Corría el verano de 1519. Don Carlos, nieto de los Reyes Católicos, es elegido emperador y decide marchar cuanto antes para Alemania. Esta circunstancia cristaliza el descontento que vive Castilla.

El siglo XV empieza con una serie de malas cosechas, hambres y epidemias. Los precios suben rápidamente. Ante la crisis se hace añicos el equilibrio que los Reyes Católicos habían logrado mantener entre las regiones del reino. La parte central, en torno a Toledo y Valladolid, está muy afectada: los talleres y comercios de Zamora, Segovia, Salamanca, Toledo y Cuenca encuentran muchas dificultades y empiezan a quejarse de los monopolios. La situación política, caracterizada por una serie de problemas dinásticos desde la muerte de la reina Isabel, en 1504, impide que los gobernantes presten la debida atención a los problemas.

En 1516, don Carlos se proclama rey de Castilla contra el parecer de Cisneros y del Consejo Real, llegando a la Península en 1517 para hacerse cargo del Gobierno. Pero el nuevo soberano causa mala impresión: no habla castellano y viene rodeado de una corte de consejeros flamencos que se reparten los oficios y beneficios sin escrúpulos.

El Regimiento de Toledo toma entonces la iniciativa de una campaña nacional, primero contra los impuestos que la corte pretende subir para sufragar los gastos de la coronación imperial, y luego contra la misma política imperial. Y para que no exista ninguna duda de que todo tiene un trasfondo financiero, obsérvese esta frase extraída de la carta que dirigen al Rey, y que se conserva en el Archivo de Simancas:

"Que se guarden las rentas destos reinos para defendellos y acrecentallos e desempeñarlos, que no es razón que Su Cesarea Majestad gaste las rentas destos reinos en las e otros señoríos que tiene".

Esta rebelión halló en Salamanca, en febrero de 1520, su programa definitivo con motivo del llamamiento a Cortes. De los conventos de la capital charra sale un documento enviado a todas las ciudades de voz y voto en Cortes que resumía las reivindicaciones de Castilla. Así, los regidores de Salamanca solicitaron el parecer de una comisión formada por franciscanos, dominicos y agustinos, que se reunió en el convento de San Francisco bajo la presidencia de su superior Juan de Bilbao. Su informe fue un programa concreto de reivindicaciones, que, adoptado en su conjunto por la ciudad de Salamanca y comunicado a otras ciudades interesadas, se convirtió rápidamente en un manifiesto de la oposición.

Don Carlos no hace caso de tales advertencias y reúne a las Cortes, el 31 de marzo, en Santiago y el 22 de abril, en La Coruña (con la ausencia de los representantes de Toledo y Salamanca) consiguiendo convencer con dádivas y presiones a una mayoría de procuradores.

El descontento llega entonces a su colmo. En muchas ciudades castellanas se producen motines contra los procuradores que han votado el servicio, contra los corregidores y contra los arrendadores de impuestos. Toledo dirige el 8 de junio una carta a las ciudades para que envíen sus procuradores a una Junta a fin de protestar contra el servicio. La asamblea se reúne a primeros de agosto en Ávila, pero queda reducida a la representación de Toledo, Salamanca, Segovia y Toro.

Maldonado Pimentel con sus salmantinos llega

Casa de las Conchas de Salamanca, casa solariega donde habitaba la familia Maldonado

En aquel 1519 tenía el mando militar de la ciudad Pedro Maldonado Pimentel (Salamanca, c. 1490 - Simancas, 14 de agosto de 15221), señor de Babilafuente y capitán comunero. Tenía su vivienda en la plaza de San Benito, en un palacio que todavía habitaba cuando murió, pues fue limpiado exteriormente de escudos, se cerraron ventanas y se abrieron otras, como castigo tras la derrota de Villalar y hoy es el convento de clausura de religiosas franciscanas bajo el título de la Madre de Dios.



Cuando se produce en 1520 el levantamiento de las Comunidades de Castilla, era procurador por Salamanca, jefe de las milicias de la ciudad y apoyó la rebelión desde el principio. Además, fue delegado de la ciudad en la Santa Junta de Ávila en 1520. Era el capitán nato de las fuerzas salmantinas que apoyaban la rebelión, pero los vecinos recelaban de él por ser sobrino del Conde de Benavente, colaborador muy próximo del rey Carlos I de España, por lo que nombraron a su primo Francisco Maldonado, aunque luego compartieron el mando.

Francisco Maldonado (Salamanca, 1480 - Villalar, 24 de abril de 1521). Era señor del pequeño concejo de El Maderal, en la actual provincia de Zamora, del que recibía un tributo en dinero, especies y trabajo. Descendiente de la baja nobleza, de 40 años, que se puso al frente de las tropas salmantinas como capitán en la revuelta castellana. Junto a este caballero, también "escandalizaron y alborotaron" la ciudad de Salamanca su primo Pedro Maldonado, el deán Diego de Guzmán, que fue el principal impulsor del levantamiento, Pedro Bernal (que estuvo en la Junta de Tordesillas y anduvo con su gente de guerra y fue un gran comunero), curas y representantes de los gremios artesanos de pellejeros, escribanos, sesmeros, joyeros, zapateros, médicos, alguaciles, militares, licenciados y el pueblo llano en general.

Así, entre el 18 y el 20 de mayo, se junta toda la ciudad y envían a casa del procurador realista y corregidor Alonso de Azebedo ­–donde estaban reunidos unos 40 caballeros– una petición para que se unan a la comunidad, y no acceden. A partir de ese momento, comienzan a sonar las campanas de la ciudad, el pueblo se levanta en armas y prende fuego a la casa de Francico Ribas, procurador realista, a quien se busca para ahorcarlo; además, se incendia a la puerta de San Francisco.

Mientras, los capitanes del pueblo ordenan entrar en las casas de los nobles a incautar las armas, como en el palacio de Bernaldino de Castillo, al que prende también fuego una revuelta que aglutina a más de 2.000 salmantinos armados.

El 29 de julio de 1520 se forma en Ávila la Santa Junta del Reino, integrada por representantes de las ciudades castellanas. Salamanca envía al deán Diego de Guzmán, a fray Diego de Almaraz (comendador de la Orden de San Juan), a Francisco Maldonado (nombrado capitán general) y al cintero Pero Sánchez.

La batalla de Villalar



En estas revueltas –como la ‘Instrucción y creencia que la ciudad de Salamanca dio para el señor Francisco Maldonado, capitán general’ (25 de enero) donde se pedía que "los grandes se vayan de sus casas y quiten sus ejércitos para que cesen las fuerzas y robos que se hacen y queden los pasos y los caminos llanos y seguros..."­– llega el año 1521, cuando las tropas comuneras inician una ofensiva sobre la fortaleza de Torrelobatón, a donde acudieron las fuerzas comuneras de Salamanca, que estaban acantonadas en la fortaleza de Toro al frente de ellas Francisco Maldonado, junto a las de Juan de Padilla y Juan Bravo, que cae el 25 de febrero de ése de 1521.

El 23 de abril, de madrugada, las tropas comuneras salen de Torrelobatón buscando refugiarse en Toro. No obstante, el ejército real persigue a las tropas del pueblo dándoles alcance en Villalar: Los comuneros, bajo la fuerte lluvia y sin la protección de la artillería, son dispersados por la caballería de los nobles. Los sublevados pierden entre 500 y 1.000 hombres, mientras que 6.000 son hechos prisioneros.

A la madrugada del día 24, sin proceso alguno, son decapitados los principales líderes comuneros, el toledano Juan de Padilla y el segoviano Juan Bravo. Antes de la ejecución, Bravo y Padilla cruzaron unas palabras que han pasado a la posteridad: antes de subir al cadalso, Juan de Padilla le dijo a Bravo: "Señor Bravo: ayer era día de pelear como caballero..., hoy es día de morir como cristiano". Horas más tarde se les suma el salmantino Francisco Maldonado. La pena de muerte de su primo Pedro, sin embargo, no se ejecutó hasta un año después.

El pendón de los comuneros de Salamanca, único vestigio existente de la gesta y recientemente restaurado, se conserva en la capilla de Talavera, de la Catedral Vieja de Salamanca, fundada por Rodrigo Maldonado de Talavera, abuelo de Francisco y de Rodrigo.

Tras la derrota definitiva se produjo una feroz represión, de la que no se salvó Salamanca. Víctima de ella –"... condenando a las dichas personas particulares que an sido culpados en estos dichos casos como aleves y traidores y desleales a pena de muerte y perdimiento de sus oficios y confiscación de todos sus bienes y en todas las otras personas assi ceviles como criminales...»– fueron también líderes comuneros salmantinos Joan de Mendoça, hijo del cardenal Pedro Gonçalves de Mendoza; el comendador fray Diego de Guzmán; el doctor Çuñiga; Francisco de Anaya, hijo del doctor de la reina y alcalde de Plasencia; Alonso Enríquez, Alvar Pérez y el deán Francisco de Sapia, entre otros muchos represaliados.



"Desde entonces ya Castilla/ no se ha vuelto a levantar...".

Documento de Salamanca

(febrero de 1520)

* Contra los impuestos que el rey quiere exigir antes de la partida.

* Contra el Imperio: Castilla no tiene por qué sufragar los gastos del mismo; los recursos de Castilla se deben emplear en la defensa de Castilla y no sacrificarse al Imperio ni quiere estar sometida al Imperio.

* Concluye con una amenaza velada: si el rey se niega a atender las justas quejas del pueblo, las Comunidades tendrían que tomar la defensa del Reino.

Este documento completo consta de dos pliegos (4 folios) y forma parte de la colección Patronato Real, en la que se encuentran muchos de los documentos más importantes del Archivo General de Simancas.