El juego de “yo nunca, nunca” es aquel en el que un grupo de jóvenes o adolescentes se juntan alrededor de una mesa con ganas de divertirse un rato y con unas copitas de agua con misterio.

Se basa en decir, por ejemplo: “ yo nunca, nunca he montado en avión y la persona que haya realizado esa acción, es decir, el que haya montado tiene que beber un trago de su licor.

Pues bien, juguemos al yo nunca, nunca entre un grupo de adultos.

Digamos por ejemplo: “yo nunca, nunca he realizado una actividad laboral sin estar preparado a nivel académico o sin tener ninguna formación al respecto”.

¿Qué pasaría entonces? Pues depende del sector laboral al que se dediquen esas personas. Pero si estuviéramos con políticos, de 10 personas  sentadas alrededor de la mesa, 7 levantarían su copa para beber.

Ni que decir tengo que hay políticos que realizan muy bien su trabajo y que no se van a sentir ni ofendidos ni aludidos por estas palabras.

Pero sí que es verdad que hay un alto porcentaje de personas que se dedican a la política que no contribuyen en absoluto a mejorar la sociedad o a resolver alguno de los problemas del país en el que vivimos.

Hay mucho enchufismo en este sector, al hermano, amigo, familiar o vecino de algunos altos cargos políticos les ha tocado la lotería y sin comprar el décimo.

La validez laboral de estas personas es cero patatero.

Hay decenas de personas que dedican y han dedicado su vida a realizar labores similares, normalmente de forma altruista, que están super preparadas. Que llevan años luchando en diferentes localidades y asociaciones defendiendo esos ideales en los q creen y, por desgracia, nunca llegarán a ese puesto.

¡Ya está vendido!

Personalmente estas situaciones generan en mí un sentimiento apolítico exacerbado. Es una sensación de rabia e impotencia con la que me cuesta lidiar porque necesito expresar mi conformidad o disconformidad yendo a las urnas a votar al “menos malo”.

Cuando estoy hablando de este grupo de “políticos”, no hago distinciones ni entre partidos ni ideologías porque desafortunadamente pasa en todas las filas.

En todas ellas hay parásitos que se mueven sibilinamente enganchando cargos varios.

El cargo es lo de menos con tal de tener una buena nómina a fin de mes.

¿No es hora de decir basta ya? Todos estos personajes hacen mucho daño a la profesión política y por ende a nuestra sociedad.

Los que realmente tendrían que estar defendiendo esos ideales no están. Aunque siguen haciéndolo en un segundo plano y por el mero placer de defender las causas en las que creen. Podría decir muchos nombres de auténticos políticos con mayúsculas, bien preparados, formados y que defienden y luchan en lo que creen.

Pero por desgracia se me vienen a la cabeza muchos más nombres de personas que son todo lo contrario. Almas que pasan de cargo en cargo con sueldos pagados por todos los españoles de una forma realmente indignante e inmoral.

Ellos mismos o las personas que han decidido que estén ahí deberían replantearse si de verdad lo merecen y si no es vergonzoso el engaño manifiesto que pretenden lanzar a la sociedad donde viven. En España hemos normalizado estas actitudes y creo que es el momento de despertar. Si no, cuando juguemos al yo nunca, nunca y  salga “yo  nunca, nunca me he sentido engañado vilmente por un político”, levanten sus copas y beban.