- Realmente fue como salir del vientre acogedor y trasladarme a otra realidad. Yo tenía muchos amparos y no era un niño que navegara en la orfandad pero sí que me recuerdo como un niño perdido en la ciudad. Para mí fue, primero, una experiencia de despedida, porque nunca olvidaré cómo me despidieron mis amigos de Villablino un día con una nevada tremenda y la desolación de perderlos.

Luego, recuerdo la sensación de un cierto extravío hasta que empezaron las relaciones propias de un adolescente que encuentra nuevos amigos. Tengo muy marcados los tránsitos en mi vida, he escrito sobre ello y ha determinado sustancias emocionales de muchas de mis novelas. 

P.- Comenzó escribiendo poesía pero después pasó a la narrativa, ¿a qué se debió ese cambio?

R.- Yo tuve unos amigos en aquel León de aquellos años de juventud y ya teníamos conciencia de muchas cosas: del desagrado con el mundo en que vivíamos, de la penuria, de la desgracia de un tiempo histórico miserable y de un cierto compromiso ideológico. Yo de niño quise matar a Franco, un cuento infantil mío se basaba en la idea de que yo tenía que matar a Franco, fíjese que disparate. 

"De niño quise matar a Franco"

En la juventud, tuve un encuentro con un mundo de poetas que me llevan un poco al huerto. Yo era un narrador más o menos indolente, porque mi vida siempre se construyó sobre la indolencia, y, al albur de aquellos amigos maravillosos, porque yo era un merluzo al lado de toda la sabiduría que ellos tenían, aprendí mucho de lo que hacían aquellos poetas. 

Teníamos una curiosa revista que se llamaba 'Claraboya', en el León de aquellos años 60, que era muy sintomática de las compulsiones y de las frustraciones que podía vivir una cierta juventud en aquellos tiempos oscuros.

P.- ¿Hay algún libro o algún autor en concreto que le inspirase a la hora de empezar a escribir?

R.- Mi padre tenía una sensibilidad literaria especial, no es que tuviera una gran biblioteca pero uno en casa podía leer a los poetas de la Generación del 27, sobre todo a Lorca, y podía leer a los clásicos, y en él había una especial sensibilidad hacia los clásicos griegos y latinos y que eso te pase en casa en aquellos años es un bien maravilloso. Había un clima y una orientación y los cinco hermanos que somos estamos nutridos de esa suerte en aquellos tiempos tan precarios. 

"El libro de mi vida es 'La muerte de Iván Ilich', de León Tolstoi"

De niño hubo un libro crucial que me hizo llorar, 'Corazón', de Edmundo de Amicis, y luego fui descubriendo cosas de aquello que me interesaba. Me interesaron mucho los narradores italianos, leía a Vasco Pratolini, a Cesare Pavese, pero el libro de mi vida, el libro que ha marcado pautas de mi manera de contar la vida y el sentido y el destino de la misma es 'La muerte de Iván Ilich', de León Tolstoi. Digo que es el libro de mi vida porque no sé cuantas veces lo he leído y daría todo lo que he escrito en mi vida por haber escrito ese libro.

P.- Desde que publica su primer libro de cuentos, 'Memorial de hierbas', hasta que sale a la luz su primera novela, 'Las estaciones provinciales', pasa casi una década, ¿por qué tanto espacio de tiempo entre una obra y otra?

R.- En aquel momento era un escritor todavía más indolente de lo debido porque había en mi vida algún tipo de disposición a la idea de que vivir era más importante que escribir. A mí me hubiera gustado ser un vividor en vez de un vitalista y haberme echado a perder de mala manera como algunos vividores que conocí. He tenido muy buenos amigos que eran muy malos y aprendí mucho de ellos y me ambientaron para sacarme de mi adocenamiento incitándome a romper con cosas que me hacían un ser retraído y hasta meapilas. 

"Mis novelas se construyen de la precariedad de la vida en unos tiempos en los que la vida estaba prohibida"

Con el tiempo me doy cuenta de que aquellos tiempos eran interesantes, porque pecar era algo interesante, y mis novelas se construyen de la precariedad de la vida en unos tiempos en los que la vida estaba prohibida. El problema no era solo ideológico, aunque para mi gusto las ideologías son la cosa más perniciosa del mundo, pero algo había de eso, la vida estaba prohibida, y mis personajes pretendían romper esa prohibición de la vida buscando la quimera, lo inefable, buscando algo que rompiera eso con una libertad quimérica como la de Don Quijote. 

P.- ¿Cuál fue su inspiración a la hora de crear el mundo mítico de Celama que ha caracterizado su obra? ¿Tiene algún vínculo con su León natal?

R.- Hubo un momento, en el que yo ya era un escritor con cierta conciencia, en el que sentí la necesidad de tener un territorio personal que me permitiera no depender de lo real y de los testimonios de la realidad. Era una necesidad y tuve que concienciarme de ello y ver como la resolvía. Y en ese momento aparece Celama, y a Celama llego a través de una experiencia vital de los propios paisajes en los que yo pude vivir.

Aquellos veranos en los que yo estaba con mis padres en una pequeña finca en el páramo leonés, en el suroeste de nuestra provincia, que era una tierra especial, y allí se me suscitaron emociones que se relacionaban, además, con la desaparición, el pasado, la muerte y el crepúsculo de las culturas campesinas. Eran elementos que me movían y de eso deriva la creación de un ámbito simbólico y puramente metafórico y casi hasta metafísico de lo que acabó siendo Celama.

"Celama llegó a través de los paisajes en los que yo pude vivir"

En ese territorio real y geográfico del páramo leonés fue sucediendo la muerte de mis padres, era un curioso refugio donde estaba la decadencia de ellos y donde les fui viendo morir, y eso matizó elementos de como podía yo construir un mundo imaginario.

P.- ¿Qué ha supuesto para usted la ficción?

R.- La ficción es un ámbito de la vida, no lo veo como una entelequia cultural o intelectual, en la vida tenemos la realidad que vivimos pero hay otras realidades compatibles y están promovidas por lo que es nuestra propia imaginación y nuestra capacidad de inventar cosas. El arte está fundamentalmente conectado con la vida, es un ámbito de la vida donde hay placer, fascinación y conocimiento.

Todo eso es un mundo que no es un adorno de nuestra vida sino un camino para ir a otras emociones y sensaciones que nos ayudan a tener una conciencia más hermosa y compleja de lo que somos. Cervantes y El Quijote, por ejemplo, son un camino a la experiencia de la vida y un camino de emoción, de fascinación y de disfrute. Donde más gente conoces es si eres lector de novelas y desde luego a gente mucho más interesante que la que puedas encontrar en la vida. 

"En las novelas conoces a gente mucho más interesante que en la vida"

Esa experiencia de lo imaginario es un espejo maravilloso para que uno tenga una lucidez mayor en el conocimiento de sí mismo, da complejidad al conocimiento de lo que somos y además es bello, es hermoso y se disfruta mucho.

P.- Dos veces ganador del Premio Nacional de Narrativa, otras dos del Premio de la Crítica, y en 2001 le llega el honor de ser elegido miembro de la RAE, ¿qué supuso este reconocimiento para usted?

R.- Cuando entré no tenía un razonable conocimiento de lo que era la Academia y me di cuenta de la importancia de una institución que ha velado más que nadie para que tengamos una conciencia común del español. Lo que le debemos a la RAE es que no lo sabemos, es verdaderamente impresionante. El español se podía haber dividido, partido, perdido y esta institución lo mantuvo, yo lo descubrí cuando llegué y me di cuenta de que era muy importante.

En este país no sabemos lo que es el español, el español no es un pleito peninsular con otras lenguas maternas, que son maravillosas y han hecho contribuciones extraordinarias, pero de las que se hace un uso tremendamente politizado y estúpido. Y yo comprendo que desde otras latitudes del español se queden perplejos con cuestiones como las del pinganillo en el Congreso, da la impresión que no se tiene el respeto debido a saber que el español no es solo peninsular. Hemos tenido que pasar muchas vicisitudes para que ésta llegue a ser una gran lengua con un patrimonio extraordinario.

"El Premio Cervantes es un punto de llegada, es maravilloso"

P.- Acaba de serle otorgado el máximo reconocimiento de las letras castellanas, el Premio Cervantes, ¿qué supone para usted?

R.- Creo que es un punto de llegada en los reconocimientos, es el punto más alto y, según me han dicho, es como el Nobel en español porque afecta a toda la escritura hispánica, no es un premio peninsular. Lo asumo encantado de la vida, me ha caído encima y es maravilloso, y es un aliciente enorme en el reconocimiento de mi obra, porque además yo soy un escritor prolífico.  

P.- ¿Ha pensado ya en el discurso de agradecimiento cuando recoja el premio?

R.- Hay una idea en mi vida y una imagen bastante original y particular que es el sentido de lo que es El Quijote en mi vida, el acervo cervantino. En el discurso, seguramente hablaré de mis personajes y de esa ascendencia cervantina que hay en mi vida, porque el héroe del niño que fui era Don Quijote.

P.- Echando a la vista atrás, tras más de 40 obras publicadas, ¿qué destacaría de su trayectoria?

R.- Con la concesión del Cervantes y las concesiones de los medios de comunicación y de la gente que me quiere y que me llama me he dado cuenta de que quizás un punto simbólico de a lo que he llegado es Celama. Es un mundo imaginario vinculado a mis raíces y a los elementos de mi experiencia de la vida e irradia sensaciones y emociones. Hay una mirada simbólica sobre la liquidación de las culturas campesinas y sobre lo que se acaba, cosas que terminan, que es un gran tema del siglo XX.

"En mi discurso hablaré de Don Quijote, el héroe del niño que fui"

P.- ¿Tiene algún proyecto a corto plazo? ¿Está trabajando en alguna obra en este momento?

R.- Los escritores que tenemos esta condena de ser prolíficos siempre acabamos enredando. El otro día, cuando recibí la comunicación del Cervantes, le estaba poniendo final a una novela corta. Una vez que le vendes el alma al Diablo el Diablo no te lo perdona y yo le vendí el alma al Diablo diciéndole: quiero vivir en la ficción lo que ya no quiero vivir en la vida. Y el Diablo, que es muy listo y muy cabrón, me dijo: te vas a enterar, muchacho.

Ahora me tiene pillado de una manera que todas las horas de mi vida están en la ficción y esto tiene un desgaste, pero este cabrón no te suelta. Bueno, pues que le voy a hacer. Yo creo que ahora soy un escritor que con 81 años está condenado a no salir de la escritura. Apenas puedo salir de casa, hacer la compra, ir a ver a los amigos, beber más de lo debido, que es algo que los médicos no me recomiendan, y en esas vicisitudes estoy metido.

Estoy en este trance miserable de ser un octogenario que ve a la vuelta del camino el final de lo que tiene, y tengo unas convicciones absolutamente religiosas de que no hay un más allá más de lo que supone la nada. Yo creo que la nada es un espacio indeterminado donde ya no tienes nada de lo que preocuparte.

"Le vendí el alma al Diablo diciéndole: quiero vivir en la ficción lo que ya no quiero vivir en la vida"

P.- ¿Está leyendo algo en este momento?

R.- Una de mis grandes preocupaciones, en este lío de hacerse mayor, es ver como se me van reduciendo ciertas capacidades de curiosidad. Esto es muy duro y muy triste. Yo leo todos los días no menos de tres horas pero es la mayor preocupación que tengo ahora, porque no me ha pasado en mi pasión de cinéfilo pero en la lectura ando un poco de capa caída.

Tengo un buen recurso que es volver al pasado de mis lecturas y reencontrar cosas que me gustaron mucho y que vuelvo a leer, pero perder la curiosidad es mala cosa. Preferiría dejar de escribir que dejar de leer, de una manera radical, además. 

P.- ¿Sigue manteniendo un vínculo con su tierra a pesar de residir en Madrid?

R.- Tengo un arraigo y voy siempre que puedo por allí, me quieren mucho, y tengo la sensación de tener en León mis experiencias y mis raíces, de tener grandes amigos y de tener en Valladolid también grandes amigos. El otro día estuve en León para ver el estreno de la nueva versión que ha hecho Teatro Corsario de 'El retorno a Celama' y había 500 o 600 personas. Yo no puedo sentirme más recompensado que con este tipo de propuestas que hay por allí.

"Me he batido siempre con las carantoñas, me han querido mucho"

Tengo un hermano que tiene una casa en la montaña y voy cuando puedo por mi pueblo, sobre todo porque hay una plaza que se llama Plaza de Luis Mateo Díez y si no voy me la van a quitar (risas). Soy un hombre que me he batido siempre con las carantoñas y me han querido mucho, no sé si por mi carácter o yo que sé, y voy por allí siempre que puedo y siempre me encuentro cosas agradables. Voy a León y la veo más bonita que nunca, más cuidada, voy a Valladolid y me parece una ciudad más europea que nunca y tengo amigos en todos los sitios con los que tomar una copa, así que qué más quiero.

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